Valentina Ovalles es periodista de formación y trabajó en uno de los principales periódicos de Venezuela hasta que emigró a España. Hoy su carrera laboral es completamente diferente. Quería poder conciliar, dedicarle más tiempo a su hija, e hizo un curso para convertirse en programadora web. Catorce semanas de clases intensivas y su rumbo profesional cambió. “Hoy trabajo como programadora en remoto para una empresa americana. Tengo flexibilidad total. Puedo llevar a mi hija al cole, desayunar con calma, ir al gimnasio por las mañanas. Si un día se pone mala, no tengo que hacer malabares ni pedir favores. Trabajo desde casa, organizo mi tiempo y participo de verdad en su día a día. Antes salía tan temprano que ni la veía despertar. Ahora, por fin, tengo una vida que gira en torno a lo importante, sin tener que renunciar a mi desarrollo profesional”.
Del estrés que sufría en su anterior empleo en comunicación y marketing, pasó a trabajar tranquila, con foco y disfrutar también de su vida personal. “Antes había días en los que ni siquiera podía sentarme a comer. Ahora tengo espacio para mí. Para formarme, para organizarme a mi manera, para ser madre con presencia, no solo con prisas, eso para mí es el mayor beneficio”.
Inés Vázquez ha sido partícipe de esa transformación. Ella es la cofundadora de Adalab, que nació en 2016 como la primera escuela en España especializada en formación tecnológica exclusiva para mujeres. “La creamos con un objetivo claro: reducir la brecha de género en el sector tech e impulsar el talento femenino en un sector con muchísimas oportunidades. En ese momento, la presencia femenina en el sector tecnológico era, y aún sigue siendo, alarmantemente baja, tanto en universidades como en empresas. A la vez, observábamos cómo cada vez más mujeres necesitaban más y mejores oportunidades laborales. Así que decidimos unir esas dos realidades: la necesidad urgente del sector de incorporar talento, y el potencial enorme de tantas mujeres”.

Casi 10 años después, más de 1.000 mujeres se han formado en su escuela y el 90 % ha empezado una carrera en tecnología. Hay empleo en el sector pero pocas mujeres formadas. “Muchas mujeres se forman en sectores precarizados y necesitan una salida profesional con mejores perspectivas, pero a priori no se sienten identificadas en estas profesiones, muchas veces por estereotipos o desconocimiento. Pronto entendimos que el sector tech no solo ofrece empleos con futuro, sino también condiciones laborales que responden a las necesidades reales de muchas mujeres: teletrabajo, flexibilidad horaria, posibilidad de conciliación, jornadas intensivas, beneficios sociales como seguros médicos o formación continua… en definitiva, un modelo que permite compaginar el desarrollo profesional con la vida personal sin renuncias”.
Es una perspectiva que ha conquistado a muchas mujeres, como Valentina, que cuando se convirtió en madre se vio obligada a renunciar a su familia si quería avanzar en su carrera profesional. “Por eso, vimos la necesidad de atraer a más mujeres a este sector, creando y visibilizando referentes femeninos que lograran desarrollar carreras exitosas en tecnología. Lo logramos a través de la creación de una escuela pensada específicamente para ellas: un entorno de aprendizaje seguro, cercano y motivador, donde pudieran formarse, apoyarse mutuamente y dar el salto hacia una nueva etapa”.
Su empresa ofrece una formación intensiva de 14 semanas. Hay alumnas que provienen del sector de la hostelería, que no tienen competencias técnicas pero que tienen ganas de aprender rápido y progresar. “Además, la mayoría de ellas han mejorado no solo su situación laboral, sino también su autonomía económica y calidad de vida. Al acceder a empleos que ofrecen mejores condiciones, flexibilidad y oportunidades de crecimiento, logran conciliar mejor su vida personal y profesional”.
La intención, además, es que ganen más dinero que antes. “He empezado como Junior y aunque el cambio salarial no ha sido tan drástico, sí que he ganado en lo que llaman ‘salario emocional’, y eso vale muchísimo. Además, tengo la certeza de que a futuro las condiciones irán a mejor. De momento, he mejorado mi calidad de vida y la de mi familia: teletrabajo, flexibilidad horaria, oportunidades de crecimiento… La diferencia se nota”, reconoce Valentina.
El problema es que todavía faltan referentes femeninos para que las mujeres apuesten por ese tipo de perfiles laborales y se animen a estudiar carreras STEM. Pero nunca es tarde. “Y lo mejor es que muchas venimos de mundos distintos: comunicación, docencia, moda… Eso aporta una riqueza brutal. La tecnología necesita esa diversidad. Y nosotras también necesitamos saber que este espacio también puede ser nuestro”.
Un sector, el tecnológico, que le parecía inalcanzable y ahora se ha convertido en su medio de vida.