Paula Cendejas: “Las mujeres tenemos que seguir luchando; queda mucho por hacer”

Una íntima geografía del dolor es lo que Paula Cendejas ofrece en su nuevo EP, ‘Tsunami’, su trabajo “más explícito y sanador” hasta el momento

La artista Paula Cendejas
La artista Paula Cendejas, durante su entrevista con Artículo14 Joaquín Otalvares

En Tsunami, el nuevo disco de Paula Cendejas (Madrid, 1995), la artista ha plasmado experiencias muy personales e incluso “traumáticas”, como el aborto que vivió y ocultó por “vergüenza, miedo y falta de información”. Pero en el EP de seis canciones que publica con Warner Music esta madrileña imparable ha decidido canalizar todo ese laberinto de dolor y relanzar una carrera profesional que empezó a despuntar en YouTube en 2017, dando la vuelta con sus personalísimas versiones a temas tan ubicuos como el Despacito de Luis Fonsi y Daddy Yankee.

Este punto y aparte llega después de un verdadero terremoto en sus inicios en la industria: primero, como apadrinada de Alizzz y de su sello, Whoa –lo que propició la colaboración con C. Tangana en el popular bolero Como habla una mujer–, y después ya con Warner con el lanzamiento de Contragolpe (2021) y su primer largo, FOMO (2022), en el que mezclaba influencias del pop, el R&B y los géneros latinos.

Ahora sin embargo “la Cendejas”, que se desprende de su nombre de pila, opta por sonidos mucho más crudos, menos “perfectos”, con una textura sonora que refleja de manera más eficaz la profunda herida emocional que arrastra y que acompaña también con una nueva imagen, mucho más urbana, visceral. Mucho más propia.

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Tsunami es “una geografía íntima del dolor”. ¿De dónde nace hacer un disco así?

Nunca llegó un punto de inflexión, un momento en el que pensara: “Ahora”. He trabajado mucho psicológicamente para estar realmente consciente de lo que había hecho. Creo que estaba realmente preparada, aunque nunca se está preparada para ser valiente: hay que lanzarse, y eso es lo que te convierte en valiente. Ha sido un proceso.

No es que te haya llegado una ola gigante, sino una sucesión de ellas. ¿Cómo defines este tsunami que ha llegado a tu vida?

Hay cosas que me han sucedido que son muy concretas, que me han sucedido en el último año y medio. Tatami habla de la relación complicada que tengo con mis padres, algo que viene desde la infancia; X es un enfado sin filtro tras una ruptura… Las tres cosas que me han sucedido y necesitaba vomitar han sido el motor del proceso creativo. Tengo muchas más cosas que decir, pero estos son los puntos que más me estaban removiendo en ese momento.

¿Has tenido ayuda y apoyo, más allá de la producción, a nivel de los temas, o nacían puramente de lo que tú querías contar?

Los temas nacen de mí, al final son mi forma de expresarme. De hecho, los dos temas principales, Colibrí y Tatami, salieron en la misma semana. Pero no fue premeditado: yo necesitaba escribir sobre ello y así lo hice. Esos días estaba muy cabreada, frustrada y furiosa, así que dije… Me da igual, que salga todo a la vez. Necesitaba crearlo, materializarlo, ser consciente de que era mi realidad, que excedía los marcos de mi mente. Ponerlo en una canción es decir: aquí está, esto ha sucedido y queda para siempre.

Además del dolor, el sentimiento claustrofóbico, la angustia, la ansiedad, las relaciones tóxicas… Hay momentos de luz. ¿Cómo conviven en ti?

Esos puntos de luz forman parte de mí. Aunque he vivido con dolor, siempre he salido a flote, y de ahí ese pequeño porcentaje de luz en todas las canciones. Incluso en la frustración que verbalizo cuando habla de mi incapacidad de enamorarme en Paenamorar añado que “quiero salir”; quiero salir de los momentos negativos. Siempre he buscado el cambio y la evolución personal. Por eso también se llama tsunami: hay un borrón y una vuelta a empezar, un lugar desde el que se puede volver a construir pero con mis bases.

Hablas de rabia, enfado y frustración. ¿En qué punto estás ahora? ¿Puedes construir ahora desde la calma?

Sí, porque es como si hubiera “desechado” lo malo: ha salido de mí y lo he dejado ir. Este proceso ha durado dos años y ahora quiero vivir desde la calma para ver qué me depara esto. Necesito vivencias; no tengo prisa por crear o por publicar mi siguiente tema.

Hay un claro cambio, un punto de inflexión en tu carrera con este trabajo. Para empezar, ahora eres “la Cendejas”. ¿Qué implicaciones tiene para ti este giro más urbano?

Ha sido un antes y un después. Ni yo misma sabía lo que me estaba sucediendo, pero era una necesidad imperiosa que sentía: he sido muy paciente conmigo misma, a pesar de que veía la necesidad del cambio desde hacía mucho. Este proyecto me ha enseñado a ser paciente.

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En FOMO (2022) se daban cita influencias del pop, el R&B y los géneros latinos. ¿Es una nueva etapa también en el sonido?

Sí, me lo pedía el cuerpo: salir de mi zona de confort, ser capaz de hacer otro tipo de género, lanzarme vocalmente… Se nota en todo, tanto en la interpretación como en las letras, en el tratamiento vocal y en la producción.

