Del amor al odio hay un paso muy cortito y en este caso ha sido el de la imprudencia. Entre la empatía colectiva que despertó Anabel Pantoja al conocerse el ingreso de su recién nacida Alba y la rabia esparcida en las redes sociales en las últimas horas, ha mediado la calamidad de una mujer acostumbrada a hacer caja de su locuacidad. “Tengo que justificarme de algo que no ha sucedido”, dice en un video publicado en su cuenta de Instagram unas horas después de que saltase a la luz pública la investigación por parte de la Justicia del origen de las lesiones que presentaba su bebé. El centro médico remitió al Juzgado de Guardia un parte de lesiones sobre el estado de la menor y fue ratificado por un segundo dictamen de un forense del Instituto de Medicina Legal de Las Palmas. El Tribunal Superior de Justicia Canaria inició la investigación.
Si el ingresó generó conmoción en todo el país, este último dato ha dejado a todos en shock. Pero, entre tantos admiradores, seguidores, amigos y familiares, ¿nadie es capaz de imponer sensatez en medio del barullo? “Quería deciros que se me ha ofrecido hacer un comunicado a través de mi abogado, a través de mi representante, y he dicho que no. Esto es un tú a tú”, continúa la sobrina de Isabel Pantoja en el vídeo. ¿En qué momento decide salir a la palestra con una investigación en manos de Justicia?
Si hablase, Alma pediría silencio y reclamaría para sí ese proverbio hindú que aún no conoce: habla solo si tus palabras son mejores que el silencio. Sería mucho más interesante que cualquier explicación que quiera dar la madre. El único amigo que jamás traiciona, según sentenció Confucio. Sus padres deberían haberse guardado bien esa lengua. Y rezar en silencio, cuidarla en silencio, dedicarle las horas en silencio. Su silencio apaciguaría la rabia, acallaría la maledicencia, frenaría los malentendidos, evitaría prestar testimonio contra sí mismos. Aunque ese silencio haga daño a muchos oídos ansiosos por saber.
La cuestión es delicada, pero está pringada por la falta de cordura de quienes hablan y de quienes escuchan. Alma no habla, pero ha nacido con un paquete de derechos que los adultos deben hacer valer. Derecho a la vida, a su integridad física, a su bienestar psicofísico, a su nombre, a su reconocimiento, a ser mantenido, a crecer en una familia, a ser igual que el resto, a ser asistida, a estar protegida contra cualquier forma de violencia y agravios, a vivir protegida, a guardar su dignidad e intimidad.
Anabel tuvo muchos admiradores que, creyentes o no, rezaron por ella durante la estancia en el hospital. ¿Nadie veló por hacer cumplir los derechos de su hija? La sobreexposición de una criatura desde antes de nacer no es la mejor estrategia de crianza o de bienestar físico y emocional, sino insolencia vulgar. La mirada morbosa o curiosa de dos millones de seguidores no garantiza el respeto que merece y tampoco su derecho a la intimidad.
Un bebé no entiende de mamás influencers ni de likes ni de emoticonos. Su mundo recién creado está hecho de pequeñas cosas. Reclama las 24 horas día para permanecer pegado a sus padres, piel con piel, cuerpo a cuerpo. Es así como debe pasar los primeros meses de vida extrauterina. Quienes le dieron la vida deben aliviar sus temores, protegerle de situaciones adversas, afrontar las dificultades, asumir responsabilidades y tomar decisiones libres de la mirada ajena.
El espectáculo creado debería incitar a la autocrítica. No hay portada ni espacio televisivo o radiofónico que no se haya hecho eco de la notica. Era lógico teniendo en cuenta la proyección pública de Anabel Pantoja, pero sería bueno calmar la curiosidad de la ciudadanía y darle a la niña ese espacio y privacidad que la madre aún no ha sabido ganar. Alma merece que se proteja su intimidad física y moral. Es un valor máximo. Existe un marco jurídico internacional que protege especialmente a los niños. También nuestro ordenamiento jurídico consagra la supremacía del interés del menor.
No vale hacer un espectáculo de todo. Los niños son vulnerables y la familia es la primera que debe sostenerlos cuando todo se tambalea. Alma necesita amor, seguridad y silencio.