La cara oculta de los incendios forestales: el daño que no se ve y que pronto se olvida

Los incendios forestales en España nos recuerdan, verano tras verano, que lo que arde no son solo campos, sino formas de vida

Una impactante imagen de los incendios forestales que arrasan España.
EFE/ Brais Lorenzo

Los incendios forestales en España son cada verano noticia de apertura en informativos y portadas de prensa. Las llamas, el humo y los testimonios de evacuados ocupan durante días la conversación pública. Sin embargo, cuando el fuego se extingue y los focos informativos se trasladan a otro lugar, comienza un periodo más duro y silencioso: la reconstrucción de lo perdido. Ahí está la verdadera tragedia. La que no sale en televisión y que, en muchos casos, marca para siempre a quienes viven en los territorios afectados.

Los incendios forestales en España dejan tras de sí montes ennegrecidos, animales muertos o desplazados, viviendas calcinadas y campos improductivos. Pero lo más difícil de sobrellevar no siempre es lo material. Para muchos vecinos, regresar al lugar arrasado significa reconocer que su vida cotidiana ha cambiado de forma irreversible.

“Es como si hubieran borrado de un plumazo el paisaje en el que crecimos”, repiten con frecuencia quienes regresan tras un incendio. Esa sensación de extrañeza, de vivir en un territorio irreconocible, es una herida invisible que la cobertura mediática apenas alcanza a mostrar.

El golpe económico que no se cuenta

Más allá de la destrucción de los bosques, los incendios forestales en España arruinan economías locales enteras. Ganaderos que pierden sus pastos, apicultores que ven desaparecer en un día las colmenas levantadas durante décadas, agricultores que contemplan cómo el suelo fértil queda convertido en polvo estéril.

Los incendios forestales en España
Los habitantes que lo han perdido todo en los incendios.
EFE/ Brais Lorenzo

El turismo rural, que en muchas comarcas se ha convertido en una fuente de ingresos esencial, sufre también un golpe severo. Un valle ennegrecido, aunque sea solo en parte, aleja visitantes durante años. Lo que antes era un destino idílico se convierte en un recuerdo de cenizas. Y esa caída en el número de viajeros implica cierres de casas rurales, restaurantes y pequeñas tiendas.

El laberinto de las ayudas oficiales

Tras los grandes incendios forestales en España, el Gobierno suele declarar las zonas afectadas como “áreas de emergencia de protección civil”. Eso abre la puerta a indemnizaciones, exenciones fiscales y subvenciones para la recuperación. Las comunidades autónomas también activan sus propios planes de ayuda y la Unión Europea dispone del Fondo de Solidaridad.

Sin embargo, el principal problema es la lentitud. Entre la solicitud de las ayudas y su llegada pueden pasar meses o incluso más de un año. En ese tiempo, los afectados ya han tenido que vender parte de su ganado, endeudarse para sobrevivir o abandonar el pueblo en busca de otra forma de vida. El fuego se extingue en días. La burocracia, en cambio, quema durante mucho más tiempo.

Los incendios forestales en España
Vecinos y bomberos intentan aplacar el fuego que afecta a la aldea de Lamas (Cualedro), en Ourense.
EFE/Brais Lorenzo

Además, los incendios forestales en España dejan un impacto psicológico profundo. Para los adultos, significa vivir con miedo cada verano, atentos al viento, al calor y a cualquier columna de humo en el horizonte. Para los niños, es un recuerdo de desarraigo: la evacuación, el olor a humo, el regreso a una casa que ya no es la misma.

En algunos pueblos, equipos de psicólogos rurales han trabajado para acompañar a las familias. Pero los recursos son escasos. La mayoría del duelo y la resiliencia se procesa de manera comunitaria: vecinos que se apoyan entre sí, conversaciones que se repiten en bares y plazas, un intento colectivo de superar la pérdida.

La memoria frente al olvido

La paradoja es que mientras un incendio acapara portadas durante tres días, la recuperación dura décadas. Un bosque mediterráneo necesita entre treinta y cuarenta años para recuperar una masa forestal similar a la previa. Y, en muchas ocasiones, nunca vuelve a ser igual. La biodiversidad perdida no se recompone fácilmente.

Pero la sociedad urbana, que consume las imágenes del fuego a través de una pantalla, pronto olvida. Ese desajuste entre la fugacidad del interés mediático y la lentitud del proceso real es uno de los grandes problemas de los incendios forestales en España: se recuerda el fuego, pero no el duelo.

Los incendios forestales en España
Vecinos y bomberos intentan aplacar el fuego que afecta a la aldea de Lamas (Cualedro), en Ourense.
EFE/ Brais Lorenzo

Expertos en medio ambiente insisten en que los incendios forestales en España no deben afrontarse solo con dispositivos de extinción, sino con políticas de prevención y de arraigo rural. Mantener vivos los pueblos, fomentar el pastoreo y la agricultura de montaña, y asegurar un paisaje mosaico que reduzca el riesgo de incendios es tan importante como tener más hidroaviones o brigadas.

Al mismo tiempo, es urgente replantear la gestión de ayudas: menos papeleo y más rapidez para quienes lo han perdido todo. Y, sobre todo, construir una narrativa pública que no olvide que tras las llamas hay vidas enteras marcadas.

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