Opinión

Derecho al olvido

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Hace apenas una semana le explicaba a mi madre quién es Jordi NP. Le contaba que es de Ciudad Real, que es sobrino de un conocido mío, y que esa rama de la familia se enteró durante una comunión. El éxito de Jordi NP tiene mucho que ver con su nombre (idea del dueño de FAKings), que extendido es “Jordi el Niño Polla”. Leímos una entrevista con el conocido actor de cine para adultos. Contaba que sus padres se disgustaron al saberlo. Debe de ser la primera vez que oigo a un actor porno decir la verdad; siempre aseguran que la familia está encantadísima con su trabajo. Jordi NP pensaba que nadie se enteraría de que estaba haciendo porno, pero ese día le llamaron varias personas de Ciudad Real. Le habían visto en Xvideos. Eso quiere decir que la gente está conectada a esa web día sí, día también, a ver qué refrescantes novedades les trae el algoritmo. Las llamadas eran de felicitación, sorpresa, compadreo. Esto nunca jamás hubiera pasado con una mujer. Habría que hacer el mundo de nuevo.

Una ex actriz porno a la que conozco bien lleva unos veinte años tratando de que la prensa no se refiera a ella como ex actriz porno. Veinte años son muchos. Desde que abandonó el cine para adultos (tras menos de una docena de títulos, pese al tirón Mediático que tuvo) ha ejercido muchos trabajos, desde un puesto de camarera hasta producción cinematográfica o interpretación. Y raro es el titular en el que no recuerdan que fue actriz porno. Cuando comento esto con amigos (amigos de sexo masculino), salen con el “bueno, es que es actriz porno”, como si eso fuera una mancha que no sale. El tono es desdeñoso, y a veces burlón. Cuando se habla de actores porno (de sexo masculino, por supuesto) la admiración es evidente. Ellos, triunfadores. Ellas, mujeres “de escaso valor”. Y no, mis amigos no son de los que utilizan semejante expresión.

Es triste ver cómo, en función de su sexo, se respeta o denigra a una persona por un mismo trabajo. Es aún más triste cuando son hombres consumidores de porno (la inmensa mayoría) los que desprecian a las actrices que tan buenos ratos les han hecho pasar en privado. De este comportamiento solo se libran los hombres que, además de consumidores, son exégetas. Se saben los nombres, los directores, las productoras. Si me apuran, pueden hasta saber quién hizo la dirección de fotografía.

En la misma semana que le descubro a mi madre la existencia de Jordi NP, una conocida ¿modelo? de Onlyfans sale en prensa reclamando el derecho al olvido. Quiere pasar página y olvidar su etapa de enseñar el canalillo (el grueso de su contenido era eso, enseñar el canalillo mientras montaba en bicicleta). Esta chica – cuyo nombre no voy a decir, respetando su petición – quiere dejar atrás todo esto de cobrar por escenas adultas, y también quiere que se acabe esa imagen pública de la que ha comido, imaginamos, muy bien. Un rápido vistazo a Xvideos me ofrece un ramillete de escenas explícitas de la ciclista. Los comentarios en las noticias son de todo menos amables. Coincido con esos opinadores en que no puedes obligar a la gente a olvidar, y disiento en los matices de “se lo merece” o “no haber sido una guarra”, entre otros amables requiebros. Google y otros buscadores ofrecen la posibilidad de eliminar resultados asociados a tu persona en caso de que estos resultados vulneren tu derecho a la intimidad o te perjudiquen de alguna manera. No conozco bien los supuestos en los que se puede hacer, pero sé de dos personas (conocidos directos) que lo han conseguido por motivos distintos (cleptomanía y acusaciones de malos tratos). En ambos casos han cambiado sus nombres públicos y ahora transitan otras sendas (por lo menos la cleptómana, que el otro ya…).

Para hacer olvidar no hay nada como no hablar de un tema. ¿Les suenan Leopoldo Fregoli, Ramper, Eugenia Santana, Violeta Hernando, Wenceslao Moreno? Probablemente no. Los cuatro fueron famosos un día, cada uno por motivos diferentes. Un día salieron de nuestras conversaciones para no volver más allá de los círculos de aficionados. Un borracho le dijo un día a un amigo “Yo te conozco. Tú eras famoso”. En esa crueldad involuntaria está la clave del derecho al olvido: dar un paso atrás, respirar hondo, y esperar a que pase la tormenta.

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