Has seguido una línea de producción concreta, que en este caso pasaba por pianos, sintetizadores, autotune, voz mucho más tratada en algunos momentos y también mucho más desnuda en otros…

Está todo muy pensado. En Colibrí hay una gran desnudez vocal, sólo acompañada por un piano, con muy poco tratamiento (pero muy viene elegido). Mi intención con este trabajo, una vez que cogí la dirección creativa y sonora, era transmitir emociones, y en ese sentido todos los elementos son importantes. Para mí es importante que tú sientas lo que yo estaba sintiendo en ese momento.

¿Cuánta presencia tiene tu productor, Carlos Ares, en ese proceso?

Lo hemos hecho todo mano a mano. Yo no he delegado prácticamente nada: todas las elecciones principales fueron tomadas por mí, mi criterio ha guiado todo el proceso. No podía delegar algo tan personal y tan único.

Dentro de este EP hay un tema particularmente doloroso, Colibrí. En él hablas de cómo te enfrentaste a un aborto. ¿Ha sido difícil para ti hablar de ello?

Empecé negándolo, ocultándolo, sintiendo miedo, vergüenza y pena. Pero he necesitado compartirlo con el mundo. Ha sido un proceso de duelo, de aceptación, de juicios de valor, de cuestionarme a mí misma, de preguntarme de verdad qué es lo que yo quiero… Fue una gestión que hice día a día, porque nunca estás preparado para algo así. Pero era necesario compartirlo, sobre todo después de hacer terapia y colocarlo y de que mi terapeuta me dijera no sólo que estaba preparada para ello, sino que era algo positivo. Yo no quiero fagocitar la experiencia de nadie, pero sí acompañar a otras mujeres que puedan haber pasado por lo mismo, que sientan que no están solas. Yo me he sentido muy sola con el aborto; no conocía a nadie que estuviera pasando por lo mismo.

A la vez contabas que sientes que todavía hay mucho silencio, incluso entre mujeres, con temas así. ¿Llevamos a cuestas la vergüenza, la culpa?

Sí. Y aunque casi todos los mensajes han sido de apoyo, ha habido algunos muy duros, muy negativos, y en el 90% de los casos eran de mujeres. Me han culpado, me han “regañado”, me han deseado cosas malas… Creo que nos queda mucho camino de intentar ponernos en la piel del otro, aunque a mí no me ha afectado porque había hecho un trabajo previo y tenía apoyo de las personas que me quieren. Pero es casi un experimento social que demuestra que seguimos en la lucha, que hay que seguir dando visibilidad a estos temas y seguir defendiéndonos como mujeres. Las mujeres tenemos que seguir luchando; queda mucho por hacer. Me parece lícito que haya opiniones diferentes, pero siempre desde el respeto.

¿Sientes responsabilidad por el lugar privilegiado que has empezado a ocupar?

Absolutamente. De hecho, me hubiera gustado que se generara aún más conversación. Pero como hablo de mi experiencia, creo que no doy pie a que se cuestione la decisión, porque es una vivencia muy concreta. Pero espero generar diálogo en torno a estos temas, porque la música es una herramienta universal para abordar ciertos temas y para lograr que la sociedad cambie. Es una oportunidad social.

La música es un medio democrático; no hace falta formación, cualquiera se puede relacionar con ella. ¿A ti te ha cambiado la vida la música?

No me ha cambiado mi forma de ser, pero figuras como Nathy Peluso me han inspirado mucho. Ella es una artista total; parece muy mainstream, pero tiene un gran trabajo detrás, especialmente en lo personal. Me ayuda mucho, me inspira a la hora de sentirme segura de mí misma. Que ella exista, que se exprese, que se muestre natural, que sea disruptiva, que hable de temas de los que no se suele hablar… Es a lo que yo aspiro. A ser una artista diferente, que hable de cosas diferentes, silenciadas.

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A veces parece que la música va por un lado y el discurso por otro, o que hay que tenerlo todo armado y construido. ¿Te da vértigo esta sobreexposición, abrirte, mostrarte vulnerable?

No. De hecho, lo llevo con orgullo. Me gustaría ver en otros artistas esta apertura, aunque entiendo que no es fácil. Es mi vivencia así que lo llevo con orgullo y naturalidad; es algo que forma parte de mí y que puede ayudar a la gente. No me da vergüenza. Yo en realidad vengo de ser muy cohibida, de no hablar de temas controvertidos, de ser muy neutral y tener una imagen mucho más correcta. Ahora me siento muy cómoda; es paradójico, pero el vulnerabilizarme me hace ser más fuerte, sentirme más segura. Antes me protegía por miedo, ahora es al revés.

¿Has roto para siempre con la rueda imparable de la música, de estar constantemente lanzando singles?

He estado en esa rueda muchos años, y en parte es lo que me ha ayudado a estar aquí, pero he acabado muy cansada. Estoy en un momento de rebelión en todos los aspectos de mi vida; no quiero ir con esa prisa, sino crear desde la calma y desde la verdad, y si sale en un mes en dos años… no depende de mí. No quiero hacer las cosas por obligación; esa no es la razón por la que yo soñaba de pequeña dedicarme a la música. No quiero manchar ese sueño.

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