Los incendios forestales en España han alcanzado cifras devastadoras en 2025. Más de 391.000 hectáreas —el equivalente a toda la isla de Mallorca— han ardido en lo que va de año, convirtiéndose en el peor ejercicio desde 1994.
Las estadísticas no solo reflejan la magnitud del desastre, sino también una incómoda realidad. La mayoría de estos fuegos han sido provocados por la mano humana. Ya sea por negligencia o de manera intencionada.
Los datos del Sistema Europeo de Información sobre incendios forestales confirman que 2025 pasará a la historia como uno de los años más negros en materia medioambiental. Hasta finales de julio, el balance era relativamente bajo, con unas 42.000 hectáreas afectadas. Sin embargo, en agosto las cifras se dispararon con más de 340.000 hectáreas calcinadas en apenas tres semanas.
Provincias como Zamora, León, Ourense, Cáceres o Palencia han sido algunas de las más castigadas. Dejan tras de sí un paisaje desolador y comunidades enteras en estado de emergencia.
El factor humano: la gran causa de los incendios
El Ministerio para la Transición Ecológica estima que el 96% de los incendios forestales en España tienen su origen en la acción humana. Esto incluye tanto los fuegos provocados intencionadamente como aquellos que surgen por imprudencias o descuidos.
La Fiscalía General detalla en su memoria de 2023 que el 68% de los casos se deben a negligencias —como quemas agrícolas mal controladas o colillas arrojadas al monte—, mientras que cerca del 20% responden a intencionalidad. Esta tendencia evidencia que, lejos de ser accidentes fortuitos, muchos de los desastres están vinculados a conflictos sociales y económicos enquistados en el medio rural.

Durante este verano se han producido más de 30 detenciones relacionadas con incendios forestales. La Guardia Civil y la Policía Nacional han investigado a casi un centenar de personas en todo el territorio.
Entre los casos más llamativos se encuentra el de un vecino de Petín (Ourense), arrestado por encender un fuego para crear un cortafuegos, con el apoyo de parte de sus vecinos. También destaca la detención de una octogenaria acusada de varios conatos en Celanova (Ourense).
En Zamora, un hombre fue arrestado tras un incendio en Puercas de Aliste que arrasó más de 4.000 hectáreas, originado en un depósito irregular de residuos y vidrios. Y en Ávila, un empleado vinculado a la extinción de fuegos fue detenido por provocar un incendio en Cuevas del Valle que superó las 2.000 hectáreas. Pero, entonces, ¿existe algún patrón? ¿Alguna razón que explique esto?
¿Cuál es el perfil del pirómano?
Los incendios forestales intencionados responden a múltiples motivaciones. Venganzas personales, intereses económicos ligados a terrenos agrícolas o urbanizables, incluso patologías psicológicas.

Según WWF España, el 55% de los incendios provocados tienen detrás un conflicto social o económico. En algunos casos, los detenidos son personas con problemas de integración, antecedentes delictivos o vecinos que, de manera irresponsable, creen actuar en beneficio de su comunidad.
Este patrón hace especialmente difícil la prevención. A fin de cuentas, el fuego no siempre surge de un acto aislado, sino de tensiones arraigadas en determinadas zonas rurales.
Un Código Penal severo, pero de difícil aplicación
El Código Penal español establece penas de entre 10 y 20 años de cárcel para quienes provoquen incendios forestales que pongan en riesgo vidas humanas. En los casos menos graves, las sanciones van de uno a seis años, con multas adicionales.
Sin embargo, identificar a los responsables es un desafío mayúsculo. Apenas en un 17% de los incendios provocados se consigue identificar al culpable y solo en un 2% se logra detenerlo. Esta impunidad convierte a los incendios forestalesen uno de los delitos ambientales más difíciles de perseguir.