Y Sánchez balanceó sobre el año y nos ofreció su particular y adelantado Wrapped del curso. Se le nota que ya fuera del formato Tik Tok se encuentra bastante incómodo. Ofreciéndonos su peor cara, demostró que ya no le quedan ases en la manga y recicló antiguos singles que vinieron a certificar que a la resistencia ya no le queda más épica ni inventiva, solo desgaste, solo un estrecho desfiladero que hará aún más compleja la agonía. Al líder del Ejecutivo no le quedó otra que repetirse, con la salvedad de bostezar, como esperando con su impostada performance que le venciera algún tipo de sueño y que, por arte de alguna magia oscura, se levantase de esta pesadilla a la que los mortales, los que vivimos en este planeta, y no en su realidad paralela, llamamos realidad.
Van desembarcándose los fieles del navío, haciendo grandes esfuerzos porque quede claro que no firmaron ese ‘Manifiesto contra el golpismo judicial y mediático’ que es el summum de lo indecoroso y que, ahora, a toro pasado, se ha convertido en una losa muy pesada de cargar. Lo avisamos cuando salieron los voceros a decorarse la cara con las pinturas de guerra que el hombre profundamente enamorado les ofrecía en su cómica misiva. Cuidado, que el verdadero fango no está en las informaciones, que está en el mejunje con el que os estáis tatuando la cara. Finalmente, la realidad se impuso, y lo que tenemos es a un Gobierno descompuesto, vagando por los bulevares del delirio, arrinconado por sus incongruencias. Y también tenemos a un régimen de la mentira maniobrando, viendo cuál es la forma más decorosa de quitarse de la foto del naufragio.

Del trampantojo solo queda en pie lo que ya no se puede mover, lo que inevitablemente chocará con el iceberg. La hoja de ruta no puede ser peor, de ahí que se escogiese anticiparse a la debacle del domingo en Extremadura, que, como ya dijimos aquí, certificará un estruendoso batacazo para el puño y la rosa en lo que hace menos de un lustro era uno de sus fortines inexpugnables. A Pedro ya no lo vimos ágil ni fresco, era un ente parapetado tras un atril que, a la forma de los loros, repetía viejos éxitos que funcionaron cuando el geiser al que llamaba trono aún no había implosionado. Todo lo que salía de su boca sonaba desafinado y manido, a karaoke de mala muerte. Y él, que no se iba, que la penúltima, que hasta 2027 no le movía nadie de ahí. Los periodistas hacían las preguntas correctas y Mr. Handsome regresaba a la foto del narco, al yo no sabía nada, al hemos reaccionado de manera contundente. Y cuanto más se afanaba en resultar convincente, más a filfa sonaban sus palabras.
Le reclaman los socios y algunos cuadros de su partido un golpe de timón mientras ponen un pie en los botes salvavidas. Saben que todo esto es irreversible, que ya no hay tiempo de rectificar. Solo quieren que conste en acta el lamento. Empieza a resonar, eso sí, una consigna que suena definitoria, a epitafio. Los que lo han sostenido van creando el clavo argumental al que aferrarse, el tablón de madera con el que intentar llegar a alguna isla desierta donde poder tentarse la ropa. Ese hit postrero dice una verdad que, a la izquierda desvencijada, recién levantada del ensueño, ahora les resulta poética, romántica: Cada día que pasa en el Gobierno, rodeado de escándalos de toda índole y sin poder hacer efectiva la mayoría que nunca existió, está reforzando a Vox.

Aleluya, bendita conversión. Solo ha hecho falta que florezcan tropecientos escándalos para que se den cuenta de que los verdaderos culpables de que reflotara una marca que estaba experimentado un retroceso manifiesto son ellos, junto a la inestimable ayuda de un PP desubicado. Es matemático, de 33 escaños en las últimas elecciones a casi los setenta que le dan ahora las proyecciones. No hay que ser ningún lince para entender que a Vox lo ha levantado de su sepultura el quintal de despropósitos de esta legislatura. Y tampoco hay que estar muy avispado para saber que la continuidad de Sánchez y su deriva sólo hará que engorden aún más los resultados de la extrema derecha.
Ahí, en esa tesis de retroalimentación que muchos venimos avisando desde hace tiempo, han encontrado los socios el salvoconducto y la coartada para despegarse del Ejecutivo. El problema es que lo usan como un órdago que Sánchez sabe que no van a cumplir, pues se preocupó muy mucho en que todos esos futuros menos se atarán al suyo. Yolanda Díaz no sabe ni dónde está de pie, y todos los demás se dan chocazos contra el muro del callejón sin salida al que la avaricia les ha arrastrado. Son conscientes de que ya es imposible acabar bien, que la bola del socialismo crecerá y que, por ende, la de los ultras engordará. Lo dijo muy bien Rufián el otro día, cuando amenazó al presidente con que la gente no come de los ránquines. Pues bien, tampoco de palabras.

Si de verdad fuera cierto ese pretexto sobre el que se edificó esta farsa de que era mejor esta amalgama inservible e inútil que dejar gobernar a la derecha, ahora entenderían que es mejor obligar a Sánchez a ir a elecciones ahora que dentro de un año y medio, cuando al monstruo al que le han dado de comer parezca una hermanita de la caridad a ojos de todos los ciudadanos indignados que desayunan día sí y día también el olor a cañería que les sirve una rosa obrera que está podrida hasta la raíz. Si de verdad la izquierda de este país tuviera un segundo de lucidez, volvería a las palabras de Anguita y dejaría de mirarle el ombligo a ese hombre disociado que se ha exiliado a un planeta donde todo se arregla con un bono de transportes. Muy contentos estaban con la medida, por cierto, todos esos viajeros de Huelva que se quedaron más de seis horas a oscuras en mitad de la nada. Avanti, Comandante Sánchez, hasta la debacle siempre.



