Opinión

Ni un euro, ni un voto, ni un dato

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La palabra más repetida en estas reuniones navideñas al hablar del panorama social y político es desánimo. El avance mundial de las ultraderechas y las ideas neofascistas se presenta como una especie de marabunta que nos está rodeando y dibuja a España como un reducto de resistencia. No es el anuncio de Campofrío el que hace que vuelva a confiar en la humanidad, son las compañeras feministas que siguen trabajando incansablemente pese a todo el odio que tenemos encima, son quienes continúan escribiendo libros para hacernos reflexionar y ampliar nuestro sentido crítico, son las periodistas que no han caído en la trampa de los algoritmos y comunican sin buscar el zasca y también son las figuras políticas que, pese a los bulos, los juicios desgastantes y los ataques organizados de trols y bots… aún no han tirado la toalla.

Nadar contracorriente desgasta. Lo fácil es comprar el discurso de que Dios nos salvará. Un ser todopoderoso que elige a alguien en la Tierra, ya sea político o artista, para que se cumpla su voluntad. Llámalo espiritualidad, marketing o vía rápida. No es casualidad que, en tiempos tan difíciles, se vuelva a poner de moda la religión, aunque la mayoría no sepa qué significa esa palabra. Yo prefiero creer en las personas de carne y hueso que dan explicaciones y argumentos y, sobre todo, las que se toman su tiempo. No las que vomitan una frase pegadiza en X para lograr visibilidad, ni las que hace un vídeo en TikTok hablando del estilismo o el maquillaje que hará que te olvides del genocidio en Gaza, sino las que quedan contigo en persona, te miran a la cara y, en lugar de hablar de sí mismas, te preguntan ¿cómo estás?

Es tiempo de hacer listas con propósitos para el año que comienza y yo quiero seguir formando parte de esa resistencia que aún cree que la felicidad y la libertad no tienen que ver solo con la individualidad, sino que implica el bienestar de todo el mundo.

Ni un euro

Para empezar, voy a dejar de apoyar con mi dinero a marcas y medios de comunicación que nos estén poniendo en peligro. El cuidado del planeta está directamente relacionado con el cuidado de las personas, así que no apoyaré a marcas que contribuyan al consumo desmedido creando necesidades superfluas y utilizando como estrategia de venta nuestro miedo a quedarnos fuera. En su lugar, compraré menos y elegiré productos con ingredientes respetuosos con el cuerpo y la naturaleza. Tampoco voy a financiar a aquellos medios y plataformas tecnológicas que perjudiquen nuestra democracia difundiendo bulos, aumentando la polarización, dando voz a negacionistas de la violencia de género o silenciando las voces serenas para ampliar solo los zascas. El cuidado de las personas pasa por informar con veracidad, mostrar también contenidos positivos y contribuir al diálogo y el entendimiento.

Ni un voto

Gran parte de la ciudadanía está decepcionada y desorientada porque muchos partidos parecen estar más preocupados en destruirse los unos a los otros que en solucionar los problemas que nos afectan. Ante este ruido constante, algunos piensan que lo mejor es no votar a nadie, pero este gesto aparente de castigo significa entregar nuestra decisión a los que sí acuden a las urnas. Si queremos resistir y posicionarnos a favor de los valores, los derechos y los cuidados tenemos el deber de votarlo. Yo no entregaré mi voto (ni a favor ni en blanco) a quienes niegan la violencia machista, ponen en peligro los derechos básicos conseguidos, nos hablan de enemigos, no apoyan la paz y la convivencia, sitúan el beneficio económico por encima del bienestar de las personas y confunden la palabra “libertad” con “mantener la desigualdad”.

Ni un dato

Las plataformas tecnológicas, ya sean de comercio, comunicación o inteligencia artificial, nos ofrecen servicios que no nos cuestan dinero, pero nos cobran en datos. Mientras nos mantienen entretenidos e incomunicados en burbujas completamente aisladas, les estamos entregando todas las claves para controlarnos: información, gustos, preferencias, relaciones, vivencias… Todo eso sirve para que ya no podamos escapar de sus tentáculos. Y mientras consumimos más productos y más contenidos, nos quedamos con menos dinero y menos capacidad crítica frente todo lo que está pasando. Cada vez nos cuesta más leer un libro, mantener una conversación y preocuparnos por saber cómo le va al otro. Ante las dificultades preferimos esconder la cabeza en el scroll infinito. Nos han construido la celda perfecta.

Nuestros euros, nuestros votos y nuestros datos están interconectados. Tener una cuenta, por ejemplo, en la red X significa enriquecer a personajes como Elon Musk, contribuir a la desinformación y el odio y entregar nuestra información a quien la va a utilizar para perjudicarnos. Ni dietas, ni ahorros, ni gimnasios: este año mi propuesta es utilizar nuestro poder de manera más estratégica para no dejarnos llevar por el desánimo.

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