Opinión

Barbie Gaza

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Lo peor que le ha podido pasar a la flotilla Global Sumud ha sido incorporación de Ana Alcalde, AKA “Barbie Gaza”, a sus filas. Todo el pitorreo, descrédito y chufla empiezan con esta madre de familia haciendo videos que podría filmar cualquier infante jugando al reporterismo de guerra (aunque deben de haber pasado décadas desde la última vez que un niño jugó a eso). Siento decir que en alguno de sus vídeos se me ha escapado una carcajada. Su pobre sintaxis, su entusiasmo pueril, y su impostada solemnidad son más de lo que puedo aguantar sin reírme. Tengo mis momentos favoritos. En uno de sus vídeos dijo textualmente “El barco de la flotilla ha sido atacado por un dron con tripulantes dentro que podían haber muerto”. Lo que dice ahí y lo que ella quiso decir son dos cosas diferentes. Su intención fue expresar que un barco fue atacado por un dron, y que dicho ataque podría haber resultado mortal para los tripulantes. Lo que pone es que un barco fue atacado por un dron tripulado por liliputienses malcarados que casi se mueren, suponemos que al saltar al barco.

En otro vídeo se quejó – y con razón – de quienes la atacaban con infundios e insultos. Dijo (cito textualmente) que a uno de ellos le envió “un niño muerto conectado a un tubo de vida”. Es decir que ella cogió a un menor difunto que, por el motivo que fuera, estaba conectado a un tubo de mágicas propiedades, y se lo envió (por correo, por mensajería) a su detractor. Ojalá se hubiera quedado todo en un deficiente uso de su lengua materna, pero no. En una intervención reciente – previa a su detención- dijo que en el ataque de Hamas del 7 de octubre no se produjeron violaciones, que las rehenes dijeron que el trato hacia ellas había sido exquisito, y que una incluso se sintió fea porque no la tocaron (sic). En plató no daban crédito a las tonterías y mentiras que decía la popular activista fashionista. La vehemencia con la que exponía su propaganda era la propia de quien no dialoga, no escucha, no entiende ni atiende.

Barbie Gaza es una hoja al viento que, vaya usted a saber por qué, se enamoró de un policía ceutí con quien construyó una familia. Feminista convertida al islam que se pone velo a veces pero que también pasea con el ombligo al aire (no tengo nada en contra, simplemente no lo entiendo), madre de seis niños a los que deja a su bola durante unos meses para marchar a una misión de dudosa eficiencia en una flotilla amateur. Este personaje es el talón de Aquiles de esta iniciativa. Sospecho que ni ellos se lo imaginaban. No sé qué hay que hacer para unirse a la flotilla, aunque intuyo que basta con liar a unos cuantos para meterse en un barco que alguno tenga en propiedad. No se pide experiencia ni se necesitan credenciales. El activista va, y punto. Barcos de recreo mal preparados, casi sin espacio, en los que hay, como hemos visto ya, clases. Está el barco de las estrellas, y luego los otros barcos. Viendo en tiktok los videos de “flotilla última hora” he encontrado voces mucho más fiables que la de Ana Alcalde que no han alcanzado la popularidad de esta. En la página donde se sigue el recorrido, las rutas de los barcos son todavía más erráticas de lo que nos muestran las noticias. No sé qué clase de iniciativa es la flotilla Sumud, ni quién la financia realmente. Me consta que, en este tipo de acciones, la suerte hace mucho. Y en todo movimiento asambleario las cosas van despacio y salen mal. Hay que estar muy aburrido en esta vida para meterse en nada que tenga formato asambleario. La misma Greta Thunberg (¿de qué vive esta chica? ¿del propio activismo?) renunció hará un par de semanas a su cargo en el barco, harta de tanto votar “asuntos internos” (la entiendo perfectamente).

No sé cómo un personaje como Ana Alcalde ha conseguido sitio en esta flotilla. ¿Lo ha comprado? Y si es así, ¿con qué dinero?, ¿con el sueldo de policía de su marido?, ¿con el suyo, que es de trabajadora social?. ¿Dónde dan excedencias de meses para echarse a la mar? He buceado por las redes de esta mujer y su familia y, la verdad, parecen las de la hija pequeña de La Húngara (Sonia O-Hara). Maquillaje, filtros, mucha pestaña postiza, mucha ropa del Shein y mucha marca falsa . La hija mayor parece estar un poco hasta las narices de la madre. Dice una amiga que Barbie Gaza se ha ido a Gaza para librarse de la familia. Si es así, ella es un poco menos tonta de lo que parece. Sea como fuere, Ana Alcalde no solo es la anécdota de la flotilla, sino también su mayor escollo, habida cuenta de que la misión no se limita a crear un corredor humanitario, sino que tiene asimismo una misión propagandística que no se cumple cuando hay una pantera de disco pub (como decían en Mondo Brutto) dando vergüenza ajena en cada intervención. La flotilla solo puede terminar en chiste o en tragedia, pero nunca en un triunfo.

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