FÚTBOL

De jugar sin licencia a la liga de las estrellas: los orígenes del fútbol femenino en España

Tras más de medio siglo, el fútbol femenino ha vivido una evolución institucional y una transformación deportiva que nos llevan a un presente esperanzador

Las jugadoras del FC Barcelona
@FCBfemeni

La Liga F Moeve, hoy cúspide del fútbol femenino español, es mucho más que una clasificación de jornadas y resultados. Representa la culminación de más de medio siglo de resistencia contra la invisibilidad, de reivindicaciones constantes por un lugar en las estructuras oficiales y de un crecimiento paralelo a la transformación social del país. Su reconocimiento como liga profesional en 2022 no fue un punto de partida, sino la recompensa a décadas de trabajo silencioso, sostenido por futbolistas, entrenadoras y clubes que apostaron por el fútbol femenino cuando hacerlo era casi un acto de fe.

Las futbolistas del Atlético de Madrid celebrando un gol ante el Badalona Women
@AtletiFemenino

Cuando jugar era un desafío

Durante las décadas de los 60 y 70, el fútbol femenino en España se desarrolló en los márgenes de la legalidad deportiva. Las mujeres jugaban sin amparo federativo, sin licencias y, a menudo, sin campos en los que entrenar. Practicar fútbol era entonces un acto de voluntad (y también de desafío) frente a un sistema que no las contemplaba. En ese contexto, el partido disputado en 1970 en el estadio de Vallecas se convirtió en un acontecimiento casi subversivo: miles de personas acudieron a las gradas y evidenciaron que el interés social existía, aunque las instituciones optaran por mirar hacia otro lado.

En aquellos años surgieron equipos pioneros como el Sizam Paloma, el Mercacredit o el Oroquieta Villaverde, que comenzaron a dar forma a una competición todavía precaria. Las futbolistas costeaban su propia equipación, se desplazaban por sus medios y no percibían remuneración alguna. Pese a la falta de recursos y reconocimiento, su perseverancia sentó las bases de un deporte que, contra todo pronóstico, se negó a desaparecer.

El primer respaldo oficial

El año 1980 marcó un punto de inflexión en la historia del fútbol femenino español. La Real Federación Española de Fútbol reconoció oficialmente la disciplina, abriendo la puerta a la organización de competiciones regladas y a la creación de selecciones nacionales. El respaldo institucional, sin embargo, fue más simbólico que económico: la estructura nació, pero lo hizo con recursos muy limitados.

Las jugadoras de Spanish Girls, la primera selección española (no reconocida)
Wikipedia

No fue hasta la temporada 1988/1989 cuando ese reconocimiento cristalizó en la primera liga nacional femenina. Nueve equipos dieron forma a una competición aún inestable, dominada en sus inicios por el Oroquieta Villaverde, campeón de tres de las cuatro primeras ediciones. Los formatos variaban entre grupos y fases finales, reflejo de una liga en construcción. Aun así, por primera vez el fútbol femenino español contó con un campeonato regular de alcance estatal, un paso decisivo hacia su consolidación.

Entre reformas y supervivencia

Durante la década de los 90 y los primeros años de los 2000, la liga femenina avanzó sin una hoja de ruta clara. Fue una etapa marcada por el crecimiento desigual, los cambios constantes de denominación (División de Honor, Superliga) y las modificaciones en el formato de competición, que alternaba entre grupos regionales y ligas unificadas. Detrás de esa inestabilidad estaban las limitaciones económicas, los elevados costes de los desplazamientos y la desaparición recurrente de clubes incapaces de sostener el proyecto.

Pese a ese contexto frágil, algunos equipos comenzaron a asentarse como referencias. Athletic Club, Levante UD y Rayo Vallecano apostaron por estructuras más sólidas y por una incipiente profesionalización. El caso del Rayo fue especialmente significativo: sus participaciones habituales en competiciones europeas otorgaron al fútbol femenino español una visibilidad internacional hasta entonces inédita y demostraron que el salto de nivel era posible.

