Un cáncer de colon ha acabado con la vida del expresidente de Aragón, Javier Lambán, un socialista español, aragonés y jacobino; un hombre culto, amante de la Historia y de los libros –tal y como cuenta mi admirado exprofesor Ignacio Urquizu en su excelente obituario, publicado en El País, “era capaz de exponer de memoria citas de Machado o de Baltasar Gracián”–, y, por lo que dicen quienes disfrutaron de su amistad, un gran tipo. Dios le tenga en su gloria.
Hacia el año 86 d.C., un paisano de Javier Lambán, el bilbilitano Marco Valerio Marcial, escribía en su Libro I de epigramas: “No llora Gelia la pérdida de su padre cuando está sola; si alguien está presente, le caen unas lágrimas provocadas voluntariamente. Todo el que busca ser alabado, Gelia, no siente dolor. Sufre de verdad el que sufre sin testigos”. Lamentable e inevitablemente, me he acordado de estos satíricos versos mientras atendía a las condolencias manifestadas por algunos paladines del PSOE de Sánchez, como su rival regional, Pilar Alegría, o el propio presidente del Gobierno, quien le llamaba “petardo” en los mensajes de WhatsApp que le mandaba a su, por entonces, mano derecha, José Luis Ábalos.
“Recibimos con gran pesar”, ha escrito en X el líder del Ejecutivo, “la noticia del fallecimiento de Javier Lambán. Su trayectoria y compromiso dejan una huella imborrable. Mis condolencias a su familia y seres queridos”. Lambán anunció el 29 de enero que presentaba su renuncia como senador autonómico, muy pocos días después de que la ministra de Educación y Formación Profesional fuera confirmada como nueva líder del PSOE de Aragón. Su partido le expedientó, previamente, por no votar la Ley de Amnistía en la Cámara Alta. Razones: “Vulnera la igualdad de todos los españoles ante la ley; pone en quiebra la separación de poderes, clave de la democracia, y, en última instancia, socava la autoridad moral y política del Estado para hacer frente ahora y en el futuro al independentismo”.
Durante su última aparición en un acto público, el pasado 10 de julio, cuando se celebró la presentación y entrega de su retrato como expresidente del Gobierno de Aragón, Lambán lamentó que, “como diría Felipe González, me siento hace un tiempo huérfano de representación en mi partido, tanto en Madrid como en Aragón. El PSOE me duele en lo más profundo del alma, mientras que Aragón me alegra el corazón”. Al homenaje acudió la senadora socialista Mayte Pérez y, por ello, el grupo socialista en la Cámara Alta le clavó una sanción de 600 pavos. Aunque no había ninguna votación relevante en la sesión, según alegaron, no había motivo suficiente para ausentarse y le impusieron la pena más alta permitida en estos casos. Estos son los que ahora lloran. Como la Gelia de Marcial. Líbrenos el Señor de semejantes plañideras.
Este sábado, Heraldo de Aragón publicó un artículo póstumo de Lambán, titulado “Los mártires de la democracia”. En un texto lúcido, muy bien escrito, con poso y doliente, el expresidente de Aragón abogaba por “una movilización civil para conmemorar el centenario de la guerra, recuperando la concordia de 1978 y erradicando la pulsión fratricida de 1936”, llegando al aniversario “con los muertos de las cunetas exhumados y enterrados con dignidad”, a la vez que “con los 300 atentados de ETA pendientes ya resueltos y con las víctimas tratadas con la reverencia que merecían”. “No parece destinada al éxito mi idea”, reconocía el socialista. No saben cuánto lamento darle la razón. Ojalá nos equivoquemos.