‘Soy la mano derecha que nunca va a salir’. Esa probablemente sea una de las frases que mejor resume a Leire Díez. Esa agente a la que el Partido Socialista, a la desesperada, le encomendó ocuparse de los chanchullos cloaqueros tras el estallido de lo de Begoña Gómez. Esa señora a la que hemos escuchado manejar el lenguaje de la cosa nostra con mucha soltura y desparpajo, cual si fuera la Tía Polly en los Peaky Blinders, al mismo tiempo que ella misma se cavaba su propia tumba con la pala de un palurdismo digno de estudio. De nota son, por ejemplo, el llevar el vídeo sexual con el que pretendía extorsionar a un Fiscal a la redacción de El Español, dirigida por Pedro J. Ramírez, un tipo que sufrió en sus propias carnes esa jugarreta rastrera, esperando que lo publicase. O el comprobar, con ternura y algo de penita, como en su llamada con Stampa, entra como un corderito camino al matadero en todas las trampas que éste le pone. Vamos, le hacen un interrogatorio en toda regla y ella, alegremente, se enfanga hasta las cejas sin sospechar por un momento dónde se está metiendo.
El lunes pidió a la Justicia que esas grabaciones no se tuvieran en cuenta, siguiendo los pasos de la comitiva de la chistorra dijo no reconocerse en esos audios. Es jodido empatizar con alguien a quien se le da tan mal hacer el mal. Sobre todo, cuando se la ha observado actuando con tanta seguridad en su tarea de joderle la vida a la gente. ‘Quiero a Balas’, eso que en un contexto distinto podría resultar escalofriante, ahora suena a mofa, a delirio, a flipe de una mandada a la que enviaron a una empresa que claramente le quedaba grande.
Leire ha demostrado ser torpe, brusca, zafia y tonta. Pero claro, la pregunta es qué hacía alguien que es manifiestamente incapaz ocupándose de un encargo tan delicado. Dice mucho de la situación tan precaria que vivía y vive el Partido Socialista que se pusieran en manos de una kamikaze de esas magnitudes. Leire debía ser la opción Z de cualquier persona con dos dedos de frente, pero, por lo que fuera, decidieron que no había nadie mejor. La realidad, casi con total seguridad, es que no hubiera nadie más dispuesto a bajarse hasta ese cenagal para acabar, como está ocurriendo, ahogado en arenas movedizas. Ahora los socialistas están intentando utilizar la estulticia de Leire para precisamente utilizar sus muestras de estupidez para negar que tuviera nada que ver con ellos. Algo que suena como: “En qué momento vamos a poner a una pobre imbécil como esta a resolver nuestros marrones. Anda que no tenemos nosotros mafiosos preparados para estas circunstancias como para tirar de este chiste de persona”.

Debe de ser duro para Leire escuchar como deslizan su desprecio los que hasta hace poco la saludaban cuando iba vestida de rojo, muy propia ella, a despachar en Ferraz. Porque sí, aunque ahora se hagan los locos, Leire iba a despachar a Ferraz. Y no con cualquiera, iba a reportarle al gran Santos Cerdán que, aunque ahora parezca que fue uno que pasó por allí, era el secretario de Organización del Partido, sustituyendo al célebre José Luis Ábalos. Ya, ya sé que es repetitivo, que lo decimos mucho, pero por más que me reitere, cada vez que lo tecleo me sigue pareciendo fascinante. Es que es impresionante.
De la misma forma que lo es que se venda como una militante chalada a una señora a la que se colocó en Eunusa y en Correos como si fueran puestos a los que accediera cualquiera. Recuerdo, cuando saltó a la palestra Víctor de Aldama, como la estrategia gubernamental fue ridiculizar al personaje tratando así de invalidar todo lo que estaba piando. Resuenan en mi cabeza aquellas palabras que soltó Félix Bolaños con su risita socarrona cuando se refirió a él como ‘Agente de la Tía’.

Lo del PSOE está siendo tan lamentable que están tratando de beneficiarse del propio ridículo para endulzar la corrupción. Una corrupción tan jodida y peliculera que los retrata, porque fueron ellos los que contaron con este reparto de película de Serie B para sus tejemanejes. Fueron ellos los que dejaron a hacer a Aldama, los que lo utilizaron como mediador con Venezuela. Fueron ellos los que se encomendaron a Leire para intentar mitigar el entuerto en el que estaban. Fueron ellos los que montaron este drama hecho comedia en el que participa lo mejorcito de cada casa, donde se dan la mano el surrealismo, la mediocridad y un mal que no se puede hacer peor.



