23F

La historia olvidada del 23F que protagonizó la mujer de Tejero: “Que no haya sangre, por Dios”

La historia humana detrás del 23F: la mujer de Tejero protagonizó una escena olvidada durante el golpe de Estado

23F: El golpe de Tejero - Política
Una de las imágenes más emblemáticas del golpe.
EFE

Durante las largas horas de incertidumbre que marcaron el 23F, España entera contuvo la respiración. Dentro del Congreso de los Diputados, Antonio Tejero y sus hombres mantenían a los diputados secuestrados a punta de metralleta. Fuera, el país se balanceaba entre el desconcierto y el miedo. Lo que pocos recuerdan es que, en ese mismo momento, también había quienes vivían el golpe desde otro lugar, con el corazón encogido y la impotencia en la garganta. Entre ellos, Carmen, la esposa de Tejero, protagonizó una de las escenas más humanas de aquel episodio que cambiaría para siempre la historia reciente de España.

El 23F que no se vio por televisión

Mientras los españoles seguían las noticias del 23F entre rumores, llamadas cruzadas y una televisión que mostraba las imágenes de los disparos al techo del Congreso, en los pasillos del poder se tejían conversaciones decisivas. A las nueve de la noche, el general Alfonso Armada contactó con el secretario del rey. Le advirtió que la tensión dentro del hemiciclo “podía acabar en una verdadera masacre” si no se encontraba una salida política inmediata. El periodista Carlos Fonseca, autor de 23F: la farsa, recuerda que Armada trató de trasladar al monarca la urgencia de evitar un baño de sangre y una fractura dentro del Ejército.

La historia olvidada del 23F que protagonizó la mujer de Tejero: "Que no haya sangre, por Dios"
El teniente coronel Tejero

Esa llamada, según muchos analistas, fue uno de los momentos más críticos de la noche. Armada no solo advertía del peligro, sino que trataba de posicionarse como posible solución. La trama del 23F se movía entre la ambición y el caos, entre militares descoordinados y un rey que debía sostener el equilibrio de un país al borde del abismo. En ese clima, Tejero, atrincherado en el Congreso, se mantenía firme en su propósito, ajeno al pánico que se vivía más allá de aquellas paredes.

Los tanques de Milans y el miedo en Valencia

Poco después de esa conversación, cerca de las once de la noche, el capitán general Jaime Milans del Bosch decidió dar un paso más. Proclamó el estado de excepción en Valencia y ordenó a los tanques salir a las calles. Las imágenes de los carros de combate avanzando por la ciudad se convirtieron en una de las estampas más inquietantes del 23F. Sin embargo, su gesto fue aislado: ninguna otra región militar secundó su movimiento.

En medio de esa tensión, los golpistas seguían convencidos de que Milans sería proclamado nuevo presidente del Gobierno. Era el punto más crítico de la noche. El país entero aguardaba un desenlace que nadie podía prever, mientras el ruido de las armas y el silencio del poder se mezclaban en una noche interminable.

Una llamada en mitad del golpe

A esas alturas, Tejero llevaba más de siete horas dentro del Congreso. Su familia no sabía nada. En un intento de tranquilizarla, Juan García Carrés, viejo conocido del teniente coronel y colaborador ultraderechista, decidió llamar a Carmen, la mujer de Tejero.

“Estoy hablando con Antonio por el otro teléfono y está fenomenal”, le dijo para calmarla. Al otro lado del auricular, la esposa del golpista respiró aliviada: “¡Gracias a Dios!”, respondió con un hilo de voz que mezclaba fe y desesperación.

Testimonio de la mujer de Tejero - Política
El testimonio de la mujer del golpista que no todo el mundo conocía.
Atresmedia

El diálogo, breve y tenso, mostraba el lado más humano de aquella noche. Carmen, aún incrédula, preguntó: “¿No puedo oírle?”. Carrés trató de conectar ambas líneas, pero el intento fue inútil. Tejero no escuchó a su mujer. Entonces, ella pronunció la frase que ha quedado como testimonio de una humanidad casi borrada por la historia:

“Solo dice que, por Dios, no haya sangre ninguna”.

La súplica que nadie escuchó

Aquel ruego de Carmen no era político ni militar. Era el de una esposa que intuía el desastre y pedía lo único que realmente importaba: que nadie muriera. Su voz no trascendió en los medios, ni apareció en los informes oficiales, pero se convirtió en una nota de humanidad en medio de la locura del 23F.

Carrés le aseguró que “no iba a haber sangre” y trató de tranquilizarla. Carmen, sin embargo, insistió en enviarle un último mensaje a su marido: “Que salga lo mejor que pueda y que le queremos muchísimo todos”. Sus palabras, ajenas a la estrategia y al poder, parecían dirigidas no solo al teniente coronel, sino también a un país entero que se debatía entre el miedo y la esperanza.

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