Fue un torrente silencioso: donde más llovió, la tormenta pasó apenas sin dejar rastro; donde el cielo aparecía despejado, llegaron las riadas, desbordando ríos y barrancos e inundándolo todo. Los vecinos miraban a lo alto, preguntándose de dónde podía proceder tal cantidad de agua. La jornada del 29 de octubre de 2024 dejó lluvias torrenciales sin precedentes en la provincia de Valencia, con acumulados locales de más de 300 litros por metro cuadrado en pocas horas, aunque en lugares como Chiva se alcanzaron los 491 en solo 8 horas, el equivalente a casi un año de lluvia.
Esta DANA provocó inundaciones catastróficas en al menos 75 municipios valencianos, cortando luz y comunicaciones a decenas de miles de personas, y se convirtió en el peor desastre natural en la historia reciente de España, con unas cifras terroríficas: 229 víctimas mortales (de las cuales continúan desaparecidas dos personas) y cientos de heridos.
Una de ellas es Laura, que cuenta a Artículo14 cómo pasó las angustiosas horas de esa noche fatídica. “Mi abuela vivía en Chiva, yo en el centro de Valencia. En los últimos meses había perdido mucha movilidad, y habíamos contratado a una persona para que pasara el día con ella, la ayudara a asearse, diera un paseo con ella en la silla de ruedas”. Se le quiebra la voz mientras reconstruye aquellos momentos angustiosos. “Nos habíamos planteado si esta persona debía quedarse también a dormir con ella, pero no nos llegaba el presupuesto. Ese día empezó a llover, pero yo estaba en el trabajo en Valencia y no supe lo que ocurría en los pueblos hasta mucho después”.

Un año después de la DANA, Chiva se encuentra en plena reconstrucción. El barranco del Poyo, que parte de este municipio, atraviesa el centro del municipio, lo que fue fatal, ya que además de estar ubicado en el casco urbano y no en las afueras como en otros municipios, la riada afectó a todas las viviendas que se ubican sobre el barranco. “La casa de mi abuela está pegada al barranco. En apenas diez minutos entró el agua en su casa. Ella estaba inmovilizada. Murió ahogada. Lo supimos esa misma noche”.
Como Laura, hasta 229 familias han tenido que conocer y, en ocasiones, reconstruir el fallecimiento de sus seres queridos, que se entrelaza con la reconstrucción de las horas de la tragedia. La AEMET venía alertando desde el 25 de octubre sobre lluvias “fuertes o muy fuertes” para el martes 29. Ya el lunes 28 por la noche, varios municipios (como Torrent, Utiel o Algemesí) y la Universitat de València suspendieron preventivamente las clases del día 29. Muchos valencianos, sin embargo, iniciaron el martes 29 de forma rutinaria, sin imaginar la magnitud de lo que ocurriría.
El itinerario del horror
En la madrugada del 29 comienzan las primeras lluvias intensas en el interior de Valencia. El servicio de emergencias 112 recibe desde muy temprano numerosas llamadas de auxilio: “Entra agua en la vivienda en cascada” (06:03, en L’Ènova), “se inunda el garaje” (06:09, en Senyera) o “casa inundándose, el agua les llega por la cintura” (06:50, en Tous). En pocas horas, antes del amanecer, se contabilizan más de 1.000 llamadas por inundaciones incipientes en viviendas y bajos.
A las 6:36 h., la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) emite un aviso rojo por lluvias extremas para zonas del sur de Valencia, elevando la alerta de nivel naranja a nivel rojo (riesgo extremo) en la provincia. El Centro de Coordinación de Emergencias de la Generalitat difunde este aviso a ayuntamientos y redes sociales indicando “riesgo meteorológico extremo”. Antes de las 8, la situación meteorológica empeora rápidamente. A primera hora, AEMET extiende la alerta roja a nuevas áreas: a las 07:37 se activa nivel rojo en el interior norte de Valencia (donde ya llovía torrencialmente) y poco después (09:41) en todo el litoral valenciano. AEMET reitera durante la mañana en varios comunicados la peligrosidad de estas lluvias torrenciales. Ante estos avisos, la Generalitat confirma desde las 08:00 que numerosos municipios de la Comunitat deciden suspender las clases ese día por precaución. Ciudades del área metropolitana como Torrent también amanecen con colegios cerrados por la alerta roja.
