Detrás del jaque electoral al independentismo en Cataluña hay dos mujeres. Lluïsa Moret y Dolors Montserrat, jefa de campaña de Salvador Illa y Alejandro Fernández respectivamente. Quienes las conocen bien coinciden en que ambas tienen mucha inquietud social. Dos políticas de larga trayectoria y experiencia en los entresijos de las estrategias comunicativas tanto propias como de sus jefes. Porque Moret ha llegado a alcaldesa de Sant Boi de Llobregat y a presidenta de la Diputación de Barcelona. Y Montserrat a vicepresidenta tercera del Congreso, ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, Consejera de Salud, Bienestar y Familia de la Generalitat cuando la aplicación del artículo 155, eurodiputada y Portavoz de la Delegación Española del Grupo Popular en el Parlamento Europeo hasta la actualidad. Adversarias, ideológicamente distantes y constitucionalistas las dos, han logrado que los líderes de sus partidos hayan ganado votos y escaños, y hecho retroceder a las formaciones independentistas.
Moret milita en el PSC desde inicios de los años noventa. Licenciada en Psicología Clínica, trabajó en un centro de atención a toxicómanos en los tiempos más duros y trágicos de la heroína y sus estragos. Allí lloró mucho. Fueron siete años de convivir con la muerte y de aprender que allá donde no llega la medicina llega el consuelo a los enfermos y a sus familias. Comprobó la necesidad de los servicios públicos cuando aprendió que las personas con recursos se desintoxicaban en una granja privada y los que no, morían de sobredosis en un rincón. Con experiencia laboral en el sector público y la empresa privada, amplió su formación con masters en técnicas de Investigación Social y en Políticas de Género. Viceprimera secretaria del PSC, es poco dada a la propaganda personal y entregada a transformar una de las ciudades más importantes del cinturón metropolitano de Barcelona.
En cuanto a Dolors Montserrat, su vocación política le viene de familia. Su madre, una empresaria de la logística y el transporte, fue la diputada más longeva del Parlament de Cataluña. Su hija ha heredado la tradición y la capacidad de trabajo. Ya en su preadolescencia se apuntó a movimientos sociales cristianos y ayudó a personas vulnerables en Cáritas y en la Cruz Roja. Licenciada en Derecho, trabajó en un despacho de abogados especializado en urbanismo, Mariano Rajoy la fichó por su formación jurídica. Desde entonces en España y en Europa ha superado todas su expectativas. También las que pronosticó en Cataluña, donde Dolors le prometió a Feijóo, que cuadriplicarían el resultado. Lo ha quintuplicado.
Dos mujeres, dos estilos, dos ideologías y una vocación común: servir a la ciudadanía y a sus partidos. Ambas leales, ambas discretas, ambas altamente preparadas y más que eficaces. Los amigos, conocidos, saludados y colaboradores de cada cual trazan sus retratos robot:
Dolors Montserrat: Mente y habla muy rápidas. Como Guardiola en fútbol y Tomás en los toros. Enorme capacidad de trabajo. Tozuda. Amable. Criterio claro y saneado. Celosa de su vida privada. Muy trabajadora. Duerme poco. No toma café. Bebe agua con limón o té rojo. Come de todo, no tiene manías. Cuida la dieta. Vive intensamente. Es muy cariñosa.
Lluïsa Moret: Generadora de buen clima y de complicidades. Rebaja tensiones. Cercana. De trato fácil. Práctica. Resolutiva. Muy ejecutiva. Su abuela le pagó el carné de conducir con la pensión de viudedad. Escribe poesía. Le gusta oficiar bodas. Apasionada. Su plato favorito, ensaladilla rusa. Está en más salsas de las que parece y le pone mayonesa a todo.
No presumen de feminismo. Lo ejercen. Y han ayudado a cambiar Cataluña.