En España, 2.453 presas vigilan los ríos y embalses del país, pero muchas de ellas empiezan a sentir el peso del tiempo. Más de 600 superan el medio siglo y un centenar tiene más de 100 años de antigüedad, cuando su vida útil estimada es de 50. Al mismo tiempo, un 40% de las presas se ubican en zonas donde una rotura afectaría gravemente a núcleos urbanos. Por ello, más de un millón de personas en el litoral mediterráneo viven en zonas de riesgo grave. Solo en la presa de Forata, que resistió durante la DANA de Valencia, más de 110.000 habitantes quedarían expuestos en caso de fallo.
“El mantenimiento de estas infraestructuras atraviesa un momento crítico”. Así lo advierte María Cruz Díaz, presidenta del Instituto de Ingeniería de España (IIE), en una entrevista con Artículo14, donde desgrana los riesgos y desafíos de la gestión hídrica nacional. La charla coincide con la publicación de un Manifiesto de la Asociación de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y de la Ingeniería Civil, que alerta sobre el envejecimiento de las presas, las deficiencias de mantenimiento y la falta de inversión pública.
Según los últimos datos, más del 75% de las empresas con titularidad estatal carecen de planes de emergencia, ¿Qué factores han llevado a esta situación y por qué son tan importantes?
Principalmente, es por no preservar lo que tenemos. Ten en cuenta que las presas, en España, son un patrimonio que nos asegura energía, regadío, agua… Y los patrimonios, como siempre, hay que cuidarlos. Sin embargo, aquí siempre hemos estado faltos de planes estratégicos y cuando se han hecho, muchas veces ha sido sin tener en cuenta a los expertos.
Los planes estratégicos generales existen, pero no son específicos para cada presa. ¿Verdad que no es lo mismo que se incendie un chalé en las afueras que un piso en el centro? Aquí ocurre igual. Lo que queremos es ser los primeros en actuar para estar listos frente a lo peor. La naturaleza es imprevisible y eso no lo podemos evitar. Pero sí podemos minimizar los daños a la población.
¿Cuáles son las mayores deficiencias que registran ahora mismo las presas, comprometen la seguridad realmente?
Si se comprometiera la seguridad de una forma clara, lo hubiéramos denunciado al instante. Pero sí que hay posibilidades de que se llegue a ese punto. Lo que nos preocupa es el asentamiento, el que pueda haber fugas o el rellenado. Imagínese que ha nevado mucho, luego viene el verano, el deshielo, y cae el agua en una presa que ya estaba llena por las lluvias… Pues no se va a romper, pero sí que va a rebosar.

¿Qué implica que una presa se desborde?
Pues el efecto inmediato es un desfogue. Una riada importante, que puede afectar a los ciudadanos aguas abajo, ya que hay pueblos muy cercanos a las presas. Por eso pedimos especificidad: saber qué pasa, cómo está esto y qué puede ocurrir. Aunque algunos factores nunca se han dado, como la cantidad de lluvia en la DANA de Valencia, es posible que ahora los suframos. Por eso es fundamental tenerlos calculados con un margen de seguridad elevado.
Una de las soluciones que proponen ustedes es la creación de un gestor independiente. ¿Por qué es necesario y quién podría ser?
Lo primero es asegurar que nosotros no vamos ni contra el Gobierno ni contra nadie. Pero sí que hemos visto algunas decisiones que no están hechas con un criterio técnico, y que incluyen opiniones de sectores que no han realizado ningún estudio. Mire, este verano tuvimos el problema de los incendios. En la cuestión de protección de los cauces, ¿qué pasó? Que cuando el incendio llegó a los ríos, prendieron, porque se había acumulado material encima del curso del agua y entonces en vez de parar el incendio, ya que suelen funcionar como cortafuegos naturales, aquello fue una mecha tremenda. Esto se habría arreglado limpiando antes.
Pues esto es lo mismo, es prever. Por eso pensamos que la planificación tiene que ser abordada urgentemente. No poner parches, sino seguir un programa de mantenimiento, llevado a cabo por técnicos. ¿Quién podría ser? Eso habría que analizarlo. Pero sí que hay muchas ingenierías implicadas.
¿Qué papel deberían tener las confederaciones hidrográficas?
Yo creo que hay que escucharlas porque son las que mejor saben qué pasa. Las confederaciones tienen la historia de lo que ha ido ocurriendo en el terreno y, por lo tanto, les corresponde un papel muy importante en la gestión.
¿Qué volumen de inversión se precisa para poner al día a las presas españolas?
