Opinión

Sánchez: del búnker de La Mareta al infierno de Orense

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A falta de talento emergente, Juan Magán decretó que “Pedro Sánchez, hijo de puta” es la canción de este verano; por su parte, el bombero de Castilla y León Ángel Malanda propuso este jueves, en Mañaneros 360 de TVE, su propia teoría, no sin fundamento: “Somos –los bomberos– la canción del verano. Probablemente, yo aquí no vuelva ni en octubre ni en diciembre. Hasta julio del año que viene, no volveré a este plató, si es que me llaman”.

Mientras escribo, España es una delegación pornográfica del Infierno: han ardido casi 120.000 hectáreas, han muerto tres personas y al menos diez han resultado heridas. Treinta y nueve incendios, ¡treinta y nueve, rediós!, continúan devorando Galicia, Extremadura y Castilla y León. El de Molezuelas de la Carballeda (Zamora) es el mayor de la Historia de España; el de Chandrexa, en Orense, de la historia de Galicia. Los evacuados se cuentan por miles y, hasta el momento, no se avista la salida del terrible palacio de Vulcano.

El presidente del Gobierno ha seguido la crisis tras la barrera, sin contactar hasta el viernes con los presidentes autonómicos de los territorios afectados –a diferencia del rey Felipe VI y de la ministra de Defensa, Margarita Robles–, limitándose a dejar algún mensajito en X y, sobre todo, dejando libres a sus perros de presa, el dóberman Puente y el pomerania Bolaños, quienes no han dudado en sacar tajada política de la tragedia gastando chistes obscenos y populismo de cartón piedra. “Las emergencias nos pillan trabajando”, declaró el ministro de Presidencia este miércoles, desde Almería, mientras el líder del Ejecutivo se tostaba –no digo que inmerecidamente, ojo– en La Mareta, y mientras, por ejemplo, los bomberos filmaban cómo Palacio de Jamuz (León) era consumido por las llamas.

El sábado, Sánchez presidió y participó por primera vez en la reunión que diariamente celebra el Cecod (Comité Estatal de Coordinación y Dirección del Plan Estatal de Emergencias), conectándose por videollamada. Las fotos en las que aparecía trabajando fueron abiertamente criticadas por su gepeto con morritos. El domingo, por fin, se decidió a abandonar su búnker estival, se plantó en Orense y compareció junto al presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, y el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, en el Centro de Coordinación Operativo Contraincendios. Antes de que la cosa se interrumpiera después de que una periodista se desmayara al sufrir un golpe de calor, el líder del Ejecutivo destacó que desplegará 500 efectivos más del Ejército de Tierra por las zonas afectadas –200, en Galicia– y ofreció un pacto de Estado para “la mitigación y adaptación de España a la emergencia climática”, interpelando al “conjunto del país”.

“Se extinguirán los incendios y se abordará la reconstrucción de todas las zonas afectadas”, garantizó Sánchez, quien instó a “hacer una reflexión de fondo, una estrategia que anticipe una mejor respuesta”. El presidente se limitó a mencionar el cambio climático, bicho cuya existencia no seré yo quien niegue, pero obvió que, desde el 1 de junio se ha detenido a 27 personas y se ha investigado a 83 por incendiarios –uno de ellos, un brigadista al que se investiga por un incendio que quemó 2.200 hectáreas en Ávila”. Algo habrán hecho estos truhanes para que la “alerta climática” haya devenido en semejante catástrofe. Más cortafuegos y más montes limpios tampoco hubieran venido mal.

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