Hay rincones de la Navidad madrileña que no buscan la espectacularidad de las luces ni el bullicio de los grandes mercadillos, sino el encuentro sereno con una tradición centenaria que todavía hoy se sostiene entre muros de piedra. Uno de ellos es la Feria de Productos Monásticos de la Fundación Contemplare, que regresa esta semana a la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor. Entre el 4 y el 8 de diciembre, el emblemático edificio se convierte en un escaparate único de alimentos, cosmética y artesanía elaborados por comunidades religiosas de España, Francia e Italia, una cita que se ha consolidado como uno de los grandes acontecimientos culturales y gastronómicos de las fiestas.
La feria reúne a más de 80 monasterios en su edición gastronómica y a más de 120 en el conjunto de actividades que Contemplare organiza durante este periodo. El objetivo es común: acercar al público urbano un millar de productos artesanos que encarnan el lema “ora et labora” (trabajo y oración), revelando el trabajo silencioso de monjes y monjas que hoy encuentran en estos encuentros una vía de sostenimiento económico y de conservación cultural. Para Contemplare, se trata también de reivindicar la espiritualidad como espacio de creación: cada pieza, explican, nace de un ritmo de vida que combina dedicación, técnica y oración.

Entre las propuestas más llamativas de este año aparecen innovaciones que actualizan los códigos tradicionales del dulce navideño. El turrón de matcha convive con las bolitas de macadamia y chai, el pistacho caramelizado, las galletas de queso o la morcilla para untar. Pero la feria mantiene su anclaje en los grandes clásicos: los mantecados y polvorones, las yemas de las clarisas, el mazapán moldeado de mil maneras, las garrapiñadas, el bizcocho marroquí y los panettone que ya se han convertido en una de las estrellas de la muestra. La convivencia entre lo antiguo y lo nuevo no es casual: refleja el modo en que muchos monasterios han sabido adaptarse al siglo XXI sin renunciar a los métodos artesanales que les otorgan su singularidad.
La propuesta de Contemplare no se limita a lo gastronómico. En los distintos expositores también se puede descubrir la vida paralela de los monasterios: sus huertos, sus panales de abejas, sus talleres de cerámica o de elaboración cosmética. De ahí nacen productos como la crema curativa de propóleos, el bálsamo de rosa mosqueta, el jabón de manteca de karité, el sérum de ácido hialurónico con extracto de verbasco, la crema hidratante para pieles atópicas o el champú de lavanda. Todos ellos enlazan tradición botánica, conocimiento ancestral y una creciente demanda actual por la cosmética natural.
La artesanía ocupa también un lugar central. Se presentan coronas de Adviento realizadas a mano, nacimientos de madera o arcilla y medallas creadas por las Hermanas de Belén. Entre las piezas más singulares destaca el Niño Jesús de Charles de Foucauld, con un diseño de inspiración oriental y un característico tono rojizo que simboliza la infancia vulnerable y la universalidad del nacimiento.
La Fundación Contemplare, impulsora de la feria, trabaja durante todo el año para mantener vivo este puente entre monasterios y público. Su labor incluye la gestión logística de los productos, la promoción de eventos similares en otras ciudades y una tienda online que reúne más de medio millar de referencias cuidadosamente seleccionadas. El proyecto nace de una convicción espiritual y cultural: preservar la riqueza de la vida contemplativa y facilitar que sus comunidades sigan existiendo en un tiempo en que muchas de ellas se enfrentan a dificultades económicas y al envejecimiento de sus miembros.
La feria de la Plaza Mayor permanecerá abierta del 4 al 8 de diciembre, de 11.00 a 20.00 horas, mientras que una selección especial de dulces tradicionales podrá adquirirse en ABC Serrano entre el 4 y el 20 de diciembre. Para quienes buscan regalos con historia —y con impacto directo en quienes los producen—, esta cita se ha convertido ya en un ritual navideño. Contemplare demuestra, un año más, que la Navidad también puede celebrarse desde la quietud, el cuidado y la belleza de un trabajo que une lo material y lo espiritual en una misma mesa.