Creo que es una pregunta difícil. Sé que se han empleado 150 millones y yo lo estimo muy insuficiente. Además, conviene más una inversión continuada que una inyección puntual de dinero. Porque muchas veces si tienes una cuantía de fondos grande a la hora de gestionar te lo tienes que gastar y puede haber prisas o errores en el gasto por la falta de planificación.
En cuanto a los motivos de la infrafinanciación, está el olvido del patrimonio, aunque las estemos usando. Ignoramos la importancia que tienen las presas: si no tuviéramos ninguna, en España solo podrían vivir ocho millones de personas. Además, siempre se ha pecado de un exceso de confianza en su seguridad y el dinero necesario para su mantenimiento se ha derivado a otros proyectos. Ahora, con un clima un poco más espasmódico y extremo, la sensación de urgencia se ha incrementado.
La DANA del pasado 29 de octubre volvió a poner en el punto de mira la infraestructura hidráulica del país. ¿Qué papel jugaron las presas ese día?
En la DANA no ocurrió más porque las obras, los canales de riego, las balsas y las presas resistieron. Muchas no se rompieron, sobrepasaron la capacidad de embalse porque nunca se había registrado tanta lluvia en la historia. Si hubieran roto, habría sido otra cosa. Aun así, se vuelve a poner en valor la gestión. No se puede decir “ahora dejo esta área a la naturaleza”. La naturaleza es eso, cuando se pone brava, mejor apartarnos. Pero si la prevemos y la tenemos controlada, se puede reducir el daño.
Luego están las autoridades, hace unos días, con los más de 400 m² de agua que cayeron, no pasó nada. Recuerdo una niña de 14 años que dijo en la radio: “Hemos comprado pilas y hemos subido los enchufes a alto”. Esa niña ya tenía un concepto de lo que había que hacer. Eso es un plan. Lo que no puede ser que el plan llegue después de 228 vidas perdidas. Por eso ahora pedimos ser escuchados antes. La importancia está en la planificación. Y cuando se trata de seguridad, hay que considerar siempre la máxima histórica de los factores adversos y no las medias, para cubrirnos lo máximo posible.
¿Cómo se puede prevenir que una presa rebose con agresividad, como ocurrió en la DANA?
Generalmente, las presas tienen sistemas de contención que permiten desbordar controladamente. Si llueve seis veces más de lo previsto, es complicado, pero los datos máximos históricos se toman en cuenta para eso.

¿Consideran necesaria la construcción de depósitos anexos o sistemas secundarios de desagüe?
Sí, en algunos casos se requiere, incluso, presas más pequeñas en las cabeceras. Esto tiene que verse como una medida positiva, no como un cambio forzado del río. El río sigue su curso, y cuando se pone violento, va por donde le da la gana. Por eso hay que delimitar las zonas de riesgo, evitar urbanizaciones en ellas y prever medidas de contención, alertas y planes de emergencia para la población.
La presa de Forata (Valencia) redujo a la mitad el caudal máximo el día de la DANA, pasando de 2.000 m³/s a 1.100 m³/s, lo que evitó un daño aún mayor aguas abajo, ¿Pudo estar comprometida la presa en algún momento?
Que yo sepa, no. Cumplió su función. Y en general, los fenómenos meteorológicos tan adversos como los del año pasado pueden repetirse en la zona debido al calentamiento, especialmente del mar Mediterráneo. Pero esto se tiene en cuenta al diseñar y calcular nuevas estructuras. Es cierto que encarece los proyectos, pero los asegura.
¿Qué fallo ese día?
Uno de los fallos generales fue la alarma y la falta de previsión en cabecera. Hubo zonas donde no cayó agua, y todo dependió del sistema de avisos. También la gestión de los cauces podría haberse abordado de otra forma.
¿En qué sentido?
Los cauces, cada uno, tiene sus características, por lo que no se puede dejar que crezca la vegetación solo porque “esté más bonito”. Me puede gustar que el entorno se vea cuidado, pero en el momento crítico, eso puede generar problemas. Además, hay que tener en cuenta otros factores que se suman; en este caso, la sequía fue determinante. En esos cauces había mucha maleza seca y rota que, cuando llegó el agua, creó embalses. Por eso es fundamental gestionarla, retirarla y prever cómo actuar cuando se forma un embalse.
Una vez que rompe, y rompe porque es madera seca, arrastra con mayor fuerza, más agua y genera peligros adicionales. Por eso, la gestión adecuada del cauce es clave para prevenir riesgos.




