En el corazón de la Rioja Alavesa, rodeada de viñedos que cambian de color con las estaciones y custodiada por la Sierra de Cantabria, se alza Laguardia, uno de los pueblos medievales más fascinantes de España. Su belleza está a la vista desde el primer paso: murallas robustas, portales históricos, casas blasonadas y una disposición urbanística que apenas ha variado desde el siglo XIII.
Sin embargo, lo más sorprendente de Laguardia no se descubre mirando hacia arriba, sino hacia abajo. Bajo sus calles, plazas y edificios se extiende un entramado de cientos de bodegas subterráneas, conocidas como calados, que convierten al municipio en un laberinto vinícola único en Europa.
Estas cuevas excavadas entre los siglos XVI y XVII, cuando los habitantes de la villa necesitaban espacios frescos y constantes para conservar el vino, forman una red que recorre prácticamente todo el subsuelo. Se calcula que cada casa antigua del casco histórico tiene al menos un calado bajo su estructura, lo que significa que Laguardia es, literalmente, un pueblo construido sobre bodegas.
Un recorrido a pie por el interior de la muralla
La mejor forma de conocer Laguardia es caminarla despacio. El acceso más habitual es a través de la Puerta de San Juan, uno de los puntos de entrada a la muralla medieval. Desde allí, la calle Mayor conduce al viajero hacia el corazón de la villa. El pavimento empedrado, los soportales y las fachadas de piedra transportan a otra época, mientras pequeñas tiendas artesanales y bares tradicionales recuerdan que la vida sigue latiendo con intensidad.
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A pocos minutos se encuentra la monumental Iglesia de Santa María de los Reyes, famosa por su pórtico policromado del siglo XIV, uno de los mejor conservados de España. Continuando por la misma calle se llega a la Plaza Mayor, donde el viejo reloj animado del carrillón representa el tradicional baile de los cachimorros varias veces al día. Desde allí, perderse por callejuelas como Páganos, Dato o el Cuartel es descubrir la esencia más pura del pueblo: estrechas, silenciosas, llenas de historia… y con metros y metros de vino bajo los pies.
Tres bodegas subterráneas imprescindibles
Aunque muchas bodegas privadas siguen siendo de uso familiar, Laguardia cuenta con varias visitas guiadas que permiten descender a estos túneles. Tres de ellas destacan por historia, conservación y experiencia:
Bodega El Fabulista
Situada bajo el palacio donde vivió el escritor Félix María de Samaniego, esta bodega ofrece una visita que mezcla literatura, folclore y tradición vinícola. Sus calados son amplios y conservan parte de la estructura original del siglo XVII. La cata final en su interior, con luz tenue y silencio absoluto, es una de las experiencias más singulares de la villa.
Bodega Carlos San Pedro
Una de las redes subterráneas más extensas del casco histórico. Sus túneles profundizan varios metros bajo tierra y muestran cómo se elaboraba el vino antes de la mecanización: depósitos de piedra, respiraderos y pequeñas galerías excavadas a mano. Es de las bodegas que mejor explican el sistema de calados.
Bodega Cueva de Lobos
Conocida por sus pasadizos estrechos y su atmósfera intacta, esta bodega es ideal para quienes buscan una visita más íntima y auténtica. Aquí el vino se entiende como un producto profundamente ligado a la vida cotidiana de Laguardia.
¿Qué es exactamente un “calado”?
Los calados son túneles excavados en la roca arcillosa sobre la que se asienta Laguardia. Mantienen de forma natural una temperatura constante —entre 12 y 14 grados— y una humedad elevada, condiciones perfectas para la conservación del vino. Además, funcionaban como almacén, refugio y vía de comunicación en épocas de conflicto. Su estructura suele ser estrecha y alargada, con techos abovedados y respiraderos que conectan con la superficie. A día de hoy, este sistema tradicional se considera una joya arquitectónica y enológica.
Una excursión cercana: Tobera y sus cascadas
A menos de diez minutos en coche se encuentra Tobera, un pequeño enclave famoso por su sucesión de cascadas y pasarelas de piedra. Es un complemento perfecto a la visita a Laguardia: naturaleza, agua y un paisaje que parece sacado de un cuento medieval. Pasear junto al río Molinar y acercarse a la ermita de Santa María es una forma magnífica de cerrar la jornada.
Un viaje bajo tierra y en el tiempo
Laguardia es uno de esos lugares que sorprende incluso a quienes creen conocer bien la Rioja Alavesa. Sus calles medievales cautivan, pero su mundo subterráneo enamora. Visitar sus calados, recorrer la muralla y terminar el día entre cascadas hacen de esta escapada un viaje completo, distinto y profundamente memorable. ¿Te atreves a bajar a sus túneles?


