Análisis

Jóvenes nostálgicos de Franco: la nueva fascinación antidemocrática

¿Hijos del desencanto o desinformación? ¿Por qué atraen a los jóvenes los movimientos de corte neofascista en el 50 aniversario de la muerte del dictador?

Varias personas durante una manifestación neonazi en Barcelona.
Europa Press

Cincuenta años después de la muerte de Franco, su sombra se proyecta sobre España tomando la forma de una nostalgia inquietante. Generaciones que no han conocido ni la censura ni la falta de libertades miran hacia aquella época con curiosidad y añoranza, ignorando hasta los crímenes cometidos. En su particular revisión, la dictadura se confunde con un espejismo de estabilidad laboral, prosperidad económica y bienestar social. En este ejercicio de amnesia donde la verdad se escabulle, se impone una pregunta: ¿cómo se puede sentir nostalgia de un régimen que ni de lejos conocieron?

Franco murió el 20 de noviembre de 1975 a los 82 años de muerte natural tras una larga agonía. Aprovechando este aniversario, grupos neofascistas europeos se están movilizando en Madrid para conmemorar su legado. El 8 de noviembre la ultraderecha de Núcleo Nacional ya congregó a unas mil personas vestidas de negro frente al Congreso de los Diputados con símbolos nazis, cantando el Cara al Sol y coreando consignas antiinmigración. Bajo el lema “Sangre, Tierra y Tradición”, la manifestación exhibió pancartas con mensajes como “las vidas blancas importan”.

Madrid, 20/11/1975.- Todos los periódicos matutinos y algunos vespertinos, en ediciones especiales, han salido a la calle, hoy jueves, con las portadas dando la noticia del fallecimiento del jefe del Estado, Francisco Franco. EFE
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Los actos previstos se ampliarán al menos hasta el 23 de noviembre con un encuentro en la capital que convoca La Alianza por la Paz y la Libertad, una red encabezada por xenófobos italianos que en España está representada por Democracia Nacional. Según dicen en sus redes sociales, tendrá como lema “Europa, una, grande y libre”, un guiño a la idea franquista de España: “una, grande y libre”. La intención es clara: “ir ciudad por ciudad, barrio por barrio, en toda Europa, para construir un contrapoder”.

¿Qué hace que tantas personas rechacen la democracia?

En la raíz de todo movimiento antidemocrático late la vieja creencia de que unos nacen para mandar y el resto obedece. Cualquier deriva antidemocrática brota de esta fantasía ancestral que considera la autoridad como un don y la obediencia un destino. Pero no hay una sola ideología que explique el rechazo a la democracia, sino distintos modos de pensar y percibir el mundo, según ha detectado un estudio británico con 842 ciudadanos publicado hace solo unos días en Annals of the New York Academy of Sciences.

Sus autores examinaron diferentes pensamientos ideológicos a partir de una pregunta: ¿qué rasgos y creencias predicen el apoyo a ideas que vulneran la democracia? La conclusión, sin duda chocante, es que tanto quienes defienden el orden establecido como quienes desean derribarlo pueden acabar justificando la censura, la violencia o la exclusión de ciertos grupos si se dejan vencer por un pensamiento rígido y simplista. El pensamiento abierto y la capacidad de considerar ideas contrarias actúa, en cambio, como una vacuna contra la desinformación y el autoritarismo.

Además, la percepción de que el sistema es ilegítimo o de que “los otros” ya han cruzado líneas rojas alimenta la disposición a vulnerar normas democráticas. Al psicólogo Sergio García Alonso le lleva a la ventana de Overton, una teoría política que explica cómo algunas ideas previamente impensables se convierten en aceptables. “Pensar que nuestra estirpe es la elegida hace que nos sintamos privilegiados y en ese privilegio desdeñamos a los demás. En ese rechazo al otro, rechazamos la propia democracia”, nos indica. Recurre al escritor Thomas Mann, que en 1943 ya sugirió que el fascismo regresaría envuelto en la bandera de la libertad.

Manifestación en Milán contra los movimientos fascistas. Sutterstock
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El 20% de los jóvenes apoya la dictadura

Los datos del último CIS son elocuentes. Casi un 20% de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 años cree positiva la dictadura franquista. Mejor que la democracia de Sánchez, para más del 17%. En cuanto a la población general, más del 21% piensa que los años de franquismo fueron “buenos” o “muy buenos”.

En nuestro análisis con expertos, encontramos varios caminos que confluyen en esta percepción. El primero, la educación. García Soriano está convencido de que no se ha cuidado la formación del criterio de nuestros jóvenes. “Hubo una Guerra Civil que se ha ocultado durante generaciones para no herir cicatrices o no levantar más heridas. Hemos vivido con un tabú de lo que fue la dictadura y no hemos aportado una información fidedigna en los colegios para pensar el pasado con un sentido crítico. Sin esta educación, ahora hay corrientes de opinión que encumbran los momentos más oscuros de las dictaduras”.

