Este jueves, Iván Espinosa de los Monteros presentó Fundación Atenea, un think tank llamado a tender puentes entre Vox y el Partido Popular. La reconciliación, sin embargo, quedó en segundo plano. Independientemente de si el acto fue “descafeinado” para unos y “útil” para otros, la fotografía confirmó lo que ya sabíamos: los laboratorios de ideas siguen estando mayoritariamente integrados por hombres.
Los think tanks nacen como fábricas de ideas, espacios donde se destila poder en los márgenes del poder formal. Pero, en España, esos laboratorios siguen teniendo la misma fotografía desde hace décadas: hombres que piensan, hombres que escriben, hombres que deciden. Pocas mujeres aparecen en los organigramas y, cuando lo hacen, rara vez en primera línea.

“Los think tanks son una forma de influir en el poder desde los márgenes; y ese ambiente y esa dinámica la conocen mejor los hombres”, explica Celia Zafra, directora de Political Watch. La constatación es sencilla: el poder intelectual también está masculinizado.
Lo práctico y lo estratégico
Zafra identifica un segundo factor, menos visible, pero igual de determinante. “Nosotras hemos sido siempre más prácticas, centradas en ejecutar más que en pensar por qué”. La división no es solo cultural, sino también de tiempos y prioridades. Lo operativo ha recaído históricamente en las mujeres; lo estratégico, en los hombres. Y el pensamiento estratégico, recuerda Zafra, exige algo más que eficacia inmediata: “Somos las que resuelven, las que organizan. Pero la estrategia necesita tiempo, reflexión, contactos, se cuece a fuego lento”.

Ese reparto desigual explica por qué en la mayor parte de estos movimientos las mujeres siguen infrarrepresentadas. No es que no existan, ni que no tengan capacidad. Es que han sido desplazadas hacia la ejecución, mientras otros ocupan el terreno de la planificación. “Hemos estado tan centradas en resolver lo práctico que nos han comido el terreno en lo estratégico”, resume Zafra.
Un ecosistema masculino
Hay otro elemento menos confesable: las redes de sociabilidad masculina. “Ese tipo de think tanks básicamente trasladan la dinámica de las comidas en los reservados a la empresa. Y nosotras siempre hemos pintado poco ahí”. La frase describe con precisión ese espacio invisible donde se fabrican complicidades: los reservados de los restaurantes, los cafés de media tarde, los círculos privados. Lo que en política se llama “cocina” y en la empresa “networking” es, en realidad, un ecosistema masculino.
De ahí que la mayoría de los grandes think tanks españoles –FAES, Civismo, Instituto Juan de Mariana- tengan organigramas dominados por hombres. Existen excepciones, sí, como la Fundación Woman Forward e iniciativas en políticas de género y justicia social con más presencia femenina. Pero en los centros que marcan la estrategia económica, internacional o de seguridad, la mujer sigue siendo invitada ocasional.
La paradoja pendiente
La contradicción es evidente. España ha avanzado en cuotas, en presencia parlamentaria, en dirección corporativa y en puestos de liderazgo. Pero cuando miramos a los espacios donde se cocina la estrategia, las mujeres siguen ausentes. En la mayor parte de los laboratorios de ideas sigue faltando la mitad del talento.