Durante casi dos décadas, Anne Wojcicki fue la cara visible de una de las startups más emblemáticas del cruce entre ciencia, salud y Silicon Valley: ‘23andMe’.
Como fundadora de la compañía, esta visionaria y hasta hace poco CEO, se propuso cambiar la forma en que las personas entendían su salud, su ascendencia y, en última instancia, el funcionamiento de su propio cuerpo. Su objetivo era ambicioso: democratizar la genética para transformar el sistema de salud desde el paciente hacia el laboratorio. Sin embargo, como muchas de estas aventuras, la historia de ‘23andMe’ no ha seguido el rumbo prometido. Ahora, tras años de declive, la empresa se ha declarado en bancarrota y Wojcicki se ha visto obligada a ceder el timón. Aun así, su historia es mucho más compleja que un simple fracaso corporativo.
Una visión desde Silicon Valley
Nacida en una de las familias más influyentes del área de la bahía de San Francisco, Anne Wojcicki es, en cierto modo, la realeza tecnológica de Silicon Valley. Su hermana Susan fue CEO de YouTube, mientras que su otra hermana, Janet, es profesora de pediatría. Su madre, Esther Wojcicki, periodista y educadora, ha sido apodada la “madrina de Silicon Valley”, y su padre fue catedrático de física en Stanford. En ese entorno, la curiosidad intelectual y la libertad de pensamiento no solo se fomentaban, se exigían.
Anne estudió biología en Yale y luego trabajó como analista de inversiones en Wall Street, centrada en biotecnología. Fue allí donde, desencantada por el enfoque lucrativo y deshumanizado del sistema de salud, decidió que era hora de una revolución. Fundó ‘23andMe’ en 2006 con la idea ingenua de que los individuos podrían controlar su propia información genética y, por extensión, su salud.
Una revolución en un tubo de ensayo
Con ‘23andMe’, Wojcicki ofrecía algo radical: por solo $99, cualquier persona podía escupir en un tubo, enviarlo por correo y recibir información detallada sobre su ascendencia y con ello deducir sus riesgos genéticos en el futuro. La idea era simple, poderosa y atractiva. En 2008, la revista Time nombró su test como “El Invento del Año”. Con un marketing innovador, Wojcicki organizó famosas “spit parties” (fiestas de escupitajos) donde celebridades y figuras públicas promocionaban el producto escupiendo literalmente en los tubos de ensayo.

El encanto y la alegre energía de Wojcicki ayudaron a mitigar las muchas preocupaciones que surgieron sobre la privacidad genética y el uso de datos de los millones de ‘escupidores’. Durante años, el crecimiento fue exponencial. Más de 15 millones de personas compraron el kit, creando una de las bases de datos genéticos más grandes del mundo.
El gran salto… y la caída
El éxito inicial llevó a ‘23andMe’ a soñar alto. En 2015, la compañía empezó a explorar la venta de datos genéticos anonimizados a compañías farmacéuticas para facilitar el desarrollo de medicamentos. La lógica invitaba a pensar que: “si puedes analizar millones de genomas, puedes encontrar patrones útiles para tratar enfermedades”. Pero desarrollar fármacos es un proceso lento, caro y altamente regulado. La empresa nunca logró convertir esa línea de negocio en una fuente de ingresos. En 2021, en plena euforia por las empresas tecnológicas, ‘23andMe’ salió a bolsa mediante una SPAC (compañía de adquisición de propósito especial) patrocinada por Richard Branson. En ese momento, la compañía fue valorada en más de 6.000 millones de dólares. Pero el sueño fue efímero. Las acciones comenzaron a caer casi inmediatamente y hoy ya han perdido el 99% de su valor. Los problemas no se limitaron al ámbito financiero. En 2023, un hackeo a gran escala comprometió datos sensibles de los usuarios, aumentando la desconfianza y provocando una avalancha de solicitudes para eliminar perfiles genéticos. Todo esto, mientras las ventas de kits descendían drásticamente.
La caída de 23andMe también reflejó tensiones internas. En septiembre de 2024, siete miembros del consejo directivo renunciaron en desacuerdo con Wojcicki sobre el rumbo de la empresa. En ese momento, ella quedó como la única miembro del consejo. Más tarde, la compañía incorporó tres nuevos directores para cumplir con los requisitos de Nasdaq y comenzó a explorar “alternativas estratégicas”, incluyendo una posible venta. Inicialmente, Wojcicki se opuso a cualquier adquisición por terceros. Posteriormente, suavizó su postura, aunque siguió intentando adquirir la empresa ella misma. En febrero de 2025, junto con la firma New Mountain Capital, presentó una oferta de compra por 2.54 dólares por acción. La propuesta, sin condiciones de financiación, fue finalmente rechazada.

El 12 de mayo de 2025, ‘23andMe’ se acogió al Capítulo 11 de la ley de quiebras de Estados Unidos. Ese mismo día, Wojcicki dimitió como CEO, aunque se mantuvo en el consejo. Joe Selsavage, director financiero, asumió el puesto de CEO interino.
Persistente, idealista, controvertida
A lo largo de su carrera, Anne Wojcicki ha sido descrita como una visionaria, una idealista y, también, una ejecutiva testaruda. Algunos la ven como una pionera de la medicina personalizada; otros, como alguien que no supo adaptarse a las realidades comerciales. Su carisma y energía eran parte esencial del ADN de 23andMe, pero también podrían haber contribuido a tomar decisiones excesivamente ambiciosas.
Su historial está marcado por grandes ideas: democratizar el acceso a la información genética, colaborar con la industria farmacéutica para descubrir nuevas terapias, y construir una empresa tecnológica disruptiva liderada por una mujer científica. Pero también está marcado por fallos: sobreestimación del mercado, problemas de privacidad, pérdida de confianza del consumidor y conflictos de gobernanza.
A pesar del proceso de bancarrota, la empresa podría resurgir, bajo nueva dirección o incluso bajo el control de Wojcicki, si logra adquirir sus activos.
Lo que sí es seguro es que Wojcicki no es una figura que desaparezca en silencio. Su lugar en la historia de la biotecnología está asegurado, para bien o para mal. Y en una industria marcada por ciclos rápidos de innovación y obsolescencia, su enfoque visionario, por idealista o fallido que parezca, seguirá influyendo en nuevos intentos de unir ciencia y consumo.