Más de 230.000 marroquíes viven en Cataluña. Son unos 130.000 hombres y unas 100.000 mujeres y representan la gran colonia extranjera en la comunidad catalana. Son el 17% del total de los venidos de otras fronteras, a gran diferencia de rumanos (6,3%), italianos (5,9%) y colombianos (5,6%).
Algunas como Faouzia Chati Badou no son precisamente unas recién llegadas porque, en su caso, lleva más de 30 años instalada en Barcelona y sus hijas son catalanas de nacimiento. El paso de los años, sin embargo, ha empeorado la situación de los marroquíes en Cataluña porque una ola de xenofobia se levanta cada vez con más fuerza agitada por los partidos ultra, por Vox y por Aliança Catalana. No está siendo una época sencilla para ser musulmana en una comunidad que siempre presumió de integración, pero que últimamente manifiesta preocupantes signos de intolerancia.
Faouiza no es una marroquí más en la capital catalana. Es la presidenta de la Asociación de Mujeres Marroquís en Cataluña, ha contribuido enormemente a que muchas de ellas tengan una vida más allá de sus casas, ha alentado la participación de ellas en cursos que organiza su entidad (árabe, castellano, catalán, yoga, cocina) y ha colaborado a menudo en que sus compatriotas encuentren trabajo. Es, por tanto, una mujer preocupada por otras mujeres y preocupada por la situación política que se está abriendo paso en Cataluña con la irrupción de discursos xenófobos.
— Usted lleva muchos años en Barcelona. ¿Cómo se explica la aparición de partidos como Aliança Catalana, que promueven un discurso ultra contra la inmigración?
— Me preocupa porque se nota más que antes. Son gente que iguala la inmigración a la delincuencia y que nunca dice que la gente que emigra desde países como Marruecos hace aquí el trabajo que no quieren hacer los autóctonos en la construcción, en el campo o en las tareas del hogar.
— Este repunte de la xenofobia a quiénes afecta más, ¿a los hombres o a las mujeres?
— Pues yo creo que las mujeres lo sufrimos más porque la mayoría llevamos pañuelo y la realidad es que te juzgan por llevarlo. Yo muchas veces digo que el pañuelo no puede decirte nada de la persona, que tienes que ver lo que hay en su interior. El pañuelo es un objeto y forma parte de nuestra cultura. Pero las mujeres sufrimos más que los hombres porque yo tengo conocidos que son rubios y simplemente los confunden con nacidos en otros sitios.
Nosotros somos vosotros
A Faouiza le cuesta entender que haya políticos dando voces en los mítines de campaña a cuenta de la decadencia de las identidades nacionales por la llegada de la inmigración. Cree que se están cruzando las líneas rojas del respeto y de la convivencia. “Nosotros los musulmanes respetamos todas las religiones. ¿Por qué? Porque está en el libro del Corán y para nosotros es un libro sagrado, así que nosotros no tenemos ningún problema ni con el cristianismo ni con el judaísmo”, dice en una conversación mantenida con Artículo14 en la sede Asociación de Mujeres Marroquís en Cataluña, en pleno barrio del Raval de Barcelona.
—¿Qué le diría a alguien como Sílvia Orriols, que dice que las calles ya no son nuestras porque se han llenado de velos islámicos y de bandas latinas?
—Nosotros ya estamos formando parte de vosotros. Y la mayoría de los marroquíes que vivimos aquí ya somos catalanes de alguna manera. Nuestros hijos ya han nacido aquí, son catalanes. Incluso los nietos, ya hay terceras generaciones de marroquíes en Cataluña. ¿Tendría que aceptarlo, no? Yo no entiendo este odio, de dónde viene y por qué a nosotros.
Faouiza no es ajena a este discurso cada vez más propagado, un discurso de notable penetración en municipios como Vic y Ripolll, según el cual cada vez hay más inmigrantes que se han desplazado a lugares como Cataluña “a vivir de los impuestos que pagan los catalanes” y a “colapsar los servicios públicos” que se habían diseñado para los de aquí. “Pagamos nuestros impuestos, cumplimos nuestras obligaciones y no sé por qué este odio, no sé”, insiste, contrariada.
El caso es que los problemas de las marroquíes en Cataluña van en aumento porque trascienden, con mucho, el debate político. “Es muy complicado para nosotras tanto firmar un contrato de trabajo como firmar un alquiler. A la Asociación nos llegan muchos casos de visitas para ver un piso y de pronto se encuentran con una negativa y con una explicación mal dada de que no quieren extranjeros. Y lo mismo con trabajos domésticos porque hay autóctonos que no quieren que una árabe esté en su casa”, explica.
Más de 200 mujeres están apuntadas a las actividades que organiza la Asociación de Mujeres Marroquís en Cataluña. Muchas de ellas seguirían encerradas en sus pisos en Barcelona si no fuera por el dinamismo de Faouiza. Se siente satisfecha de haber ayudado a muchas mujeres desde la asociación y se niega a caer en el pesimismo. “Hombre, yo espero que la situación va a mejorar porque yo creo que los hijos de esta gente tienen la mente un poquito más abierta”, nos dice Faouiza, el tesón hecho persona.