Las lluvias arrecian en comarcas interiores (Hoya de Buñol, Ribera Alta, Utiel-Requena). A las 08:53, el presidente, Carlos Mazón, difunde en X (Twitter) el Plan Territorial de Emergencias ante la alerta roja y pide a la población máxima precaución. Sin embargo, las incidencias se multiplican: a las 09:18 se reporta el desbordamiento de un barranco en Massalavés (Ribera Alta) y un minuto después, “50 vecinos piden socorro llorando” en Turís, al quedar atrapados por el agua. Muchas llamadas a esa hora provienen de personas mayores atrapadas en sus casas inundadas. Para las 09:30, Emergencias 112 ya acumula cerca de 3.000 llamadas desde medianoche.

A las 9:30 h, la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Pilar Bernabé, reúne de urgencia a mandos de Guardia Civil y Emergencias. En esa reunión se concluye la necesidad de tener preparada a la Unidad Militar de Emergencias (UME) para intervenir, aunque solo puede activarse si la Generalitat lo solicita formalmente. El Gobierno central se pone en alerta a la espera de dicha petición. Poco después, la alerta roja de AEMET se extiende ya a media provincia de Valencia (incluyendo Valencia capital y comarca de l’Horta, así como el interior norte en Utiel y alrededores). A esta hora la mitad norte de la provincia está bajo aviso rojo por lluvias extremas. Pese a ello, no se ha lanzado todavía ningún aviso masivo a la población por parte de la Generalitat (faltaban casi 11 horas para que llegara).
Dos horas después, comienzan los primeros desbordamientos de cauces. En la comarca de La Hoya de Buñol, el barranco de Chiva se desborda sobre ese mediodía. Las aguas de este barranco vierten en la rambla del Poyo (también conocida como barranco de Torrent), cuenca abajo hacia el área metropolitana de Valencia. Este hecho es un indicio temprano de la riada que horas después afectará gravemente a Torrent y municipios vecinos. Entonces la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) envía un primer mensaje alarmante por correo electrónico a la Generalitat: el caudal del río Magro (en el oeste de la provincia) ha subido a 350 metros cúbicos por segundo y sigue en aumento. Este río atraviesa Utiel-Requena y desemboca en el Júcar. Se pone en aviso a Emergencias sobre posibles desbordes en esa zona.
A última hora de la mañana, hacia las 11:55, la primera señal de ruptura llega desde la Ribera: la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) comunica que el barranco de Barxeta se ha desbordado a su paso por Carcaixent. Las partidas rurales se anegan en cuestión de minutos; vecinos trepan a altillos y terrazas. A mediodía, Pilar Bernabé comparece en el Palau: traslada que AEMET mantiene el aviso rojo inicialmente vigente hasta las 18:00 —una ventana técnica pendiente de actualización, no una promesa de tregua— y que la CHJ está desplegada sobre cauces. Muchos interpretan que lo peor podría remitir por la tarde, pero la realidad ya va por delante: entre las 12:07 y las 12:20 la rambla del Poyo pega un salto brusco hasta 264 metros cúbicos por segundo y, a las 12:18, el Centro de Coordinación de Emergencias (Cecopi) declara la alerta hidrológica en todos los municipios ribereños del Poyo, ordenando avisar a la población para que se mantenga lejos de ramblas y barrancos.
A las 12:30, la consellera de Interior, Salomé Pradas, se sienta en el Cecopi de L’Eliana tras pasar por Carlet; quince minutos después, el president, Carlos Mazón, repite ante la prensa que, con el último parte en la mano, “lo peor ya ha pasado”. La frase envejece en tiempo real. Emergencias moviliza a las 12:48 brigadas de bomberos forestales preventivamente hacia las riberas del Magro y del Poyo; a las 13:42 llega un respiro engañoso: el Poyo baja a 120 metros cúbicos por segundo, pero la misma nota confirma que el Magro se ha desbordado en Utiel-Requena, con campos y caminos convertidos en láminas de agua. A primera hora de la tarde, Pradas pide a Bernabé la activación de la UME para el interior; a las 15:00 la Generalitat eleva el Plan Territorial a nivel 2 y, entre las 15:19 y las 15:41, envía la petición oficial a la UME —con una errata corregida en minutos— mientras la Delegación del Gobierno acelera por la vía verbal.
