Opinión

De la ficción cavernaria en nuestros días

Cristina López Barrios
Actualizado: h
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Ficción, ficción, ficción. Esta semana de trabajo nómada, en los ratos de espera en aeropuertos y estaciones de tren, me ha dado por pensar en ella. ¿No les ha pasado que comienzan un pensamiento en un punto geográfico y viajan con él, dejándolo de lado por la urgencia de otras obligaciones, hasta que pueden retomarlo o hasta que les asalta de nuevo? Estos pensamientos viajeros suelen tener la forma del desorden, como las salas de espera o el enjambre humano ante una puerta de embarque hasta que nos ordenan por filas.

El mío comenzó en el aeropuerto de Málaga: la ficción que nos sirvió para tratar de comprender nuestra existencia hace millones de años, parece haberse convertido en la clave del éxito en nuestros días. ¿Y si la ficción es el ama de nuestra época?, me pregunto mientras me bebo un capuchino. Hasta se ha hecho ficción de la vida cotidiana en algún que otro realityshow televisivo. Desde vendernos un refresco con una de las técnicas de storytelling, hasta justificar guerras, la ficción funciona porque persuade, va directa a la entraña, me digo en el último sorbo del café, y nada nos moviliza tanto como las pasiones en masa que suelen cristalizar en creencias. ¿Está nuestra sociedad aún ávida de ellas? Es hora de embarcar en el vuelo que me llevará hasta Bilbao.

Recuerdo mi último aterrizaje en el aeropuerto de Sondika, tuvimos viento del sur y el avión parecía una montaña rusa. Trato de burlar el miedo forzando el recuerdo de mi lectura de Sapiens, el famoso libro de Yuval Noah Harari que tanto me sorprendió. Hace 70.000 años, nos contaba, se produjeron de manera aleatoria, espontánea, unas mutaciones genéticas en los sapiens que cambiaron sus capacidades cognitivas haciéndonos tan inteligentes, creativos y sensibles como somos ahora, pero sobre todo nos dio un lenguaje único. A partir de entonces ya no nos conformamos solo con estar vivos, sino que necesitamos saber el por qué.

Por primera vez teníamos la capacidad de abstracción y con ella nacieron las ficciones que nos llevan a creer en cosas que no existen y a darles un nombre y una morada estética. Se cuentan historias alrededor del fuego, en las cavernas. Hacen su entrada en nuestro mundo los mitos que luego serán leyendas, las manifestaciones artísticas como la pintura y la escultura. Diferentes mitologías, desde la nórdica, pasando por la griega, hasta la australiana, sin que en la antigüedad hubiera muchas posibilidades de comunicación entre ellas, sobre todo con esta última, trataron sobre los mismos temas: la creación del mundo, la inmortalidad, las relaciones y jerarquías entre los hombres y los dioses. Las historias ponían orden en el caos de ese mundo primitivo, donde la naturaleza era salvaje y brutal y además moríamos. La ficción puede ayudarnos a comprender esta vida a la que a veces es difícil encontrarle sentido, pero también puede apartarnos de la realidad y ponerse al servicio de manipulaciones.

Aterrizo en SondiKa con una suavidad de ensueño y me voy de pinchos, porque el hambre es más antigua que las preguntas. Vargas Llosa decía que los novelistas somos los chamanes modernos. Quizá estos sapiens que somos no hemos cambiado tanto y solo se han sofisticado los nombres de nuestras angustias.