Byung-Chul Han es un filósofo coreano, profesor de la Universidad de Berlín, que ha recogido hace unos días el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.
Conocí a este filósofo y su obra en 2010, entonces yo comenzaba mi Grado de Filosofía y ese año se publicaba su ensayo La sociedad del cansancio. Reconozco que este ensayo, que, junto con otros libros suyos, leí, trabajé y estudié en múltiples ocasiones para incorporar a trabajos que entregaba en distintas asignaturas del Grado de Filosofía me hizo reflexionar sobre el trabajo en nuestra sociedad actual.
Y es que, en este ensayo, el filósofo expone su teoría de que el neoliberalismo en el que vivimos parece prometer a los hombres una libertad sin límites cuando en realidad los ha convertido en esclavos. Siguiendo su argumentación, que también llevó a su discurso en el Teatro Campoamor al recoger el premio Princesa de Asturias, se supone que vivimos en una sociedad que supuestamente nos ha hecho más libres que nunca, y sin embargo, esta sociedad no es sino una sociedad del rendimiento que nos ha convertido a cada uno en esclavos de nosotros mismos. Se trata de rendir cada vez más a nivel individual, de autoexigirnos cada vez más, de producir cada vez más. Y no existe un límite.
En las sociedades disciplinarias o en los trabajos donde te indican lo que tienes que hacer y en qué horario hacerlo, una vez que termina la tarea que te han encomendado, comienza tu tiempo de libertad. Pero en nuestra sociedad, donde el límite lo pone cada individuo, donde cada uno elige hasta donde quiere llevar su nivel de productividad, en algunos casos sin dejar tiempo al ocio, el individuo termina sintiendo que cada minuto que no produce es tiempo perdido, se siente mal cuando no produce. Es así como el individuo termina convirtiéndose en esclavo de sí mismo.

No es fácil leer a Byung-Chul Han, aunque alguno de sus ensayos no llegue tan siquiera a las cien páginas, porque como buen filósofo, recoge mucha de la tradición filosófica anterior a él, de las ideas de los filósofos, escuelas y teorías que le precedieron para destilarlas y exponer sus propias ideas, su propia teoría y, si no la reconoces, puedes perderte una parte de lo que quiere contarte. De hecho, a veces cuando le leo recuerdo la frase de Ortega y Gasset, que decía que la claridad es la cortesía del filósofo, porque, aunque su prosa sea fácil de leer, parece sencilla, sus ideas y las ideas que trae del pasado son en ocasiones muy profundas.
Byung-Chul Han, como él mismo contó también en el discurso de hace unos días, aboga como filósofo por llevar a cabo la función que Sócrates creía que debían tener todos los filósofos: agitar con sus ideas a la sociedad en la que viven.
Por eso en sus libros habla de temas de nuestra sociedad actual, invitándonos a reflexionar sobre ella y sobre estos otros temas en particular, como el trabajo, la tecnología, la psicopolítica, la transparencia que se supone que existe en los medios, o el paso del tiempo y, en un libro de sus libros más recientes, sobre la inactividad y la contemplación.
Porque si en su ensayo de 2010 el filósofo hablaba de esta esclavitud en la que cada individuo termina siendo su propio esclavo en la búsqueda de su máxima productividad, de su máximo rendimiento, en su ensayo Vida contemplativa expone la importancia en la vida del no hacer nada, de no producir, de la inactividad como una forma de esplendor de la existencia humana. Una capacidad, la de no hacer nada, que parece perdida en una sociedad en la que todo está abocado a la actividad sin pausa.
¿Cuándo y quién decidió que la mejor vida es la vida hiperactiva, la vida hiperproductiva? ¿Por qué siempre hay que estar haciendo algo? ¿Por qué todo se diseña para producir más y más y cada vez de manera más rápida?
En este mundo hiper tecnologizado e hiper digitalizado, donde sólo hace falta que falte la energía eléctrica unas horas, como sucedió en el apagón de hace unos meses, para darnos cuenta de que quizá sí es posible vivir de otra manera, lo que es necesario más que nunca es pararse y reflexionar hacia dónde nos lleva todo esto, pararnos y reflexionar hacia donde nos lleva esta vida hiperactiva.
La filosofía desde hace más de mil años nos invita precisamente a esto, a reflexionar, a pararnos y mirar todo de otra manera, y no hace falta ser filósofo para recoger esta invitación. Tan sólo tenemos que recoger esas preguntas que ya se hacían los filósofos hace cientos de años y preguntárnoslas cada uno de nosotros, en nuestras vidas particulares, a nosotros mismos. Porque la mayoría de las veces la respuesta ya está en la propia pregunta. Sólo hay que perder el miedo a formularla.