En paralelo, el 112 entra en fase crítica: a las 16:00 ya había gestionado unas 10.000 llamadas, con avisos que se clavan como un alfiler —dos mujeres, una de ellas mayor, se están ahogando en Utiel; un matrimonio de 95 años aguanta en equilibrio sobre una mesa; un hombre no puede salir del garaje—. El alcalde de Utiel irrumpe en À Punt: el Magro está fuera de madre y pide encerrarse en plantas altas. La convocatoria del Cecopi llega a Bernabé a las 16:18 con un enlace erróneo; se reenvía para las 17:00. Mientras tanto, siguen los auxilios: cuatro personas atrincheradas en un tejado en Requena; tres atrapadas en un bazar en Utiel; diecisiete sin poder salir de un supermercado. Muchos habitantes buscan refugio en azoteas, plantas superiores o cualquier punto elevado, rodeados por la corriente.

A las 17:00 arranca el comité de crisis en L’Eliana, presidido por Pradas, con Delegación, CHJ y técnicos conectados entre cortes y voces bajas a cámara. Mazón no está al inicio. Media hora después se confirman los primeros fallecimientos en la Ribera: una familia que intenta huir cae de golpe bajo una corriente que lo ocupa todo en cinco minutos. A las 17:52, el embalse de Forata activa su Plan de Emergencia (Escenario 1) y comienza a laminar con desembalses de 1.000 metros cúbicos por segundo; poco después salta a Escenario 2, peligro de rotura. La sala se tensa: cada minuto cuenta.
A las 18:00, el Cecopi baraja ordenar confinamiento general, pero aún no se firma. Los técnicos proponen disparar el ES-Alert a móviles; Pradas confirma en el chat interno que se va a mandar, pero el texto y el momento se discuten, la reunión entra en receso y, fuera, la naturaleza no espera. A las 18:30 la rambla del Poyo —el barranco de Torrent— se desborda con violencia y convierte el área metropolitana sur en un delta súbito: Torrent, Picanya, Paiporta, Benetússer, Sedaví, Massanassa y Catarroja quedan anegadas en minutos; el agua arrastra coches, autobuses y mobiliario, y arranca el puente de Paiporta como si fuera cartón. También barrios del sur de València (La Torre, Pinedo) se inundan por desbordes secundarios y drenajes taponados.
En Torrent se vivió una de las desgracias más graves de la DANA: Víctor estaba con sus hijos cuando llegó el agua; él consiguió agarrarse a la rama de un árbol, pero tuvo que ver cómo el agua arrastraba a sus dos hijos, Rubén e Izan. Como relata su tío, el hermano de Víctor, a Artículo14, los tres se encontraban dentro del coche familiar cuando la riada, procedente de la rambla del Poyo, los sorprendió en cuestión de segundos. El vehículo fue levantado y volteado por la corriente. “Víctor logró romper la ventanilla y salir, pero no pudo alcanzar a los pequeños, de 10 y 7 años, que desaparecieron entre el barro y los restos que arrastraba el torrente”, recuerda Iván, que se resiste a hablar con la prensa. Durante los días siguientes, cientos de voluntarios, bomberos y militares de la UME participaron en su búsqueda en el término municipal de Torrent y en los cauces de Picanya y Paiporta. Tras días y días de búsqueda, los cuerpos aparecieron junto a un tramo colapsado del barranco.

Mientras tanto, los correos de la CHJ siguen cayendo como metralla: a las 18:43 el Poyo ya marca 1.686 m³/s; a las 18:55, la estación de aforo registra un pico de 2.282 m³/s y salta por los aires. Dos horas de ceguera hidráulica: sin aforos, con la conexión con la CHJ interrumpida en la sala de crisis, se decide a tientas. La UME, movilizada desde las 17:30, reparte ahora sus esfuerzos entre el interior y la conurbación: barcas neumáticas por calles que son ríos, helicópteros sobre tejados con linternas, camiones militares abriendo camino entre coches apilados. La A-3 se corta en Requena, Chiva y Riba-roja; la A-7, en Picassent sentido Alicante; más de treinta carreteras secundarias quedan impracticables. DGT pide no moverse. El AVE Madrid-Valencia se suspende, cercanías y media distancia se detienen, el aeropuerto cancela y desvía vuelos.
