Cine

‘Emergency Exit’: la obra póstuma de Marisa Paredes llega a los cines

Emma Suárez y Aida Folch, parte de un numeroso elenco, recuerdan a la irrepetible artista, fallecida hace exactamente un año

Casi el mismo día que llega a las salas la película póstuma de Marisa Paredes, se cumple un año de su muerte. La coincidencia no es solo calendárica: la película de Lluís Miñarro (Love Me Not, Stella Cadente) evoca un limbo, un espacio suspendido donde la vida, el deseo y la desaparición dialogan sin jerarquías. En su última obra, Marisa irradia una belleza solemne y magnética, como si el cine, una vez más, hubiera sabido capturar algo que se resiste al tiempo. Miñarro recuerda con emoción que fue la única actriz a la que enseñó un primer montaje de la película. “Tres días después nos dejó”, cuenta. 

El impacto de ese gesto atraviesa todo el filme: Emergency Exit se convierte, sin proponérselo, en un regalo y también en una responsabilidad. “A veces me siento como un transportador de dejar este mensaje de ella”, confiesa. Nos queda en la memoria su gran personalidad y su máximo talento. Y en este enclave, como una sucesión generacional de talento y un proyecto totalmente coral desde el punto de vista actoral, Emma Suárez y Aida Folch recogen el guante que Marisa deja. Para ambas, Paredes es una “maestra”, y para Suarez ha sido muy especial compartir elenco con ella por los recuerdos que ha dejado en su vida, ya que hizo de su hija en Tata mía, de Jose Luis Borau, cuando tenía 16 años y se iniciaba en su carrera artística. “Me dio mi primer Goya”, relata. “Esa actriz, esa señora a la que yo admiraba tanto”, entregó a la joven promesa del cine español su reconocimiento por El perro del hortelano (Pilar Miró, 1996). Folch la define como una presencia irrepetible: “En la película está impresionante, es más Marisa que nunca”. Miñarro, por su parte, destaca su dominio absoluto del gesto mínimo: “Esta especie de desasosiego de gesto, de expresión mínima de la voz y de tempo, para explicar todos estos registros, o sea, el dominio del tempo, eso no lo tienen todas las actrices”. 

Miñarro concibe Emergency Exit como un ensayo libre, casi onírico, sobre la existencia. Un grupo de personajes viaja en un autobús que podría ser un ataúd, un tránsito o una pura construcción mental. No hay reglas claras de tiempo ni de espacio. “Es una película hecha desde la libertad”, afirma el director, que asume el riesgo como única manera posible de crear. “El cine no es un buen negocio, pero es la manera más elegante de perder dinero”, ironiza, consciente de que este tipo de propuestas encuentran más obstáculos que aplausos inmediatos. “Es difícil salir de los límites”, reivindica el personaje de Francesc Orella.

La película dialoga abiertamente con la cinefilia –Buñuel, Jacques Tourneur, Hitchcock-, pero no desde el homenaje explícito, sino desde un metalenguaje sutil. Un moño que remite a Kim Novak en Vértigo, un abrigo de piel que evoca el erotismo latente del cine de Demy, las retroproyecciones que recuerdan al estudio clásico. Todos estos detalles se recogen como símbolos, no como referencias, sugiere Miñarro.

“Para un actor, es excitante”

Ese mismo espíritu lo subrayan Suárez y Folch, que hablan de la película como de una experiencia sensorial más que narrativa. “Es un delirio narrativo, pero todo tiene un sentido que te acerca a lo espiritual, a lo mágico, a la filosofía”, explica Suárez. La protagonista de Isla perdida (Fernando Trueba, 2024) insiste en su carácter evocador: “Es una película que no olvidas a los cinco minutos. Es arriesgada, sensual, diferente”.

En este sentido, Suárez expresa que lo más importante cuando se implica en un proyecto con un director es “entender el tono que busca, y a veces, es lo más complejo. En este caso, estamos hablando de algo que no existe, que está en la imaginación”.

El rodaje, breve y fragmentado, refuerza esa sensación de puzzle emocional. Los actores no coincidieron todos juntos, y eso, lejos de ser una carencia, se convierte en una virtud. “El espectador sale con la sensación de haber visto a todos en ese autobús y luego los une en su cabeza”, señala Suárez. Para Folch, la clave estuvo en abandonar la lógica: “Lluís me dijo: hay que pasar de la lógica en esta película. Y eso, para un actor, es excitante”.

“Al cine la falta rabia”

Emergency Exit habla de fe, de deseo, de erotismo, de muerte y de energía desde una mirada más cercana al budismo que a la tradición católica occidental, reconoce su autor. “No existe ni Dios, todo es parte del vacío, que nuestra energía solidifica. Participo de esas ideas y es lo que me interesaba comunicar”. Por eso están muy presentes en la película, vida y muerte, sueño y realidad, tanto el erotismo como el deseo forman parte del motor para esa realidad, “nos conduce a todos, es parte de nosotros mismos”.

En un panorama cinematográfico cada vez más homogéneo, donde “hay muchas películas muy en la misma línea” Emergency Exit reivindica la osadía y la intuición. “Al cine le falta un poco de rabia, en general, no solo al español”, revela Miñarro, al que le gustaría que se hiciera cine más personal, autoral. Y es que el cine del catalán tiene algo de tránsito, de memoria viva, como acto de fe en lo invisible. 

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