Estas navidades, los aeropuertos estadounidenses se van a convertir en una pasarela de pijamas. Lo que empezó como una simple sugerencia del Secretario de Transporte de Estados Unidos, Sean P. Duffy, pidiendo a los pasajeros que no viajaran en pijamas, ha derivado en un curioso movimiento de resistencia social. Bajo el hashtag #pajamaresistance, miles de viajeros han decidido responder a la campaña oficial vistiendo ropa de dormir de su casa al aeropuerto y de allí a su punto de destino. Una protesta velada contra lo que muchos consideran una obsesión superficial por la apariencia, mientras asuntos como las tarifas abusivas de las aerolíneas, las frecuentes cancelaciones y el pésimo servicio al pasar seguridad siguen siendo los verdaderos problemas del transporte aéreo.
La obsesión de la Administración Trump por recuperar la época dorada del vuelo
El 19 de noviembre de 2025, el departamento de Transporte estadounidense presentó su campaña “The Golden Age of Travel Starts with You” (La edad dorada del vuelo empieza contigo) que busca “restaurar la cortesía y el saber estar” en los vuelos comerciales.

Duffy, en una rueda de prensa desde el aeropuerto de Newark, instó a los viajeros a “vestirse con algo de respeto y etiqueta”, sugiriendo combinaciones sencillas como unos vaqueros y una camisa decente. Aconsejó evitar pijamas y pantuflas de andar por casa. “Intentemos no usar pantuflas y pijamas cuando vayamos al aeropuerto”, dijo. Detrás de su iniciativa está el argumento que el civismo en los viajes se habría degradado y según datos citados por el DOT, los incidentes graves a bordo se han disparado un 400% desde 2019, con casi 14.000 pasajeros conflictivos denunciados desde 2021.
El movimiento en favor del pijama
La respuesta no se hizo esperar. Los ciudadanos estadounidenses fueron a sus redes sociales —especialmente TikTok— reaccionando con humor e ironía:.“Yo voy en pantuflas”, decía un vídeo viral, mientras otro añadía. “No lo siento, la comodidad primero, cariño”.
Para algunos, vestir con pijama en el aeropuerto ya no es solo una decisión de comodidad, sino un acto de protesta. Como resumió el activista político Johnny Palmadessa, al mostrar sus pantalones de franela. “Las prioridades de esta administración no son las correctas”. Los lideres del movimiento para viajar en pijamas consideran que preocuparse por la vestimenta cuando siguen presentes problemas estructurales como las tarifas, los retrasos, el sobrevuelo de los aviones, el mal servicio o espacio reducido en cabinas es un insulto a los viajeros. Una periodista que decidió “tirar una moneda” para elegir entre un vestido elegante o pijamas, optó por lo segundo tras más de tres vuelos en un solo día, con retrasos. “Menos mal que elegí pijamas y pantuflas”, escribió, etiquetando al propio Duffy.

La discusión no gira únicamente en torno al decoro o la etiqueta. Para muchos, vestirse con pijama al volar significa reivindicar el derecho a la comodidad básica en un sistema, el de la aviación comercial actual, que ofrece cada vez menos por más dinero.
El contraste entre las exigencias estéticas de la campaña del DOT y la realidad del viajero promedio con personas sometidas a retrasos, cambios de puerta, sobreventa de billetes o condiciones incómodas ha agudizado la percepción de que este esfuerzo es un gesto más simbólico que efectivo. Como señala un análisis en The Atlantic, “el traje no devolverá el espacio en los aviones ni repondrá los asientos retirados”.

El movimiento #pajamaresistance se convierte así en una forma de reclamar dignidad y sentido común en favor de una vestimenta relajada que puede resultar más lógica cuando los viajes adquieren la apariencia de un autobús en el cielo, con poco espacio, calor, aire acondicionado irregular y muchas horas de espera.
Mientras Duffy nos pide embutirnos en unos vaqueros, las aerolíneas nos obligan a sentarnos sin movernos durante horas. Algunos expertos en protocolo defienden la iniciativa de Duffy como una herramienta para fomentar respeto mutuo entre pasajeros y tripulación. Pero incluso entre estos expertos hay quienes reconocen que la realidad del transporte aéreo contemporáneo ha cambiado tanto que la elegancia retro cuando se trata de someterse a un espacio reducido parece fuera de lugar.
Para muchos viajeros, vestir pijama es una declaración de sentido común. No se trata de provocar de forma vulgar, sino de subrayar que, si un vuelo sale con retraso, se cancela, el asiento es estrecho o la comida mala, pedir a alguien ponerse de punta en blanco es un absurdo. El lujo ahora es vestir el pijama, falta descubrir quién viste el más atrevido: con pie, sin pie, de satén, de algodón, de cuadros. En un contexto de creciente desigualdad social, el pijama se convierte en símbolo de libertad.

Por ahora, el movimiento ya logró visibilizar su descontento. El #pajamaresistance ha generado memes, vídeos virales y ha dado la vuelta al mundo informativo. Algunos medios conservadores han denunciado la “degradación de la clase”; otros, desde redes progresistas, lo celebran como una protesta simbólica cargada de realidad. Cuando empieza la temporada de viajes en plenas fiestas navideñas, no se extrañen si a su alrededor se encuentran con jovenes y no tan jóvenes desfilando en pijama para sobrevivir a las inclemencias de viajar en aviones.