Desbordamientos y riadas catastróficas
A las 19:00, una residencia de mayores en Paiporta recibe la ola “como un tsunami”: se fue la luz, quince trabajadores forman una cadena humana para subir a noventa y cinco residentes al piso superior. Seis no lo consiguen. Los ayuntamientos empiezan a emitir sus propios avisos: Paiporta a las 19:15 (“barranco desbordado, puentes cortados, no salgan de sus casas”), Picanya a las 19:21 (“el agua supera todos los puentes, permanezcan en su domicilio”).
En Paiporta, en el carrer de Sant Jordi, Artículo14 conoce la escalofriante historia de María José. La vecina del número 13 nos señala la casa de al lado, que está aún precintada, completamente destrozada. Tiene el rostro atravesado por la tristeza. “En esta casa murieron dos personas, un matrimonio. Eran personas mayores: Milieta (Emilia) y Salvador. Tenían 78 años”. Se le rompe la voz. Eran sus vecinos, y María José no pudo salvarles. Cuando lo recuerda entra en un bucle de culpabilidad del que tiene que salir no solo por ella, sino por el bien de su hijo, que tiene autismo. “Yo estuve aquí toda la tarde asomada. Veía el barranco a la mitad. A las 18:00 salí, hablé con este matrimonio vecino, y me aseguraron que iban a subir a la planta de arriba. Me lo aseguraron. Les dije que se dieran prisa… pero yo, con mi hijo con autismo, salí corriendo a casa de mi tía. Ellos se quedaron”.
Como tantas personas mayores, Milieta y Salvador intentaron salvar lo que pudieron. Empezaron a llevar muebles hacia la parte alta. A tapar rendijas con trapos para intentar frenar el agua, que los sorprendió en estos menesteres. “Les dije que se subieran al piso de arriba. Luego me fui. Murieron ahogados. Cada vez que pienso en que murieron al poco de irme yo… Mi hijo los echa de menos, sabe que ya no están, y no sé cómo protegerle de este horror”. Su hermana pudo salvar el coche y han recibido las ayudas correspondientes, así que a lo largo de este año han ido avanzando. Pero su casa, en la que vive un menor con autismo, continúa destrozada. “Cada vez que veo a Mazón me da ansiedad. Y a mi hijo también. Queremos irnos de Paiporta porque tenemos miedo de que el barranco pueda desbordarse de nuevo. ¿Pero a dónde vamos a ir?”.

El president llegó al Cecopi en torno a las 19:30. La catástrofe ya estaba desatada y varias decisiones habían aguardado su presencia. A las 20:11, tras reanudar la sesión, se aprobó y envió por fin el ES-Alert de Protección Civil: no salir de casa ni desplazarse. Muchos teléfonos sonaron cuando el agua ya estaba dentro. A las 20:57 se reforzó con un segundo mensaje. La magistrada que instruirá después lo calificará de tardío y confuso. El peligro en Forata no se materializa en rotura, pero los desembalses agravan inundaciones río abajo. Bomberos, UME, policías y sanitarios siguen desplegados a oscuras, sin relevo.
A las 21:20, Mazón comparece: pide calma y colaboración; no hay cifras claras. Justo antes de la medianoche, el president Mazón realiza una segunda comparecencia de urgencia. Con visible consternación, confirma por primera vez que “se han producido víctimas mortales”, aunque sin detallar el número. Es el triste cierre de un día trágico. A esa hora, los servicios de emergencia seguían buscando desaparecidos y atendiendo a personas aisladas.
Según el balance final, la catástrofe del 29-O en Valencia deja unas cifras devastadoras. Solo en la provincia de Valencia se contabilizan 229 fallecidos (más 8 víctimas en provincias limítrofes, por la misma DANA). Más de 2.600 heridos requirieron asistencia. Se realizaron alrededor de 37.000 rescates de personas en peligro y unas 117.000 asistencias sanitarias de emergencia. El 112 atendió cerca de 20.000 llamadas en 24 horas (19.821 según el registro oficial).
Los daños materiales fueron cuantiosísimos: al menos 11.242 viviendas afectadas, 141.000 vehículos siniestrados, 800 kilómetros de carreteras dañadas (incluyendo puentes colapsados), infraestructuras ferroviarias y agrícolas devastadas. El Gobierno de España declaró tres días de luto nacional por las víctimas y movilizó recursos de emergencia. La Comunidad Valenciana quedó marcada para siempre por “la peor DANA del siglo”, un desastre cuya cronología y gestión serían analizadas críticamente en los meses posteriores.

