Ayer, el metro de Nueva York dejó de ser un simple punto de tránsito para convertirse en el escenario más comentado del mundo de la moda. Chanel, bajo la dirección de Matthieu Blazy, presentó allí su esperado desfile Métiers d’Art, transformando los andenes de Bowery en una pasarela inesperada, vibrante y democráticamente diversa. El movimiento, sorprendente a primera vista, encierra una declaración estética e ideológica: el lujo, para Chanel, ya no quiere flotar por encima de la realidad, sino respirarla a pie de calle.
Lejos de los salones cerrados y las escenografías sofisticadas de la alta costura parisina, la firma francesa apostó por la crudeza luminosa del metro neoyorquino, un espacio donde conviven ejecutivos, estudiantes, artistas, turistas y trabajadores exhaustos al final del día. Un lugar, como insistió Blazy en el contexto del desfile, “que pertenece a todos”. Esa horizontalidad del espacio público -la idea de que cualquiera puede cruzarse con cualquiera- encaja con una visión del lujo más cotidiana, más humana y, sobre todo, más cercana al espíritu original de Coco Chanel.
La mezcla que define a la ciudad y al nuevo Chanel
En Bowery, Chanel desplegó una colección construida sobre lo que Blazy denomina un “choque de arquetipos pop”: personajes tan diversos como los que suben y bajan del metro a cualquier hora del día. El resultado fue una pasarela en la que convivieron camisetas básicas con faldas de plumas, chaquetas de cuero ochenteras junto a vestidos lenceros, tweed reinterpretado, zapatos planos y un sinfín de referencias que dialogan entre sí sin perder la coherencia.
La estrategia no es casual. Blazy quiere romper con la idea de Chanel como uniforme cerrado, rígido y jerárquico. En su lugar propone un guardarropa plural, un espejo de la vida real: un Chanel grunge, un Chanel minimalista, un Chanel ochentero, un Chanel para la clienta tradicional. Todo ello sostenido sobre los pilares históricos de la casa —el bicolor, el tweed, las perlas—, pero sin convertirlos en reliquias, sino en herramientas.

Esta mezcla de estéticas tiene el efecto de que cada espectador pueda identificarse con un personaje del andén. Chanel, desde esta perspectiva, no dicta un único estilo: los posibilita todos.
Moda en movimiento: la ligereza como revolución
Una de las claves del desfile fue su energía. Las modelos no desfilaron con solemnidad: sonreían, corrían, se acicalaban, jugaban con sus prendas. La escena evocaba la ligereza irreverente con la que Coco Chanel revolucionó la moda en los años veinte, cuando propuso que las mujeres se movieran y respiraran dentro de la ropa, en lugar de quedar atrapadas por ella.
Blazy, al parecer, quiere devolver esa actitud a la firma. Su Chanel no es un disfraz, ni una armadura, sino un vestuario posible. De ahí que la artesanía de las casas históricas de Métiers d’Art —plumas, encajes, botones, bordados— apareciera aplicada a chaquetas de punto, pantalones de diario o cazadoras, no solo a vestidos de gala.
Es un mensaje claro: el lujo puede descender del pedestal sin perder excelencia.
@voguemagazine #Chanel comes to New York! Simply put, we’ve never seen the subway this chic or this clean.
Una elección simbólica… y estratégica
Que Chanel haya vuelto a Nueva York no es casual. La ciudad, que Coco visitó en los años treinta, fue uno de los primeros lugares donde vio reflejado su estilo en la calle. Hoy, ese espejo vuelve a cobrar sentido en un momento en que el sector del lujo busca afirmar su relevancia en tiempos inciertos.
El gesto de llevar la pasarela al metro sirve también como recordatorio de una idea esencial: la moda no vive solo en las pasarelas, sino en la vida cotidiana, en el movimiento, en los gestos mínimos que se repiten cada día en un vagón, un andén o una escalera mecánica.
Además, en un contexto de desaceleración del consumo en China, las grandes casas están reposicionándose en Norteamérica, una región que vuelve a ser clave en ventas y visibilidad. Chanel, al bajar literalmente al subsuelo de Nueva York, parece decir que entiende esa nueva realidad… pero sin renunciar a la poética urbana.
Chanel vuelve a mirar a la calle
El desfile de Bowery no solo fue un espectáculo visual, sino un gesto de reconciliación entre la alta moda y la vida real. Un recordatorio de que la casa francesa nació como un guardarropa real, pensado para mujeres que trabajaban, caminaban y se movían.
Ayer, en el metro de Nueva York, Chanel recuperó algo de esa esencia: la libertad, la mezcla, la autenticidad. Y demostró que, incluso en un andén iluminado por fluorescentes, el lujo puede seguir siendo deslumbrante.

