De May a Starmer, la ‘relación especial’ en tiempos de Trump

Pese a ocho años, el mensaje de ambos ‘premier’ en sus visitas a la Casa Blanca tienen a Rusia como tónica dominante

Estados Unidos
De May a Starmer, la 'relación especial' en tiempos de Trump KiloyCuarto

La llamada ‘relación especial’ afronta una prueba de fuego este jueves en la Casa Blanca, donde el primer ministro británico se enfrenta a una compleja maniobra de funambulismo diplomático que podría ser clave para el futuro de Europa. Cinco semanas después de su toma de posesión formal, Donald Trump ha hecho hueco en su agenda para Keir Starmer, evidenciando la importancia menor que la alianza anglosajona adquiere en esta nueva era del presidente norteamericano: mientras la primera líder mundial que lo había visitado en el arranque de su primer mandato fue Theresa May, por entonces ‘premier’ británica, Starmer no es ni siquiera el primer dirigente europeo al que recibe Trump.

El contraste es evidente en ambos lados del Atlántico, pero Starmer está resuelto a jugar sus cartas para intentar influir en la deriva del mandatario que recientemente se autoproclamaba “rey”. Su objetivo es incidir, tanto en público como en privado, en su oferta de mandar tropas británicas como fuerzas de paz en un potencial fin del conflicto en Ucrania, y la necesidad de que Estados Unidos continúe como garantía de seguridad, en caso de que Vladimir Putin intente una nueva acometida, ya sea en Ucrania, o en cualquier otro país del entorno.

Starmer tiene más claves sobre Trump

Resulta curioso cómo, pese a los profundos cambios en el panorama geopolítico internacional, el mensaje con el que May llegaba a la Casa Blanca en enero de 2017 es notablemente similar al que Starmer lleva en 2025. Más allá de formalidades sobre la fortaleza de los vínculos trasatlánticos, la tónica dominante es Rusia y qué papel quiere jugar la Administración Trump en materia de seguridad global. Dado el periplo anterior en el Despacho Oval y las explosivas intervenciones de las últimas semanas, Starmer cuenta con más claves sobre Trump que su predecesora, quien había mantenido su primera reunión tan solo siete días después de la ceremonia de inauguración en Washington D.C.

Keir Starmer ofrece un comunicado de prensa sobre defensa en la Sala de Información del número 10 de Downing Street, en Londres, Gran Bretaña, el 25 de febrero de 2025.

Por entonces, qué clase de presidente sería Trump era una incógnita, mientras que, en el inicio de este segundo mandato, la doctrina MAGA supone prácticamente un libro abierto. De ahí lo llamativo de la coincidencia de líneas de May y Starmer, a pesar de ocho años de diferencia, una semejanza menos relacionada con las apuestas estratégicas de Londres y más con la inquietud que la particular aproximación del presidente estadounidense genera entre los aliados tradicionales de su país.

Persuadir y advertir sobre Putin

En el caso de May, había dos ideas fundamentales: persuadir a Trump de que expresase su apoyo a la OTAN, dadas las preocupantes manifestaciones emitidas previamente, las mismas que ha vuelto a repetir ocho años después; y advertirlo de su proximidad a Vladimir Putin. De aquella, tanto como ahora, el factor clave era la forma, tan importante como el contenido, es decir, cómo transmitir el mensaje sin ofender a un mandatario conocido por su susceptibilidad. La sutil delicadeza del arte de la diplomacia nunca ha resultado tan fundamental, al igual que el lenguaje que mejor entiende el presidente: el elogio y el culto a la personalidad.

Por ello, y pese a las críticas que le granjeó en casa, la primera ministra tiró de munición pesada, con una invitación a una visita de Estado a Reino Unido, el máximo honor para un mandatario extranjero, que implica, entre otras cosas, banquetes reales en Buckingham y un trato especial de la Familia Real, apuestas que en Downing Street siguen considerando de gran potencial para atraer al mandatario norteamericano.

Trump corteja a Johnson

Trump todavía hoy habla de la visita, que tuvo lugar en junio de 2019, cuando May había anunciado ya su dimisión, precipitada por la parálisis que generaba el Brexit. Para entonces, la segunda ‘premier’ de la historia de Reino Unido había perdido ya el favor del presidente, que cortejaba públicamente a quien la sucedería en el Número 10, Boris Johnson. De hecho, era habitual que ambos mandatarios fuesen comparados, no solo por sus famosas cabelleras rubias, sino por su tendencia a hacer declaraciones explosivas y una peculiar habilidad de presentarse como líderes próximos a ciudadano medio, a pesar del origen privilegiado de ambos.

Keir

El primer ministro británico, Keir Starmer

Lo que es improbable que se repita con Starmer son las escenas de la mano que Trump había protagonizado con May desde su primer encuentro en la Casa Blanca. Frente a los apretones de demostración de fuerza que el presidente tiende a darse con líderes como Emmanuel Macron, con la mandataria británica evidenciaba una vulnerabilidad raramente desplegada, puesto que tendía a agarrarla de la mano cada vez que caminaban hacia una rampa, o unas escaleras, según ha contado ella, “para apoyarse”. Tal fue la sorpresa que a May le generó la primera vez, cuando se encaminaban hacia la prensa concentrada en uno de los jardines de la residencia oficial, que lo primero que dijo a sus asesores fue que tenía que avisar a su marido: “Tengo que llamar a Philip para decirle que he estado de la mano con otro hombre antes de que se entere por los medios”.

Poca afinidad con Starmer

Con Starmer, ex abogado de Derechos Humanos y laborista, la afinidad es palpablemente menor, y aunque Trump lo ha calificado de “buen hombre”, tampoco ha ocultado que le otorga una relevancia menor en su particular ranking de líderes mundiales. Pero más allá de sintonías personales, el primer ministro tiene el mismo problema que sus predecesores en la cacareada ‘relación especial’: no es una interacción entre iguales, Reino Unido es el socio menor y el que realmente da importancia al concepto. En tiempos ordinarios, este desequilibrio apenas supone un inconveniente, puesto que comparten valores comunes, pero en un contexto como el actual, en el que no hay un alineamiento en materia geopolítica, la magnitud de la alianza especial podría perder significado.