Profesiones imposibles

Laura Moriña maneja una grúa de 15 metros de altura: “Hay que tener mucha precaución y estar siempre concentrada porque cualquier movimiento, cuenta”

Laura representa una nueva generación de trabajadoras que se abre paso en sectores tradicionalmente masculinos demostrando su valía desde la práctica del día a día

Laura Moriña trabaja como gruista en Atlantic Copper, principal productora de cobre en España, en su complejo industrial de Huelva. La compañía cuenta con un 20% de empleo femenino, casi el doble de la media del sector, y Laura forma parte de ese porcentaje.

Su oficio, poco habitual entre mujeres, requiere mucha responsabilidad y concentración. Desde la cabina de su grúa, de 15 metros de altura, maneja toneladas de cobre fundido cada día. Su historia demuestra que la curiosidad y la perseverancia pueden abrir camino en sectores donde hasta hace poco apenas había presencia femenina.

“Cuando empecé a trabajar en el ámbito industrial pasé por diferentes puestos. Estando de auxiliar de moldeo en la fundición de cobre me llamaba mucho la atención el trabajo con las grúas. Me sorprendía que no hubiera ninguna mujer haciéndolo y eso me motivó aún más. En ese momento me ofrecieron la oportunidad de formarme para manejar la grúa y acepté sin dudarlo, y desde entonces me encanta lo que hago”, explica Laura.

El cobre fundido se transporta desde unos convertidores hasta unos hornos de afino, por lo que requiere gran precisión y concentración para evitar accidentes puesto que la carga puede llegar a pesar hasta 50 toneladas. “Lo que más respeto me da es la responsabilidad que tenemos al mover tantas toneladas, y más aún sabiendo que lo que transportamos es cobre fundido. Hay que tener mucha precaución y estar siempre concentrada, porque cualquier movimiento cuenta”, asegura.

Rutina y responsabilidad

Cada jornada empieza con una revisión minuciosa de la maquinaria. “Un día normal de trabajo para mí empieza revisando la grúa. Me aseguro de que todo esté en perfecto estado, porque sé que la seguridad depende de cada detalle. Una vez comprobado todo, subo a la cabina y comienzo con las tareas que haya que realizar en ese momento”, detalla.

Su trabajo se organiza por turnos. “Puedo estar de mañana, tarde o noche, y cada jornada dura 8 horas. Durante esas horas, me dedico a mover y transportar cobre fundido u otros materiales, siempre prestando mucha atención y con gran concentración. Aunque la rutina se repite, cada turno puede traer nuevos retos, y la sensación de estar arriba, manejando toneladas desde la cabina, siempre me recuerda la responsabilidad que tengo”.

Ser mujer en un entorno masculino no le ha supuesto un obstáculo, aunque sí atrajo algunas miradas al principio. “Al principio, sí sentí cierta atención extra por ser mujer en un entorno mayoritariamente masculino, pero nunca fue negativa. Mis compañeros y formadores siempre me trataron con respeto y profesionalidad, y eso me permitió aprender y desarrollarme con confianza”, recuerda.

Con el tiempo, el cambio ha sido visible. Ya nadie se fija en si quien dirige la grúa es un hombre o una mujer, es simplemente, una profesional. “Al principio se sorprendieron de que una mujer se interesara por el puesto de gruista ya que nunca antes había habido mujeres gruistas. Pero siempre me trataron como una más, me apoyaron y se implicaron en enseñarme lo mejor posible. En mi opinión cada profesional aporta unas cualidades diferentes independientemente del género que sea”.

Su experiencia la ha convertido en un referente para otras mujeres que quizá nunca se habían planteado desempeñar un trabajo como el suyo. “Les diría que no se pongan límites antes de probar. Si algo te llama la atención, aunque parezca un mundo mayoritariamente masculino, puedes hacerlo igual que cualquiera. Con esfuerzo, constancia y ganas, se puede aprender cualquier trabajo de maquinaria pesada o de lo que te propongas, y además te da mucha satisfacción demostrar que las mujeres también podemos trabajar en un mundo que antes era de hombres”, anima.

El futuro, dice, ya está cambiando. “Creo que mi profesión será cada vez más igualitaria. Cada vez somos más mujeres ocupando puestos que antes ni se imaginaban. En mi puesto de trabajo, como gruista, ya somos tres chicas, incluyéndome, y eso demuestra que también podemos hacerlo igual de bien que ellos”, explica.

Laura representa una nueva generación de trabajadoras que se abre paso en sectores tradicionalmente masculinos demostrando su valía desde la práctica del día a día. Con rigor y pasión por su oficio, reivindica algo tan simple como poderoso: la igualdad real en el trabajo empieza por atreverse a ocupar lugares donde antes no había mujeres.

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