La supervivencia de Sumar

Yolanda Díaz presiona a Irene Montero mientras gana batallas en Moncloa

Los morados obvian su llamamiento, celebrado por IU y Comunes. La vicepresidenta segunda, que durante semanas ha confrontado públicamente con el ala socialista, logra apuntarse dos tantos con la reducción de la jornada laboral y la subida del SMI

Yolanda Díaz logra algo de oxígeno político. La vicepresidenta segunda del Gobierno y principal referente de Sumar celebra estos días el acuerdo alcanzado con el ala socialista del Ejecutivo para aprobar, este martes, el anteproyecto de ley que instaurará la reducción de la jornada laboral (de 40 a 37,5 horas semanales), la propuesta estrella de su formación en las pasadas elecciones.

Se tramitará por la vía de urgencia, por lo que previsiblemente aterrizará en el Congreso de los Diputados en el próximo periodo de sesiones, antes del 1 de julio. En paralelo, el Gobierno ha llegado a un pacto con los sindicatos para establecer en 50 euros brutos mensuales la subida del salario mínimo interprofesional. Pasará de 1.134 euros a 1.184, en 14 pagas.

A esto se une que el Consejo de Ministros prevé aprobar el anteproyecto de la reforma de las leyes de discapacidad y dependencia, ya el 11 de febrero. Es una línea de actuación prioritaria para el ministro de Derechos Sociales y Consumo, Pablo Bustinduy, que en diciembre se quejó públicamente por el retraso en impulsar un texto legal que ya estaba “listo”.

El ministro de Sumar también ha ganado presencia pública estos días por los dardos del CEO de Ryanair, Michael O’Leary, después de que Consumo decidiese imponerle una multa millonaria. El giro del ala socialista para buscar un pacto con Junts que hiciese viable un nuevo decreto ley ómnibus también fue celebrado por los magentas, que desde el principio urgieron a una respuesta legislativa inmediata a la derogación del decreto original.

Díaz, que confrontó abiertamente con Podemos por su rechazo al “ruido” en la coalición como elemento de presión al PSOE, ha marcado un nuevo umbral de decibelios en su combate con el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, a cuenta de sus discrepancias sobre la reducción de jornada.

Con las encuestas en rojo y con el temor a que las dificultades para legislar empujen a sus potenciales votantes a la abstención, la vicepresidenta segunda ha hecho avances para desmarcarse del PSOE. Aún tiene un pulso abierto con la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a cuenta de si el SMI debe estar exento de tributar por el IRPF.

Podemos obvia la presión

Y es precisamente en la semana en la que se han registrado estos avances cuando Díaz, que dimitió como coordinadora de Sumar por los malos resultados en las elecciones europeas, ha entrado en un terreno que llevaba año y medio evitando, desde las elecciones del 23-J.

Desde el lunes, en al menos tres entrevistas en medios de comunicación, la también ministra de trabajo ha llamado a la izquierda a volver a entenderse. Y ha advertido a Podemos, sin citarle, de que serán quienes no participen en esta reedición de la alianza de las últimas generales los que deban explicar su ausencia. “Quien no quiera estar ahí lo tiene que explicar”, sentenció el lunes.

Izquierda Unida (IU) y los Comunes han avalado este planteamiento, que la coalición de Antonio Maíllo lleva abanderando desde hace meses. Sin embargo, Díaz abre el melón cuando su papel en el partido Movimiento Sumar aún está por aclarar en la asamblea que tienen prevista en marzo. Sin establecer cauces concretos, sin aportar plazos y sin elecciones a la vista, por primera vez en varios años.

La vicepresidenta segunda trasladaba así la presión sobre los morados, que han optado por obviarla. No hay urgencias electorales, ni creen que les beneficie hablar de la interna. Sus discursos están centrados en cuestiones políticas, como en reiterar sus exigencias para sentarse a negociar los Presupuestos Generales del Estado para 2025, o en sus prioridades de actuación como partido. 

A las diferencias políticas se unen las personales: ni el partido de Ione Belarra comparte las posiciones de Díaz, que considera demasiado próximas a las del PSOE, ni cree que esté afrontando debidamente la batalla cultural con la derecha y la ultraderecha. Y es más contundente en sus críticas al PSOE por su decisión de priorizar a Junts en algunas de las negociaciones parlamentarias, en lugar de mimar particularmente a los aliados de izquierdas. Los morados no gobiernan, pueden ser más duros.

Y entienden que sus tesis sobre la importancia de presionar a los socialistas se han visto avaladas esta misma semana con la prórroga de la prohibición de desahuciar a personas vulnerables. Inicialmente, Junts se opuso, pero finalmente el Ejecutivo logró incorporarla a la nueva norma. Leen que, empujando con más fuerza, es posible estrujar al PSOE. Y suelen criticar que los partidos de la alianza Sumar no parecen convencidos de lo propio.

Tampoco han olvidado el veto a la eurodiputada y exministra de Igualdad, Irene Montero, en las listas al 23-J. La estrategia electoral que contemplan pasa por el retorno de Montero, que ha ido recuperando presencia mediática en los últimos meses, para estudiar postularse como candidata.

Por lo pronto, sigue sin haber comunicación entre Movimiento Sumar y Podemos. Los pocos puentes que existían desde la salida unilateral de los morados del grupo parlamentario estallaron un par de meses después. Cuando Podemos votó en contra del decreto que contenía la modificación del subsidio por desempleo, en enero de 2024, los de Díaz dijeron basta. Los 4 diputados morados les obligaron a corregirlo para darles sus votos y se apuntaron un tanto. Sin urgencias a la vista, ninguna de las partes tiene demasiado interés por recuperar los cauces de diálogo.