Como anticipaba la llegada a Damasco de una amalgama de milicias yihadistas reunidas bajo el paraguas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) tras una inesperada operación militar apoyada por el Ejército turco, la situación de las mujeres en Siria seis meses después de la caída de la dictadura de Bachar al Asad no ha mejorado un ápice.
A pesar de haber contado con el respaldo de Estados Unidos -que recientemente anunciaba el levantamiento de sanciones y defendía la integridad territorial del Estado sirio-, el gobierno de transición liderado por el ex combatiente de Al Qaeda Ahmed al Charaa afronta un contexto general de extraordinarias dificultades económicas, con gran parte de las familias en situación de pobreza, y las aspiraciones democráticas y de concordia -al menos habrán de pasare cinco años hasta la celebración de elecciones libres- del nuevo mando en un país dividido en líneas sectarias y territoriales distan mucho de generar confianza entre la población siria y la región.

Por otra parte, los momentos más críticos del último medio año han tenido que ver con al menos dos brotes de violencia sectaria registrados en los meses de marzo y abril cuyas víctimas fueron las minorías alauí y drusa. Los alauíes, un grupo religioso vinculado al islam chií concentrado en las zonas costera que representa al 10% de la población siria, ha sufrido directamente las consecuencias de ser la minoría a la que perteneció el clan Asad y la élite de la depuesta dictadura. Por su parte, los drusos, una hermética comunidad etnorreligiosa que supone entre el 4 y el 5% de la población siria, ha padecido también las consecuencias de la tradicional colaboración de los drusos israelíes con el Estado de Israel.
“Por desgracia, la situación para las mujeres sirias no ha mejorado en los últimos seis meses. Por el contrario, las condiciones han seguido deteriorándose en numerosos aspectos de la vida: seguridad, participación profesional, representación política e incluso libertades básicas en la vida social y diaria. Las mujeres sirias afrontan crecientes barreras en cada frente y sus espacios en la sociedad, la política, el trabajo y la vida cotidiana se reduce a un ritmo alarmante”, sintetiza a Artículo14 la activista en pro de los derechos de las mujeres e investigadora universitaria Carla Boulos.

“En términos de seguridad y protección, las mujeres siguen sin sentirse seguras en muchas partes del país. En las zonas costeras de manera especial, hemos visto un ascenso preocupante de los secuestros de mujeres”, abunda la joven investigadora doctoral en la Universidad de Estudios Humanísticos de Utrecht (Países Bajos).
Discriminación laboral y exclusión política
La consolidación de los neoyihadistas en las instituciones públicas y el resto del mercado laboral está teniendo ya consecuencias dramáticas para las mujeres sirias. “El papel de las mujeres está deteriorándose. En la justicia o las instituciones sanitarias las mujeres están siendo expulsadas y sus aportaciones despreciadas”, explica Boulos a Artículo14.
Como ejemplo de la deliberada marginación de la población femenina, el gabinete que habrá de pilotar la transición política hasta la aprobación de la futura Constitución y la celebración de comicios generales libres cuenta con un solo nombre femenino -entre 23 ministros-, el de la activista Hind Kabawat, ex miembro del comité encargado de los trabajos sobre la nueva carta magna y partidaria del diálogo religioso, designada a comienzos de marzo como titular de Trabajo y Asuntos Sociales. Hay además también una sola mujer en el comité de justicia transicional creado por Al Sharaa y sus hombres.

Sin presencia femenina
Una participación exigua que anticipa una presencia no menos limitada de las mujeres en la política. “La historia es la misma. Las mujeres están apenas presentes en los espacios de toma de decisiones. Cuando se las tiene en cuenta, es meramente simbólico, un gesto para sugerir una cierta representación de género”, reflexiona Carla Boulos.
En la vida cotidiana, “las mujeres afrontan nuevas restricciones que pueden parecer pequeñas en la superficie pero tienen implicaciones serias”. “En Alepo, por ejemplo, las mujeres no pueden ir a las piscinas. Puede parecer una cosa sin importancia, pero no lo es: refleja una tendencia más amplia y peligrosa hacia la reducción del espacio público para las mujeres. Esta libertad de movimientos está siendo sistemáticamente menguada”, lamenta la investigadora universitaria siria residente en Países Bajos.

