Hay ideas que envejecen mal.
Y luego están las que nacen directamente muertas.
Esta es una de ellas.
Una amiga nos contó hace tiempo una historia que me puso los pelos de punta. Un compañero suyo de trabajo, algo más senior, tuvo la idea de “ayudar” a otra compañera en su proyección de carrera. ¿Cómo? Compartiendo con ella una presentación titulada, sin rubor alguno, Nice girls don’t get the corner office. Traducido libremente: si eres maja, no llegas arriba.
Pero si el título ya promete, lo mejor es el contenido: una colección de “errores inconscientes” que, según este manual de autoayuda corporativa, explican por qué las mujeres no progresan profesionalmente.
Spoiler: no es por el sistema.
Es por llorar.
Por decorar el despacho.
Por llevar magdalenas.
Por mirarte en un espejo.
Por existir mal.
Porque, según este PowerPoint —elaborado, atención, por una mujer—, el verdadero problema del techo de cristal no es la discriminación, ni los sesgos, ni las dobles varas de medir. No. El problema es que las mujeres no saben comportarse como hombres. Y en vez de cuestionar la norma, hay que adaptarse a ella con una sonrisa profesional y cero rastro de humanidad.
Veamos algunas joyas.
Error nº1: decorar tu oficina como si fuera tu salón
Porque ya se sabe que las fotos, una planta o algún objeto personal matan la credibilidad. Curiosamente, los despachos masculinos llenos de trofeos, pósters de Fórmula 1 o espadas medievales no parecen afectar a la autoridad de nadie. Misterios del liderazgo.

Error nº2: alimentar a otros
Traer comida es peligroso. Humaniza. Genera conversación. Invita a parar cinco minutos. Y eso, amigas, es imperdonable. Porque el problema no es que el entorno laboral penalice los comportamientos asociados tradicionalmente a lo femenino, sino que tú sigas teniéndolos.
Error nº3: llorar
Este merece un aplauso.
¿Te sientes sobrepasada? ¿Estás frustrada? ¿Has recibido un trato injusto? Perfecto: trágatelo. Si lloras, pide permiso para desaparecer. No sea que alguien descubra que eres una persona y no un robot con blazer.
Eso sí: si un hombre frustrado grita, de eso el manual no dice ni mu.

Error nº4: arreglarte en público
Jamás te pongas pintalabios. Nunca te mires al espejo. No toques tu pelo. Porque tu cuerpo, aunque esté ahí, no debe notarse. Debes existir, pero sin ocupar espacio. Estar, pero no ser vista. Liderar, pero sin parecer mujer.
Y por si quedaba alguna duda, el remate:
“El 55% de tu credibilidad depende de cómo te ves.”
No de tu criterio.
No de tu experiencia.
No de tus resultados.
De cómo te ves.
Pero no puedes retocarte. Así que más te vale estar —y mantenerte— siempre perfecta.
Lo más inquietante de todo esto no es solo el contenido, sino el contexto. Que alguien considere normal enviar esto hoy. Que se presente como consejo bienintencionado. Que se venda como empoderamiento cuando en realidad es adiestramiento. No te dicen “el sistema está mal”, te dicen “corrígete tú”.
Y sí, lo más irónico de todo: la presentación la hizo una mujer. Lo cual no la hace menos machista, solo más triste. Porque demuestra hasta qué punto hemos interiorizado ciertas reglas. Hasta qué punto algunas han llegado arriba… enseñando a otras a agacharse.
No, el problema no es que las mujeres lloren, decoren, cuiden o se emocionen.
El problema es un entorno que sigue considerando todo eso incompatible con el poder.
Y el verdadero sabotaje no es ser “nice”.
Es aceptar que para tener éxito hay que dejar de ser una misma.


