El termómetro atmosférico sube estas semanas hasta límites insoportables, sumiendo a los españoles en una ola de calor que provoca dolor de cabeza, náuseas, mareos y riesgo de sufrir esos golpes térmicos que ponen en peligro a los más vulnerables. El presidente Sánchez cerró el ejercicio político con una triunfante rueda de prensa exhibiendo sin contención alguna la bondad de sus maquillados datos económicos. No sé qué habrán pensado al oírle las personas que acuden cada día a hacer la compra y ven que el gallo gordo está a 25 euros el kilo, un kilo de tomates cuesta 5 euros y la docena de huevos anda por los 4 euros. Ni los jóvenes, o no tan jóvenes, que buscan un piso de alquiler y no les llega el sueldo para pagarlo. Bueno, el presidente, siempre optimista y entusiasta con los progresos inacabados de su Gobierno progresista, se ha desplazado sin pérdida de tiempo a su residencia veraniega en La Mareta para disfrutar de unos merecidísimos 23 días de vacaciones, apenas tres semanas de nada, para tomar fuerzas. Al tiempo, preparará con sus íntimos políticos las relaciones con los siempre escurridizos socios, liderados por el determinante Carles Puigdemont, que claman su insatisfacción día y noche, ahítos de más compensaciones por sus quebrantables apoyos parlamentarios.
Mientras el presidente descansa en la bella Lanzarote, el resto del país se enfrenta a las vacaciones rascándose el bolsillo hasta el fondo al observar los precios del mercado. España vive un boom del turismo extranjero, que coincide con las crecientes dificultades para muchas familias de disfrutar de unas vacaciones, aunque no sean tan merecidas ni prolongadas como las de nuestro granítico presidente. El precio de los vuelos nacionales ha subido alrededor del 8% y el de los hoteles un 5,7%. El acumulado de los alojamientos en los últimos cuatro años ha crecido un 55,4%. Las tarifas medias por noche se sitúan entre 112 euros y 130 euros, elevándose a 285 en los de 5 estrellas. Las grandes cadenas hoteleras anticipan un verano de cifras históricas con un crecimiento del 7% de la ocupación y del 15% en ventas. La subida de la restauración tampoco está mal. Se estima en un 5% sobre el año pasado, habiendo experimentado un aumento del 22% desde 2021. No todo el mundo puede pagar esto.
Por eso, a muchos españoles les resulta más barato veranear en el extranjero. El pasado año el turismo nacional bajo un 2,3%, mientras se incrementaba en un 12% el número de los españoles que viajaban al exterior. El español ha incorporado en su rutina anual las vacaciones. Destina, según el Observatorio Cetelem,1.225 euros de promedio a este fin. Para ello, no le importa solicitar un crédito. Dos de cada diez lo hacen. El estudio “Hábitos de consumo de españoles: vacaciones de verano”, de Oney, señala que del 22 por ciento que precisa financiación, el 16% optará por el pago aplazado y el 6% pedirá un préstamo personal.
Buena parte de la economía española descansa sobre el turismo. Muchos la consideran la primera industria nacional. En el primer semestre del año llegaron a España 44,5 millones de turistas, un 4,7% más que el año anterior, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Gastaron casi 60.000 millones de euros, un 7,5% sobre el ejercicio precedente, con un promedio de 209 euros por persona y día. Puede que este año España acaricie la mítica cifra de los 100 millones de turistas. Por su parte, Exceltur, la patronal del potente sector, prevé una actividad por encima de los 220.000 millones de euros en el conjunto del ejercicio, lo que significaría una aportación del 13,2 al PIB nacional. Caixabank Research estima un crecimiento del 2,7% frente al 2,4% previsto para el conjunto de la economía.
Nadie va a discutir el peso del turismo en la economía nacional, aunque cada vez más sectores, en especial los habitantes de las zonas tensionadas, elevan voces de protesta por el impacto negativo en su día a día, en forma de gentrificación, dificultades para encontrar una vivienda y de precios desorbitados para los bolsillos domésticos.
La economía del verano también repercute significativamente sobre el empleo. Los últimos datos de desempleo y afiliación a la Seguridad Social revelan con nitidez la cara real del panorama. El paro registrado en España se sitúa en 2,4 millones de personas, el más bajo desde junio de 2008. Las mujeres representan 1,4 millones frente a los 950 mil hombres. Por tanto, la tasa de parto alcanza el 10,4%, buena para España, aunque sigue siendo la más alta de la Unión Europea. Por su parte, la afiliación a la Seguridad Social alcanzó un máximo histórico de 21,8 millones de personas, 468 mil más que hace un ejercicio. Crecimiento en todos los sectores, salvo en el agrario.
Pero estos datos, lamentablemente, tienen una cara B, que evidencia las dificultades para llegar a final de mes y disfrutar de vacaciones para muchas familias. Más del 60% de los contratos son temporales. De los indefinidos, el 38% son a jornada completa, el 22% a tiempo parcial y el 40% a los fijos discontinuos, que tanto oculta la ministra Yolanda Díaz. El interanual de los contratos temporales sube un 2,5% mientras los indefinidos baja un 2,8%. Muchos analistas señalan que la rotación ha aumentado durante el período de prueba y que muchos contratos se rompen antes de finalizar el año. Esto explica la precariedad en la que vive mucha gente en España explicada por una alta estacionalidad laboral, en especial en hostelería y turismo, abundancia de fijos discontinuos y aparición de los llamados “contratos cerilla”, cortos y uno detrás de otro.
El sector turístico es uno de los cimientos de España, pero esa pujanza no impide ver que algunos aspectos necesitan una cierta corrección. Los lugareños claman con razón contra esa plaga que invade sus calles, altera su vida y vacía sus bolsillos. Aparece un turismo para los extranjeros, inaccesible para muchos españoles, cuya economía no le alcanza. Quizás en algunos años, la mejor opción sea entre veranear en el Lago Como o volver a bañarse en la poza del río del pueblo, la misma donde me llevaba mi difunto padre.