¿Rubia y con ganas de verano? Sol, playa, piscina y terraceo suenan a plan perfecto… pero para tu melena puede ser una auténtica prueba de resistencia. Los rayos UV, el cloro, la sal y el calor extremo son los archienemigos del cabello rubio, ese tono tan deseado como delicado. Pero no está todo perdido: con los aliados adecuados y una rutina a prueba de bombas, tu color puede sobrevivir al verano (y salir triunfante).
El verano es esa época en la que el cabello rubio tiende a perder brillo, volverse amarillento, quebradizo e incluso a adquirir un indeseado tono verdoso tras un chapuzón en la piscina. Y no, no es solo una cuestión estética. Según explica Sergio Carrascal, Education Expert de Indola, estos cambios afectan al color, pero sobre todo a la salud capilar. “La exposición constante al sol oxida el pigmento, el cloro arrasa con los aceites naturales, el agua salada reseca y el calor debilita la fibra capilar. Incluso la contaminación urbana hace de las suyas, dejando el cabello más opaco y frágil”, asegura el experto.
Según un informe publicado en el Journal of Cosmetic Dermatology, la radiación ultravioleta es capaz de degradar los pigmentos capilares, provocando una oxidación que convierte los rubios dorados en amarillos oxidados y los platinados en tonos cobrizos que nadie ha pedido. El estudio añade que los rayos UVA y UVB también alteran las proteínas estructurales del cabello.

Pero el sol no es el único culpable. Investigaciones del International Journal of Trichology revelan que la exposición prolongada al cloro rompe los enlaces disulfuro del cabello, responsables de su elasticidad y fuerza. Y cuando el pelo es claro, el riesgo es doble: este agente puede generar reflejos verdosos por una reacción química con los metales presentes en el agua tratada. No es un mito: es química básica.
El agua del mar, por su parte, es un tándem de belleza y castigo. Aunque al principio puede parecer que aporta textura y volumen, su alta concentración salina deshidrata el cabello con la misma eficacia con la que seca los labios. “El sodio actúa como un imán de humedad, sacando el agua natural del cabello”, explica la tricóloga Anabel Kingsley, directora clínica del Philip Kingsley Trichological Centre en Londres. En cabellos teñidos o decolorados, ese proceso es aún más acelerado.
A todo esto hay que sumarle un enemigo silencioso: la contaminación urbana. Un estudio reciente de la American Academy of Dermatology señala que las partículas finas del aire (PM 2.5) se adhieren a la fibra capilar, reduciendo su brillo natural, aumentando su porosidad y acelerando el proceso de envejecimiento del cabello. Una combinación explosiva si se mezcla con calor y sol.
La clave no está solo en lo que te pones, sino en lo que evitas. Cubrir el cabello con un pañuelo o sombrero sigue siendo una de las mejores formas de reducir la exposición solar directa, según la Skin Cancer Foundation. Además, lavar el cabello con agua dulce antes y después de entrar a la piscina o al mar reduce notablemente el impacto del cloro y la sal. Y sí: hidratar, hidratar e hidratar. Pero no solo con mascarillas: también bebiendo agua suficiente, porque el cabello empieza a secarse desde dentro.

La alimentación también influye. Una dieta rica en antioxidantes (frutas rojas, verduras de hoja verde, té verde, etc.) puede ayudar a combatir el estrés oxidativo del cabello provocado por el entorno, según recoge un estudio de la Universidad de Harvard sobre nutrición capilar. Los ácidos grasos omega-3, presentes en el pescado azul y las nueces, también favorecen la elasticidad y el brillo.
El verano no tiene por qué ser una sentencia para el rubio. Puede ser una oportunidad para conocerlo mejor, cuidarlo con atención y dejar que, por una vez, el sol no tenga la última palabra. Porque una melena bonita no es solo la que se ve bien, es la que sobrevive a agosto con dignidad intacta.