La semana ha ardido en TikTok, Instagram y tertulias. María Pombo defendió que “hay que superar que a algunos no les gusta leer” y que los lectores “no son mejores personas” por el simple hecho de leer. La frase, respuesta a un comentario sobre su estantería, encendió críticas, réplicas y editoriales, y terminó con la influencer mostrando los títulos que sí hojea, desde autoayuda hasta crianza o hábitos, matizando que su diana era el postureo lector y no los libros. La tormenta alumbró una pregunta útil para entender el ecosistema cultural actual: ¿leen los influencers y qué influencia real tienen sobre la lectura?
Antes del juicio moral conviene mirar los datos. El Barómetro de Hábitos de Lectura 2024 muestra que el 65,5% de los españoles lee libros por ocio y que los jóvenes de 14 a 24 años son los que más leen, con un 75,3%. La lectura como actividad de ocio continúa creciendo, incluido el auge de audiolibros, y la brecha de género se mantiene a favor de las mujeres. El tópico de que “los chavales no leen” ya no se sostiene.
¿Qué lugar ocupa la lectura en la vida de los influencers más seguidos de España y cómo se relaciona con su poder cultural?
El mercado editorial acompañó el pasado con más de 1.200 millones de euros de facturación y 77 millones de ejemplares impresos vendidos, un empuje que no es ajeno a fenómenos sociales nativos de redes, con BookTok como vector de descubrimiento que convierte un vídeo viral en un superventas.
La controversia Pombo recuerda una tensión de fondo: entre el desdén por la lectura como capital simbólico y su defensa como herramienta de lucidez. Hubo quien subrayó que leer no te hace automáticamente mejor y quien replicó que sin lectura es difícil construir pensamiento crítico. Más allá del barro, la conversación deja ver la ansiedad por el prestigio cultural y el hartazgo ante la superioridad moral en redes. En la otra orilla, hay estrellas globales que sí han convertido su influencia en hábito lector compartido. El Service95 Book Club de Dua Lipa, nacido en 2023, propone una lectura mensual con entrevistas a autores, guías y playlists; actualmente continúa activo y moviliza comunidades enteras alrededor de títulos que se agotan en librerías tras su recomendación, un ejemplo de prescripción cultural en modo nativo-digital.
@20m María Pombo defiende que no se quiera leer: “Hay que superarlo”#salseoentiktok mariapombo #lectura influencers
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Clubes de lectura
Más allá de los macroinfluencers, el músculo lector en redes lo sostienen perfiles especializados, booktokers y booktubers que reseñan, hacen lecturas conjuntas y montan clubes virtuales. Estudios en España apuntan que su colaboración con editoriales incrementa la visibilidad de títulos y empuja ventas, mientras la prensa tecnológica ha radiografiado clubes de lectura en YouTube y TikTok que fidelizan a la Generación Z con formatos cortos y participativos.
El auge del romantasy, esa mezcla de romance y fantasía, ilustra la retroalimentación entre redes y librerías. Sagas de Sarah J. Maas o Rebecca Yarros se vuelven virales y colonizan mesas de novedades al mismo tiempo que conviven con clásicos recuperados y con narrativa de culto impulsada por video-reseñas. Entre los jóvenes mandan la fantasía, el romance y el spice, pero también se cuelan Dostoyevski o Plath en nuevas ediciones.

La respuesta corta es que algunos influencers sí leen, otros no, y que importa menos el número de páginas que devoran que el relato que construyen sobre la lectura. Lo relevante no es que un creador acumule lomos en su salón, sino qué narrativa activa. Cuando la lectura se usa como status, el libro se convierte en atrezo y provoca rechazo; cuando se presenta como herramienta, los clubes, las listas abiertas o las charlas con autores se convierten en puertas de entrada a distintos géneros; cuando se entiende como comunidad, las lecturas conjuntas, las sesiones de preguntas y respuestas y las librerías físicas que se suman a la fiesta digital con eventos logran tender puentes entre usuarios y libros.
La polémica Pombo, leída en frío, funciona como síntoma: satura el postureo y cansa el dedo acusador, a la vez que recuerda que la lectura sigue siendo campo de batalla cultural. Que la discusión derive en descubrimiento o reencuentro con libros depende de a qué perfiles demos altavoz. Validar todos los formatos, tender puentes entre nichos y masas, exigir transparencia comercial y medir impacto sin elitismo son claves para un consumo sano.
En el timeline de esta relación entre redes e influencia literaria se pueden marcar hitos. En 2018, Laura Escanes publica Piel de letra y prueba que el influencer también escribe y pone a su público a leer su intimidad. En 2023 nace el club de lectura de Dua Lipa y una estrella convierte su editorial en punto de encuentro mensual. En 2024 y 2025 BookTok consolida su capacidad para agotar títulos y crear géneros estrella en mesas juveniles, con el romantasy como fenómeno de masas. Y en septiembre de este año, la frase de María Pombo reabre el debate sobre elitismo lector y prescripción en redes.