Antonio Álvarez Benavides, sociólogo y profesor de la UNED, encuentra el germen en la misma cuna. “Tenemos una generación de jóvenes que ha crecido en un contexto de crisis constante en el que sus condiciones laborales son asumidas ya como precarias y las expectativas de realizar sus proyectos vitales son muy negativas. Ese descontento y de crisis continuada les hace optar en muchos casos por este tipo de opciones populistas de corte antidemocrático”. En su opinión, esto se agrava con la normalización del discurso, incluso desde la “falacia de las elecciones”. “Es una de las cosas que considero más graves”, añade.

¿La nueva ola neofascista es una amenaza real?

“Vamos detrás de lo que sería responsable. Ninguna democracia está a salvo de nada. Los derechos y democracias no son para siempre. Se necesita un trabajo para mantenerlas. Se necesita enseñar a sus ciudadanos para que tengan criterio a la hora de sostenerlas. Está en riesgo porque hay un movimiento de ultraderecha antidemocrático. Es una cuestión que no solo sucede en Europa, sino en todo el mundo”, responde García Soriano.

Álvarez Benavides confía en que estos movimientos no supongan una desestabilización. “Para la democracia en sí, como un sistema de gobierno que compartimos y que es la base de la propia Europa, creo que no son una amenaza. Por el contexto internacional, parece difícil, más allá de lo negativo que pueda ser en muchos aspectos, que se pudieran repetir los regímenes autoritarios de principios del siglo XX en países como Alemania, Italia, etc. Por mucho que la ultraderecha esté avanzando y que eso es un hecho constatable, peligroso y dañino para la propia democracia, no creo que se vaya a producir un nuevo asalto al poder de regímenes totalitarios”.

Lo que sí constata el sociólogo es que la democracia en sí ha retrocedido tal y como la habíamos concebido. “Una de las características fundamentales de la democracia liberal es que los derechos han ido creciendo a lo largo de distintas generaciones. Ahora observamos en diferentes países de la UE, incluso en el nuestro, que algunos de esos derechos no solo se han puesto en cuestión por parte de la ultraderecha, sino que además se han ido recortando. Algunos tienen que ver con las libertades individuales y con el hecho de estar en sociedad con la propia identidad de uno. Es el caso de los derechos de igualdad o LGTBI”.

Hungría
Activistas protestan contra las medidas del Gobierno húngaro en Budapest
Efe

Este retroceso lo confirma un informe del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral: “Europa ha visto un estancamiento o retroceso paulatino de la calidad democrática. Aunque no estamos ante un colapso, el compromiso con la democracia liberal sigue alarmantemente insuficiente”.

Desconfianza hacia las élites

Entre los factores que alimentan actitudes antidemocráticas señala la polarización política, la desconfianza hacia las élites, la sensación de que la democracia no cumple, las crisis económicas y migratorias, la manipulación informativa, así como gobiernos que erosionan ineficaces.

El Instituto McCain organizó un taller en Varsovia en abril de 2025 con representantes de la democracia, la sociedad civil y los medios de comunicación de Georgia, Hungría, Polonia y Eslovaquia. En la discusión sobre los factores que impulsan los movimientos antidemocráticos en Europa y el “atractivo del hombre fuerte”, hubo pocas diferencias: la desigualdad de ingresos, el fracaso de la democracia para cumplir sus promesas, la política de agravios y el desorden informativo.

Líderes
Cumbre de la Comunidad Política Europea
Efe

Necesidad de líderes visionarios

El hecho de que la mayoría de los dirigentes y candidatos sean hombres mayores, ricos agrava el problema. Los participantes concluyeron que el autoritarismo de derecha está en auge en muchos países, donde la ciudadanía adopta la idea de que tener un líder fuerte dispuesto a “luchar” es más importante que proteger los derechos individuales y los principios democráticos. A medida que el mundo pierde la fe en la democracia, se necesitan urgentemente líderes visionarios. Según un informe del Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge, a nivel mundial, el 57,5% de los ciudadanos de los países estudiados no está satisfecho. En 2005, esa cifra era solo del 38,7%.

Cómo poner freno

“No conozco las competencias de la UE o hasta qué punto debe intervenir -indica Álvarez Benavides-, pero hay cuestiones presupuestarias u otras formas de impedir que ciertas medidas alteren los derechos de las mujeres, como está pasando en Polonia, o los derechos de las comunidades LGTBI, como en Hungría. Hay mecanismos, pero no una voluntad política tan fuerte”. En cuanto a estos movimientos, lo ve más complicado. “Desde el punto de vista de la juventud, ha habido una desatención tremenda por parte de la UE y de todos los gobiernos. Solo un 3% de los políticos de la UE tiene menos de 30 años. Si vemos las partidas presupuestas para jóvenes con respecto a otras, como Defensa, son mínimas”.

García Soriano opina que la UE debería tomar medidas ante un problema tan severo. “No está siendo ágil a la hora de leer los movimientos antidemocráticos y ultras que existen. Necesitamos un viraje hacia valores democráticos. Si no, esto nos llevará a nuevas guerras y conflictos”.

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