Partamos de un hecho constatado: el electorado femenino fue el que en 2023 permitió a Pedro Sánchez mantener el poder. Y continuemos con otro: el caso Cerdán provocó en el PSOE un verdadero cataclismo debido a la quiebra de confianza de las mujeres en un partido ya erosionado por varias crisis consecutivas como el de la Ley del “Sí es sí”, la negligencia de las pulseras, la prostitución del Tito Berni, las sobrinas de Ábalos, el mercadeo de mujeres con los catálogos de Koldo o las saunas de Sabiniano.
Todos estos casos han llevado al PSOE de ser el partido hegemónico entre las mujeres a sufrir una erosión en este estrato del electorado que les ha hecho situarse a gran distancia del PP. Tras el caso Cerdán la intención de voto femenino al PSOE se derrumbó en más de 10 puntos y no parece que el caso Salazar haya contribuido a la recuperación de la confianza perdida.
El caso Salazar debería estudiarse en las escuelas de negocios como el modelo de cómo hundir el crédito de una organización y como la más negligente y clara manifestación de incompetencia pública.
Ahora que tenemos algo de distancia, resulta elocuente recordar el itinerario que ha seguido el PSOE porque resulta hasta obsceno…
Tras estallar el caso Cerdán Pedro Sánchez reorganiza la cúpula de su partido tratando de colocar, en sustitución de un corrupto, a otro de sus hombres de confianza. La mañana en la que se va a confeccionar la nueva dirección la prensa destapa los casos de mujeres acosadas sexualmente por Paco Salazar, el PSOE se indigna mucho y no cuenta con él, y Pedro Sánchez anima en ese Comité Federal a las mujeres a que denuncien por los canales habilitados por el partido porque “las vamos a proteger”. Lo primero que hicieron fue negar que al canal hubiera llegado denuncia alguna sobre Salazar. Cuando les dijeron que esas denuncias estaba acreditadas, respondieron que al ser anónimas no podían investigarlas.
Más tarde tuvieron que reconocer que efectivamente existían esas dos denuncias a pesar de lo cual no se investigaron durante cinco meses, tiempo durante el cual tampoco se pusieron en contacto con las mujeres. Este periódico caza mientras tanto a la portavoz del Gobierno y ministra de Educación comiendo con Salazar.
Pasa el tiempo y, ante el silencio del partido, las denunciantes cuentan en la prensa que las denuncias han desaparecido del canal habilitado por el PSOE y explican que todo se debe a un error informático. El PSOE no encuentra mejor explicación que alegar que curiosamente el mismo día que eldiario.es preguntó Salazar había solicitado su baja como militante y que por tanto ya había nada que investigar. El PSOE cierra la investigación.
Salazar encuentra trabajo en una asesoría que está al servicio del Partido Socialista de Cataluña y como publicó Artículo14 a 650 metros de Ferraz. Se publican los Whatsapp de Salazar que contienen un amplio catálogo de obscenidades y un tratamiento vejatorio deleznable hacia las trabajadoras del PSOE.
El asunto explota. Se destapa cómo trata el PSOE a las trabajadoras que sufren acoso y solo entonces, cuando la prensa pone en aprietos al PSOE deciden reabrir la investigación. A continuación, reaparecen de nuevo las denuncias en la web. Se celebran reuniones en Ferraz que son un desastre, el PSOE implosiona, se señala a la Secretaria de Organización del PSOE y a la Vicepresidenta María Jesús Montero y toda España llega a la conclusión de que si el PSOE no encubre a los acosadores sexuales del partido desde luego lo parece.
No se me ocurre mejor manera que tratar de recuperar el voto de las mujeres.
Cuando un partido político se ve envuelto en casos de corrupción hasta el cuello, y además provoca una crisis autoinfligida por encubrir a un supuesto acosador dentro de sus propias filas, queda en evidencia algo más profundo que un simple error estratégico: revela una cultura interna enferma. Un partido que, por miedo, interés o arrogancia, protege a quien degrada a sus propias trabajadoras demuestra que ha perdido de vista la razón misma por la que debería existir: servir al bien común.
Quizá la verdadera enseñanza es que ninguna organización política puede aspirar a representar a la ciudadanía si no es capaz de proteger, escuchar y respetar primero a las personas que la integran. La ética no es un eslogan: es un cimiento. Y cuando ese cimiento se quiebra, todo lo demás se vuelve insostenible.



