Opinión

Sánchez y la foto de la famiglia

Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

El otro día, en el sarao de la ONU en Sevilla, deambulaba desorientado el presidente Sánchez junto a Begoña Gómez y una señora de protocolo. El líder del PSOE, cariacontecido y visiblemente devastado, con la precariedad y la agonía hundiendo la carne en sus huesos, negaba con la cabeza mientras le espetaba a la trabajadora, sin reparar en que las cámaras captaban el momento, que no quería foto de familia. Lo dijo con el tono apesadumbrado del que ha perdido la orientación, del que no sabe por dónde vienen los golpes. No quiero foto de familia. Como el niño que no quiere ir al colegio o comerse la lechuga. Como el chaval con obesidad que por los complejos no se quiere quitar la camiseta en la piscina y se hace el sueco para borrarse del momento Instagram y así no desentonar entre tantas tabletas y bíceps.

Pedro no quería foto, igual que sus socios no quieren fotos con él. Así lo hicieron saber en la ronda de contactos en la que se sondeó la viabilidad de la legislatura. De retratos, nanai, pero la sangre la queremos seguir chupando hasta que el país sea un erial y tú, querido presi, seas una sombra huesuda y estrambótica, una sombra lunática que se repita en bucle al espejo las mentiras que ya nadie tendrá a bien repicar. Con la determinación malgeñuda pero escuálida que dan las paredes del búnker, Pedro negaba más de tres veces al tiempo que apretaba la mandíbula dejando al descubierto las facciones de una quijada que oposita para el rebranding del logo de los piratas.

José Luis Ábalos y Koldo García.
KiloyCuarto

Parece que el líder resistente, el patrón del Peugeot, ha desarrollado escopofobia, que no es otra cosa que miedo a las cámaras, a ser fotografiado y observado. Ya apuntamos por aquí que el final del sanchismo va a tener mucho de paradójico e irónico; todas las cosas que sobrepasan por mucho los límites de la racionalidad, y se mantienen estrangulando a la verdad, acaban por tener este puntito sarcástico que sirve como broche y soga del esperpento. Sí, es curioso que alguien tan pagado de sí mismo, un personaje ridículamente encantado de conocerse, que guiñaba a los espejos y que fue capaz hace unos días de grabarse haciendo el teatrillo del 5% de la OTAN gesticulando como si hubiera asistentes en una sala de prensa completamente vacía, vaya a terminar cogiéndole trauma a esos focos y esos objetivos por los que antes paseaba su chulería y su estudiada soberbia.

Es probable que esta pose de plañidera y este pasear la capa caída tenga mucho de preparación antes de intentar el enésimo golpe de mano y pasar a cuchillo a todas las focas que hoy componen la orquesta de su particular Titanic 407, pero eso, las majaderías y las ensoñaciones de Sánchez, no están reñidas con que realmente, como no puede ser de otra manera, esté devastado. Lo que ocurre es que casi con total seguridad la cara tristona y aletargada que enseña al público no será la misma que la cabreada y autocrática que esté mostrando de puertas para dentro. Ahí, en su esfera personal, en las paredes por las que sobrevuelan los fantasmas del naufragio, no estará dando la matraca con el rollo de la decepción y la supuesta traición, allí, lo que bullirá será la rabia incontrolable y la impotencia de un tipo que aún no ha sido capaz de aceptar su destino y hacer las paces con el presente y el futuro que les esperan. Debe ser muy duro para un escapista sentir por primera vez la claustrofobia, igual que para un timador tiene que ser tremendamente desalentador comprobar que ya no es capaz de mover con el dinamismo de antaño los vasos y la bolita, que ya no confía en él ni el conejo que antes aparecía y desaparecía de su chistera.

El hombre de los mil recursos, el escurridizo morador de La Moncloa asiste en directo al desmoronamiento de su imperio del humo. Caen todas las edificaciones sin pilares que se construyeron a prisa y corriendo, con el cemento del rostro de todos aquellos que participaron en el levantamiento de este proyecto que hoy se viene abajo. Siempre he repetido que Sánchez tiene la mentalidad del jugador de baloncesto, que sabe que del crono se deben apurar hasta las décimas de segundo, que hay que forzar las faltas, que el marcador puede cambiar en cuestión de dos jugadas. Pero no, ya no es posible buscar ese triple milagroso a lo Llul desde la mitad del campo, sobre todo porque el equipo ya no cree en la remontada. Ahora mismo hay un quinteto sobre el parqué y él reniega de haber estado pasándose el balón con ellos. Koldo es el pívot. Ábalos, el ala-pívot. Aldama, el alero. Sánchez, el base. Y Santos, jalando talego desde el lunes, el escolta. A Pedro le gustaría poder pinchar la pelota, insultar al árbitro, enfrascarse en antideportivas. Pero no puede, el equipo está pasando por el aro, y mirar al banquillo, en el amplio sentido de las acepciones de la palabra, le causa pánico e irritación.

Por eso no quiere fotos de familia, para qué más fotos, si ya hay bastantes. Teme a que le hagan fotos y teme a que saquen las que hoy descansan en los discos duros y en los cajones de las redacciones. Nosotros podemos jugar a imaginárnoslas, pero él, él tiene que estar repasando cuáles son, imaginando cómo será su cara junto a todos esos que ahora dice no conocer: ¡Menuda inventada!

Ya hay voces de su propia guardia pretoriana que empiezan a sonrojarse ante la evidencia y pían como pajarillos asustados que es insostenible lo de seguir con la matraca de que el kíe supremo no sabía nada de lo que estaba pasando a su alrededor. Solo continúan las que tienen su futuro atado a la losa del ego más grande que ha soportado España, como la inefable María Jesús Montero, que prosigue con su impagable labor de demostrarle con un surrealismo irredento que no es que traten a la gente por gilipollas, sino que realmente creen que somos gilipollas. Ya lo dijo Jabois en Hora 25, a Santos Cerdán no le están juzgando por delitos de ahora, le están juzgando por delitos que ha cometido cuando ha sido secretario de organización de su partido.

Pedro no quiere fotos de familia, porque sabe que están por publicarse las fotos con la famiglia. Ese álbum impagable de abrazos con SúperSantos, FelizCumpleJoséLuis, KoldoCustodioDeAvales y VíctorElGranNicolás, entre otros insignes rostros de la corrupción contemporánea del puño y la rosa. Volverán con el cuento intragable de la IA, negando la evidencia, soltando patrañas y mítines a jueces estupefactos, pero hace tiempo que la venda se ha caído de los ojos de las personas que no quieren que les siga lloviendo dorado en su cara. Pedro no quiere más fotos, pero esto va a ser como ir a casa de la abuela, todos los españoles nos vamos a sentar en el sofá a ver los álbumes. Pedro no quiere fotos, pero no puede parar las imágenes. Por ejemplo, ya tenemos la del señor que hasta hace veinte días había sido su mano derecha, el mandamás en su partido y el muñidor de todos los pactos de la infamia sobre los que se ha sustentado este gobierno impotente que se desintegra. Sonríe, Pedro. Di patata. O gachas, que dirá Santos, nuevo tenor de moda.