Además, explica la investigadora siria a Artículo14, “muchas mujeres tiene miedo incluso a ser vistas en público con sus familiares hombres”. “Ha habido casos en que las fuerzas de seguridad han detenido en las carreteras a mujeres que conducían coches con sus hermanos o primos antes de ser interrogadas. No son incidentes aislados, sino que reflejan un nivel de control y sospecha alarmantes”, concluye.
Violencia contra las mujeres pertenecientes a minorías
Los brotes de violencia sectaria a menudo protagonizada por elementos armados aparentemente descontrolados del islamismo radical han tenido consecuencias graves para las mujeres y amenazan con repetirse en los próximos tiempos. En declaraciones para Artículo14, la activista feminista e investigadora siria Amal Hmedoush -residente en la provincia de Latakia, escenario de choques entre milicias progubernamentales y leales al régimen de Asad y de ejecuciones de miembros de la minoría alauí el pasado febrero- lamenta que “desde la caída del régimen de Asad las mujeres de la costa siria se han visto en el corazón de la catástrofe”.

“Más de 60 mujeres han sido secuestradas en circunstancias misteriosas, algunas regresaron bajo presión con narrativas impuestas, mientras otras permanecen desaparecidas a día de hoy en medio de un silencio oficial total y negación deliberada, a pesar de que ha habido cierta atención internacional”, explica Hmedoush a este medio.
Sin trabajo ni educación
Según la activista siria, “a muchas mujeres no se les permite ir al trabajo o continuar su educación, y el miedo domina sus vidas cotidianas”. “A las mujeres alauíes, que nunca se acostumbraron a tener que llevar el hiyab, se les fuerza ahora a llevarlo bajo amenaza. Se les insulta públicamente si se niegan. Se les prohíbe sentarse junto a los hombres en el transporte público y se les pide a menudo que les cambien sus asientos, en un intento de imponer normas sociales rígidas a la cultura de la región costera de Siria”.
Además, abunda Hmedoush a Artículo14, “las mujeres alauíes han sido sometidas a un castigo colectivo, ya que la autoridad transicional, expulsó al poco de asumir el poder a miles de empleados alauíes de sus puestos de trabajo en la administración”. “Muchas mujeres se han convertido en la única fuente de ingresos para sus familias en ausencia de sus esposos debido o a que estos han sido detenidos o tienen miedo a ser asesinados por razones sectarias”.
Matanzas sectarias
“Las masacres sectarias contra estas mujeres no pueden ser ignoradas. En los días 7, 8 y 9 de marzo se ejecutó a mujeres en sus casas en las localidades de Baniyas y en el medio rural de Latakia. Se ha obligado a desplazar del medio rural de Hama a familias, lo que ha obligado a las mujeres a pagar un precio doble por ser alauíes y mujeres”, recuerda la activista feminista siria. “A día de hoy, la comunidad alauí sigue siendo vulnerable y permanece expuesta a las facciones yihadistas, que han llevado a cabo repetidos ataques contra población civil -tanto mujeres como hombres- matando, quemando y saqueando pueblos sin contención o protección”, denuncia la joven residente en la provincia siria de Latakia.

Por su parte, la investigadora y activista feminista Carla Boulos recuerda cómo “las minorías también han sufrido una presión creciente” y se refiere especialmente a los drusos. “Por ejemplo, la comunidad drusa: muchos de sus estudiantes, incluidas mujeres, se han visto obligadas a dejar la universidad debido a las amenazas y el acoso. Es un frío reflejo de cómo de insegura sigue siendo la vida para las mujeres, particularmente para aquellas pertenecientes a grupos marginalizados”.
Futuro incierto
Para revertir la tendencia en el futuro, Boulos exige al gobierno de transición que “trabaje con la sociedad civil y las organizaciones lideradas por mujeres”. “Estos grupos han de ser socios esenciales a la hora de documentar las violaciones de derechos humanos y abusos que las mujeres continúan afrontando en todo el país”.
“Sus voces, sus experiencias y conocimiento deben situarse en el centro de cualquier reforma y proceso de justicia. Hay además una necesidad urgente de establecer mecanismos judiciales que den respuesta a las necesidades de género que afronten las violaciones de derechos de las mujeres históricas y actuales. La justicia no puede ser selectiva, sino inclusiva, y asentada en las realidades que soportan las mujeres”, abunda la investigadora doctoral en la Universidad de Estudios Humanísticos de Utrecht (Países Bajos).

Por último, a juicio de la activista feminista, “el gobierno debe adoptar acciones reales. Debe llevar a quienes cometan delitos ante la justicias con independencia del poder que tengan o su origen. Si alguien viola los derechos de las mujeres, ha de afrontar consecuencias”. “El verdadero cambio exige más que promesas. Requiere acción, justicia. Y exige poner a las mujeres en el centro de la reconstrucción de una Siria más segura, justa e inclusiva. Sin una inclusión y colaboración completa no habrá un progreso sostenido para las mujeres sirias y el país en su conjunto”, zanja Boulos.