Opinión

Usted a Perpiñán, nosotros a Extremadura

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En la tarde de este pasado lunes asistimos a dos comparecencias que resumen cómo está el panorama político español en la actualidad. Se presentaron, con pocos minutos de diferencia, dos maneras de entender el poder, el servicio público y la ley. Dos modelos de país y de gestión. Uno se basa en aguantar por aguantar en el poder, el otro en dar la voz al pueblo gobernado para no hacerle perder el tiempo y sortear un enquistamiento que sólo perjudica a la ciudadanía. El primero de ellos ocurrió en Francia, y el segundo en Extremadura.

En Perpiñán, el prófugo de la Justicia que sostiene al Gobierno Central con sus siete votos vino a reclamar el foco que él mismo venía cocinando desde la semana pasada, cuando en el Congreso Miriam Nogueras prologó este nuevo sainete con aquello de «Es la hora del cambio». Puigdemont, tras calentar la rueda de prensa como ese Lamine Yamal en celo calentando El Clásico desde el teatrillo de Ibai, se agarró al atril para performar el mismo chantaje que lleva ejerciendo desde el inicio de la mal llamada legislatura. Lo único que cambiaba es que esta vez quería darle una pátina de oficialidad a la ‘ruptura’, como si de facto no viniera a significar que van a seguir en la misma tónica en la que llevan meses. Como si no llevasen mucho tiempo no durmiendo en camas separadas, sino en cuartos distintos, cada uno en una punta de la casa que cobija esa suma de intereses espurios de la amalgama de partidos que sostienen la inacción del Gobierno.

Puigdemont, a la manera de los diletantes que pronuncian lo obvio como si estuvieran soltando algo revolucionario y rompedor, se afanó en destripar el cadáver de una mentira que lleva ya años podrida. El hombre que metió al Partido Socialista dentro de la urna del 1 de Octubre, que humilló a la rosa obrera, mientras ésta le humillaba a él de vuelta, que negoció con Santos Cerdán cuando Santos Cerdán aún estaba en libertad, le hizo una autopsia tardía e innecesaria al gran bulo que cubre la vida política de este país desde las elecciones del 23 de julio. Nunca hubo mayoría, jamás Pedro Sánchez ha gozado de nada parecido. Y menos aún, existió ni por asomo una mayoría progresista. Lo único que ha habido desde aquel resultado endiablado es un acuerdo para bloquear que el PP, el ganador de los comicios, gobernara. Anunció con mucha pompa la decisión de romper con el PSOE cuando jamás habían tenido la intención de remar hacia el mismo lado, cuando lo único que les unía era que no se hundieran sus barcas. Nunca quisieron que el país avanzara, solo que su tripulación siguiera a flote.

La presidenta de Extremadura, María Guardiola, y el consejero de Vox en el Gobierno de la Junta de Extremadura, Ignacio Higuero, comparecen ante los medios este viernes en Mérida.
EFE/ Jero Morales

En Extremadura, María Guardiola, la primera mujer en presidir la Junta, poco después del dramatismo sobreactuado de los de Junts, se dirigió a sus paisanos para anunciar la convocatoria de elecciones anticipadas para el 21 de diciembre, abriendo así el ciclo electoral en España. La extremeña compartió esta decisión y explicó el motivo. Tras la negativa del PSOE y de Vox de aprobar los presupuestos, que son la clave de bóveda, el esqueleto y la columna vertebral, de los cambios y los avances que se quieren implementar, no tenía sentido continuar en el poder. Ya lo dijo la propia Guardiola en campaña, y esto sí que lo ha cumplido: «No quiero el poder, quiero el Gobierno». Querer el poder es querer estar sentado a toda costa, pase lo que pase, en el trono, sin importar si estás haciendo algo para mejorar la vida de las personas a las que gobiernas. Querer el Gobierno, en cambio, es querer trabajar para que tu tierra avance, utilizar tu influencia para llevar a cabo medidas que consoliden el cambio de tendencia que Extremadura pidió en las urnas.

La decisión de Guardiola es una decisión coherente, pues viene a plantear algo que debería ser básico en democracia: Si no puedo llevar a cabo las recetas que precisa mi tierra, si no puedo aprobar mi hoja de ruta de gasto, para qué voy a alargar una agonía y una impotencia que lo único que va a conseguir es encallar ese progreso que quiero llevar a cabo. Es curioso, y dice mucho del acierto del PP en Extremadura, como tanto el PSOE, Podemos y Vox, en esta nueva escenificación de la triple pinza, se han puesto de acuerdo no solo para obstruir las cuentas, también para compartir argumentario sobre el adelanto. Dicen muy indignadas ahora las tres formaciones que Guardiola ha echado mano del tacticismo porque ni siquiera ha esperado a que se votasen las enmiendas. Enmiendas que ellos mismos se habían ocupado de dejar claro que no cambiarían nada. O sea, tenemos a tres formaciones pataleando porque la presidenta en vez de someterse al absurdo callejón sin salida que le proponían estos partidos con un bloqueo perjudicial para Extremadura, ha decidido darles voz a los extremeños.

El secretario general del PSOE de Extremadura, Miguel Ángel Gallardo, ofrece una rueda de prensa para trasladar la posición del Partido Socialista en Extremadura, tras la reunión celebrada en el entre el Gobierno de España y la Generalidad de Cataluña, en el marco de la financiación singular de Cataluña
EFE/ Jero Morales

Guardiola acierta, pues muchas veces lo correcto y lo estratégico confluyen. Y ésta es una de esas ocasiones. No solo proyecta un ejemplo de política seria, desmarcándose de esa corriente actual de perversión de lo institucional, sino que también pilla a pie cambiado a un Partido Socialista totalmente roto internamente, cuyo líder en la región, Miguel Ángel Gallardo, llega con su reputación hecha añicos, sin chance para armar un discurso coherente que le permita pelear por los comicios sin que se le recuerde su participación en el caso del hermano de Sánchez y sus extravagantes cacicadas para aforarse a toda prisa en la Asamblea extremeña. El PSOE tiene una grieta enorme de la que, por poco que sea hábil Guardiola, podrá sacar la mayoría absoluta que le hace falta para consolidar su proyecto de cambio.

Además de todo esto, el paso al frente de la presidenta extremeña pone ante el espejo al PSOE de Pedro Sánchez, que lleva dos años gastando sin tener aprobadas las cuentas, incumpliendo de manera flagrante el mandato constitucional. El favor que le ha hecho a Génova 13 es mayúsculo, pues retrata y hace una línea entre dos modelos. Uno el de los que quieren el poder por el poder, sin importarles tener que pactar con quien sea, aunque eso no signifique poder sacar leyes adelante. Y otro el de los que quieren gobernar, y frente a los bloqueos, en vez de quedarse apalancados con la sopa boba, se ponen en marcha para darle la voz a la ciudadanía y salir del bloqueo. El PP tiene el slogan a huevo: Usted a Perpiñán, nosotros a Extremadura.

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