Las jugadoras del Athletic de Bilbao celebrando un gol
@athleticclubfem

Mayor nivel, mayor visibilidad

La historia reciente de la liga dio un giro decisivo con la entrada en escena de los grandes clubes del fútbol masculino. FC Barcelona, Atlético de Madrid y Real Sociedad incorporaron el fútbol femenino a su estructura y lo asumieron como parte de su identidad deportiva. Su apuesta trajo consigo una mejora inmediata del nivel competitivo, avances en las condiciones de las jugadoras y una mayor credibilidad del campeonato ante patrocinadores y medios de comunicación.

Ese impulso se consolidó en 2016 con la llegada de Iberdrola como patrocinador principal. La competición, rebautizada como Liga Iberdrola, dio un salto en visibilidad: aumentaron las retransmisiones, creció la cobertura informativa y el fútbol femenino comenzó a ocupar un espacio estable en la agenda deportiva. Por primera vez, la liga dejaba de ser una excepción para convertirse en una referencia, especialmente para niñas y jóvenes que encontraron en aquellas futbolistas nuevos modelos a seguir.

El gran punto de inflexión

El reconocimiento oficial como liga profesional en 2022 supuso el mayor hito en la historia del fútbol femenino español. Con el nacimiento de la Liga F, la competición dio el salto definitivo al profesionalismo: llegaron los contratos laborales, el salario mínimo, las mejoras en derechos de maternidad, los seguros médicos y una estructura de gestión independiente. Por primera vez, las futbolistas contaron con un marco legal que les permitió dedicarse plenamente a su carrera deportiva.

El Real Madrid celebra un gol en Los Cármenes en Granada este sábado. EFE/Pepe Torres.

Ese avance, sin embargo, no estuvo exento de tensiones. La profesionalización sacó a la luz conflictos institucionales, desequilibrios económicos y profundas diferencias entre clubes. El reto ya no era solo competir, sino construir un modelo sostenible que garantizara estabilidad, crecimiento y equidad en una liga que acababa de entrar, oficialmente, en la élite del deporte profesional.

El presente que costó décadas

Hoy, la Liga F Moeve se ha consolidado como una de las competiciones más competitivas y atractivas del fútbol femenino europeo, tanto por su nivel deportivo como por su proyección internacional. Sin embargo, su propia historia sirve de recordatorio: cada avance ha sido fruto de un proceso lento, construido paso a paso y partido a partido. El desafío actual pasa por afianzar lo conseguido, reducir las desigualdades entre clubes y ampliar una base social que garantice un crecimiento sostenido.

Porque la Liga F Moeve no surgió de la nada. Es el resultado de décadas de trabajo silencioso, de esfuerzos invisibles y de una perseverancia colectiva que permitió transformar una reivindicación en una realidad. Contar su historia es, en definitiva, reconocer una conquista compartida.

Más allá de la Liga F Moeve

No solo existe la Liga F Moeve como escenario del fútbol femenino español. A su alrededor se ha ido construyendo un ecosistema competitivo que da profundidad y sentido al crecimiento del deporte. En ese contexto, el campeonato liguero ha ido forjando un palmarés cada vez más reconocible, con el FC Barcelona como gran referente de la era reciente. Su dominio sostenido ha marcado una época y ha elevado de forma notable el nivel de exigencia del torneo.

Las jugadoras del FC Barcelona celebrando un gol
@fcbfemeni

Junto al conjunto azulgrana, clubes como el Athletic Club, el Levante UD, el Rayo Vallecano o el Atlético de Madrid forman parte de la historia de los títulos y representan distintas etapas del desarrollo de la competición. La Liga F Moeve es, además, la puerta de entrada al gran escaparate continental, la UEFA Women’s Champions League, donde los equipos españoles han ganado peso y prestigio en la última década, consolidándose entre los más competitivos de Europa.

El calendario nacional se completa con torneos que refuerzan esa estructura. La Copa de la Reina, una de las competiciones más antiguas y simbólicas del fútbol femenino español, y la Supercopa, convertida en un nuevo foco de atención mediática, amplían el relato competitivo más allá de la liga y contribuyen a dar continuidad, visibilidad y sentido a una temporada cada vez más completa.

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