Juan Carlos I

Las confesiones de Juan Carlos I: “Estoy herido por una sensación de abandono”

El padre del rey se sincera en un libro que pronto verá la luz. Se declara "resignado" y "herido". "Di libertad a los españoles al establecer la democracia, pero nunca pude disfrutar de esa libertad para mí"

El rey emérito Juan Carlos I a bordo del Bribon el pasado mes de junio en Sanxenxo
Efe

Terremoto en Zarzuela. El rey Juan Carlos I defiende la democracia como la “herencia” que dejó a España durante su reinado en su libro de memorias, que se publicará el 5 de noviembre en Francia, y en el que expresa su deseo de renovar una relación “armoniosa” con su hijo, Felipe VI, y sobre todo de regresar a su “hogar” tras cinco años de exilio en Abu Dabi. Dice en la prensa extranjera que está “resignado” y “herido”.

“Espero sobre todo, durante mi vida, tener una jubilación tranquila, renovar una relación armoniosa con mi hijo y, sobre todo, regresar a España, a mi hogar“, expresa el monarca en su libro, editado por Stock y algunos de cuyos extractos publica en exclusiva el semanario Le Point y también desvela, en una entrevista, la revista semanal del diario Le Figaro.

Juan Carlos I afirma que “la democracia no cayó del cielo” y recuerda que su instauración fue fruto de decisiones complejas, tomadas en una época en la que todavía pesaba la sombra de la dictadura. Durante sus dos primeros años como jefe del Estado, ejerció todos los poderes del régimen, incluido el de refrendar la pena de muerte. Según relata, la mínima oposición a las estructuras militares heredadas del franquismo habría supuesto su derrocamiento inmediato.

El monarca reivindica su apuesta desde el inicio por “un régimen más abierto”, tal como afirma que esperaba el propio Franco al designarlo sucesor. De ese periodo, destaca una intensa labor de diálogo con sensibilidades opuestas, incluida su interlocución con el entonces líder del Partido Comunista, Santiago Carrillo, a través del canal del presidente rumano Nicolae Ceaucescu, con el objetivo de garantizar una transición sin violencia y la posterior legalización del PCE.

Uno de los pasajes más sensibles en su testimonio es el relativo al golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Juan Carlos I sostiene que “no hubo un golpe, sino tres”, diferenciando entre la acción del teniente coronel Tejero, la conspiración de los diputados vinculados al franquismo y la operación liderada por el general Alfonso Armada.

Esta última sería, según sus palabras, la más dolorosa, puesto que se trataba de un colaborador muy próximo durante diecisiete años que “le traicionó” al convencer a los generales de que actuaba en su nombre. El Rey desmiente así con rotundidad cualquier especulación sobre su connivencia con los golpistas y manifiesta su incomprensión ante quienes interpretan su papel con ambigüedad histórica.

El emérito también repasa los últimos años de su reinado, marcados por el desgaste físico y la pérdida de apoyo popular. Afirma que “desde hacía dos años ya no contaba con la unanimidad popular”, aunque defiende que la proporción resultaba aceptable atendiendo a la duración de su mandato. Describe un periodo en el que España sufría todavía las secuelas de la crisis económica de 2005 y de otra crisis moral, mientras él luchaba consigo mismo y con un cuerpo que ya le “traicionaba”, negándose a reaparecer en público en silla de ruedas o con muletas.

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