Entrevista

Teresa Revilla: “Mandé callar a un ministro y fue el fin de mi carrera política”

Hablamos con la única mujer que formó parte de la Comisión encargada de aprobar la Constitución de 1978. A sus casi 90 años, lleva inscrito el Artículo 14 y la defensa de la igualdad en su material genético

Teresa Revilla (diputada de UCD entre 1977 y 1981) agudiza los sentidos cuando se le menciona el Artículo 14, ese que proclama la igualdad de todos los españoles, como si diese por sentado que algo bueno vendrá después. Digamos que es una hebra más en su material genético, ya que fue la única mujer en la Comisión de la Constitución de 1978, una conquista tan íntima como política que hace que hoy, 6 de diciembre, nos acerquemos a ella para conocer cómo consiguió alzar la voz entre tanto señor y señoro.

Nació en Tetuán (Marruecos) el 15 de octubre de 1936, una época en la que los niños solían ser bautizados siguiendo el santoral. España se encontraba en plena Guerra Civil y ese día, Navas del Rey y Chapinería caían bajo el empuje de las fuerzas nacionales, avanzando hacia Madrid. Sus nueve décadas de vida podrían desplegarse como un álbum fotográfico que empieza en blanco y negro y llega hasta un fascinante carrusel a todo color colgado en la memoria digital. En medio, guerra, posguerra, dictadura, democracia, los primeros brotes de la modernidad, siete presidentes de Gobierno, giros inesperados, momentos memorables y algunos remiendos tan malos que hoy se van deshilachando.

Dice con buen humor que el Covid persistente a veces le juega malas pasadas en su memoria; si eso ocurriera, siempre podría consultar su archivo vital en la hemeroteca. Ahí encontramos palabras como estas que pronunció el 18 de mayo de 1978:

“Señorías, en este artículo que hemos votado afirmativamente, la mujer española adquiere por fin la plenitud de derechos. Es verdad que la votación ha sido unánime y sin disidencias, como estaba reclamando en estos momentos la sociedad, pero las mujeres no vamos a dar las gracias por ello”.

España estaba aún bajo las sombras del régimen y usted tomó la palabra.

Ese día la Comisión Constitucional del Congreso aprobó por unanimidad el artículo de la Carta Magna que consagra la igualdad de todos los españoles, sin importar raza o sexo. No era un favor, sino un derecho natural que hasta entonces estaba sin reconocer. La mujer había demostrado ya su valor, su trabajo, su esfuerzo, sus ganas… Pero hacía falta reclamar con firmeza esa igualdad.

De 39 diputados, usted era la única mujer. ¿Le resultó fácil hacerse oír?

En esos años estábamos creando una democracia desde cero. Todo estaba por hacer y yo quería ser parte de aquellos que estaban escribiendo las nuevas reglas del juego. Para mí aquello era una luz que se encendía en una habitación que había permanecido cerrada demasiado tiempo y tenía que aprovechar el momento. Tenía ansias de igualdad y supe defenderme bien. No hubo controversia y la votación fue unánime, aunque creo que este principio más bien despertaba indiferencia en el resto de los diputados.

María Teresa Revilla, diputada de UCD, en una foto de la época. Archivo General de la Administración
Archivo General de la Administración

¿Qué supuso ver nacer jurídicamente la igualdad?

Plenitud de derechos. Fue un principio muy peleado. Hasta entonces, las mujeres sufríamos la desigualdad a cada paso. En mi caso, estudié Derecho, pero no me permitieron opositar a la Diplomacia, que era la carrera que me habría gustado. Después de casarme, nos mudamos una temporada a Suecia y allí entendí realmente el desastre que teníamos en nuestro país, en cuanto a igualdad y otros derechos. Ahora las generaciones de mujeres jóvenes se llevan las manos a la cabeza cuando oyen hablar de la licencia marital, sin la cual una mujer casada no podía ni siquiera abrir una cuenta bancaria. Nuestra vida estaba supeditada a la de un hombre.

¿Cómo se acercó a la política?

Ya instalados en Valladolid, conocí la UCD. Al Congreso llegué casi por casualidad. En las primeras elecciones, me colocaron casi al final de la lista y, sorprendentemente, salí como diputada. De los 350 miembros del hemiciclo, solo 21 éramos mujeres. Nos unía el entusiasmo. Daba igual de qué partido fuésemos. Éramos mujeres y necesitábamos demostrar nuestra valía para ocupar los puestos importantes. Cuando supe que en la Comisión Constitucional no había ninguna mujer, llamé a Calvo Sotelo, portavoz de UCD, y atendió mi petición. Aquí sí impuse mi voluntad.

¿Le habría gustado estar entre los nueve “padres de la Constitución”?

Ni me lo planteé. No necesitaba ese reconocimiento.

Debieron de ser días muy intensos.

Imagínese. Jornadas intensísimas de conversaciones, madrugadas de estudio. Nadie tenía ni idea de lo que era la democracia. Todo estaba por hacer y estrenar, pero antes teníamos que aprender. Yo estudié todas las Constituciones para forjarme una idea exacta y sólida de los principios democráticos que a partir de entonces marcarían nuestro camino.

En la votación del artículo 57.1, que regula la sucesión de la Corona, usted se abstuvo, desmarcándose de su partido.
Fue un acto de rebeldía ante la antipatía que tuve como respuesta cuando presenté una enmienda. La preferencia del varón para la sucesión era incongruente con la igualdad sin distinción que habíamos firmado en el Artículo 14. Me presionaron para retirar la enmienda. También Soledad Becerril me llamó para aconsejármelo porque no la veía oportuna. Lo hablé con mi marido y decidí retirarla. Todos estábamos ya cansados de la dichosa enmienda. Cedí, pero me causó mucha frustración. Ha pasado casi medio siglo y sigue prevaleciendo el varón en la línea de sucesión.

El Gobierno y los diputados de los grupos parlamentarios de UCD y Alianza Popular

Su etapa en las Cortes fue breve. ¿Le decepcionó la política?

Cuando presidía la comisión de Cultura, el ministro se anticipó y tomó la palabra. Le rogué que se callase, que yo no le había dado la palabra. Fui valiente, pero me costó la presidencia y supuso el fin de mi carrera política. Fui excluida de la lista en las siguientes elecciones. Me decepcionaron y me decepcionan los políticos. Me frustraron muchas carencias que todavía hoy observo, como la falta de separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.

¿Cree que la Constitución necesita una revisión sustancial?

No lo creo. Es una Constitución correcta que sirvió para asentar la democracia y los derechos, aunque no pasaría nada por ajustarla a la realidad política y social. Me preocupa bastante más la deriva política actual.

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