Pedro Sánchez debe pensar que, a estas alturas, el país está ingobernable al estilo de la canción de C Tangana y que a la gente ya no le vale ni con sus buenas intenciones, ni con sus buenas acciones, así que, lo único que le queda, es responder a la realidad con relatos alternativos. El caso Salazar ha quedado reducido, por ejemplo, según el presidente, a un tema “de acoso laboral”, y es que el acoso, dice, “es un problema estructural”. Vamos que, al ser de todos, no se le puede culpar a él personalmente de nada.
Para demostrarlo, el PSOE se ha apresurado a denunciar ante el Supremo por delitos de índole sexual, malversación y tráfico de influencias, al alcalde popular de Algeciras, José Ignacio Landaluce. Así, esparciendo la sombra de sospecha sobre el principal partido de la oposición (que no digo yo que no la tenga que haber), se demuestra eso del “y tú más”. Es enternecedor, incluso, que, después de meses de inacción y días de silencio ante las denuncias contra su amigo Paco Salazar, Pedro Sánchez haya salido a la palestra para admitir que el feminismo “nos da lecciones a todos”, a él “el primero”. Y aquí paz y después, gloria, no vaya a ser que a las votantes se les olvide que el PSOE es un partido muy feminista.
Los socialistas acumulan casos de corrupción y de acoso, cosechan sonoras derrotas en el Congreso, tendrán imposible sacar los presupuestos adelante y sus perspectivas electorales en las elecciones que vienen o que van a venir (Extremadura, Aragón, Andalucía, Castilla y León) no parecen ser muy buenas, por eso Sánchez ha fiado todo su capital político a que Abascal le haga el juego sucio apostando por posiciones de máximos en sus pactos con el PP.
Pero en el mundo real los españoles siguen con muchos problemas que nadie quiere o sabe solucionar. Ya se lo decía ayer Gabriel Rufián en el Congreso: “A usted no le va a echar la corrupción, le va a echar el coste de la vida”. Y puede pasar, cierto es, sobre todo porque Rufián ha demostrado que no serán ellos los que censuren al Ejecutivo por este tema y que su partido seguirá mirando hacia otro lado ante cualquier escándalo que afecte al PSOE porque la alternativa siempre será peor. Y qué decir del PNV, que siempre da un toquecito de atención al Gobierno así, como un pellizquito de monja, no vaya a ser que el PSE cambie de opinión y apoye a Bildu para la Lehendakaritza y que, de paso, se queden sin colocar a sus dirigentes salientes, como han hecho con Andoni Ortúzar, que acaba de fichar para el consejo de administración de Movistar + en pleno ERE que va a dejar en la calle a 5.500 personas. ¿Quién necesita la patria vasca teniendo ese colchón tan confortable en el estado opresor?
Por si todo esto fuera poco, La Audiencia Nacional ordenó ayer la detención de Leire Díez y del expresidente de la SEPI, Vicente Fernández, por presuntas irregularidades en la adjudicación de contratos públicos. Con esto ya, lo de “sólo son tres jetas”, no se sostiene, pero tampoco pasará nada. Los socios seguirán tragando y pensando que la montaña de casos de corrupción es sólo una colina con una vereda muy transitable todavía.
Vivimos en el mundo al revés y el panorama está tan loco que un diputado en prisión ha pedido votar telemáticamente recordando que vive “en una situación de excepcionalidad” y que su voto “es fundamental en una democracia plena” como la nuestra. Si no fuera todo tan dramático, habría que reírse.



