La historia de la ciudad que va a morir por culpa del turismo

Sirmione es víctima de su propio éxito. La experiencia de visitarlo ya no es un viaje hacia la calma, sino una carrera contra el gentío

Sirmione - Internacional
Una fotografía panorámica de la localidad italiana de Sirmione
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En el corazón del norte de Italia, entre las aguas turquesas del lago Garda y las sombras de las antiguas murallas románicas, se encuentra Sirmione, una joya medieval que durante décadas fue un secreto bien guardado. Hoy, sin embargo, ese secreto ha sido profanado por el turismo de masas. Lo que antes era un remanso de paz ahora se ha convertido en un ejemplo perfecto de cómo el exceso de visitantes puede condenar a muerte la esencia de una ciudad.

Sirmione, el rincón perfecto que dejó de serlo

Sirmione reúne todos los elementos que hacen irresistible a un destino. Su ubicación en un istmo rodeado de aguas cristalinas, su legado romano, sus termas históricas y su aire de leyenda literaria. Fue el lugar de descanso de María Callas y la musa de artistas de la talla de Catulo y James Joyce.

Durante años, fue solo conocido por los italianos del norte y algunos viajeros cultos. Pero la llegada de los vuelos baratos, el turismo globalizado y la obsesión por las redes sociales convirtieron ese paraíso íntimo en un escenario saturado.

Castillo de Sirmione - Internacional
El castillo scaligero y el pequeño puerto de Sirmione. Para entrar en el casco antiguo, hay que pasar por el puente levadizo del castillo
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Las cifras lo dicen todo. En 1950, Sirmione tenía apenas 1.500 habitantes. Hoy, la población estable supera los 8.000. Aunque lo más preocupante no es ese crecimiento urbano, sino el número de visitantes. El pasado 3 de mayo, en pleno puente nacional y europeo, el pequeño pueblo recibió a 75.000 turistas en un solo día. Es decir, cincuenta veces su población original. Una presión que está asfixiando no solo su infraestructura, sino también la calidad de vida de sus vecinos.

Un modelo insostenible

La cercanía de Sirmione a destinos tan populares como Verona, a tan solo una hora de tren o cuarenta minutos en coche, ha convertido al pueblo en una excursión obligada. Más de 5,4 millones de personas visitaron Verona en 2023. Y muchas de ellas alargaron su escapada para conocer esta ciudad de postal. Pero lo que para el visitante es una parada idílica, para los residentes de Sirmione es una pesadilla diaria.

“No lo aguantamos más”, se queja Elena, vecina del casco histórico, en declaraciones recogidas por La Repubblica. “Para ir a trabajar tenemos que salir dos horas antes. El Ayuntamiento debería respetarnos, pero les da igual”. La asociación local Siamo Sirmione también ha levantado la voz: “Si este es el modelo de gestión del ayuntamiento, el riesgo no es solo un perjuicio para los residentes, sino un daño real y duradero para el turismo y la imagen de Sirmione”.

Piazza Carducci (Sirmione) - Internacional
Una fotografía de archivo de la Piazza Carducci, en Sirmione
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La respuesta institucional no se ha hecho esperar. El concejal de Seguridad, Massimo Padovan, ha anunciado un paquete de medidas para intentar frenar la masificación. Entre ellas, una propuesta de reserva obligatoria para acceder al centro histórico de Sirmione y la imposición de una entrada de pago para visitar las zonas monumentales. El objetivo es encontrar un equilibrio entre la actividad comercial derivada del turismo y la sostenibilidad del núcleo urbano.

Sin embargo, la pregunta es si estas medidas llegan a tiempo o si el daño ya es irreversible. El propio ayuntamiento admite que necesita encontrar un “número mágico”. Una cifra razonable de turistas diarios que permita conservar la identidad del pueblo sin estrangular su economía. Pero en plena temporada alta y con la presión constante de los operadores turísticos, la tarea se presenta titánica.

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