Fue una constante la pasada legislatura; nada más apretaban los rigores de la agenda nacional, Pedro Sánchez echaba el pasaporte a la mochila y se subía al avión para alejarse de las turbulencias de la política patria. En suelo extranjero aprovechándose de su manejo de la escena internacional y de su ascendente entre los colegas europeos trataba de virar la agenda y diluir los problemas que le acuciaban cuando volvía a poner el pie en la pista de Torrejón o en la Carrera de San Jerónimo.
Con la nueva temporada política recién comenzada el presidente se ha vuelto a refugiar en las puertas de embarque cuando han empezado a venir mal dadas. El puente de mando del Ejecutivo anticipaba a finales de 2023 una primavera plácida; el remate de la ley de Amnistía iba a ejercer de viga maestra de la legislatura, una legislatura que quedaría completamente apuntalada con el apoyo de los socialistas vascos para que el PNV siguiera cómodamente instalado en la Lehendakaritza y con la aprobación de unos presupuestos que servirían de colchón prorrogable para garantizar una estancia duradera de PSOE y Sumar en la Moncloa. Todo el planning empezó a bambolearse cuando la sección catalana de los de Yolanda Díaz decidió no apoyar las cuentas de Aragonès y Cataluña se dio de bruces con unas nuevas elecciones.
Las catalanas han desmadejado por completo el plan de vuelo que los gurús gubernamentales tenían para antes del verano. Desatadas las hostilidades electorales el Gobierno ya no puede contar para nada con la hasta ahora manejable ERC y mucho menos con una Junts que esperaba cualquier excusa para volver a echarse al monte. Si a esto le sumamos que la pujanza de Bildu puede provocar que se altere la tradicional correlación de fuerzas en el País Vasco y la anemia electoral de Sumar, el PSOE tiene cada vez menos yogur que repartir entre las hambrientas bocas de sus socios. Para colmo de males el caso Koldo ha vuelto loco el radar político y ha llevado la legislatura al barro y las arenas movedizas.
El PP vuelve a fantasear con las generales
Ante tal compendio de calamidades algunos optimistas en la planta séptima de Génova creen otear de nuevo el final del Gobierno. Los populares han pasado desde julio del 23 por todos los estados de ánimo; tras la depresión postelectoral creyeron vislumbrar una repetición para caer en la resignación cuando Sánchez logró ser investido y ahora vuelven a embocar el tramo ascendente de la montaña rusa.
Varios diputados del PP están en ese momento de subidón. Recuerdan la pujanza popular en todas las encuestas (“ni la cocina de Tezanos puede terminar de salpimentarlo”) y destacan “el callejón sin salida” en el que ha terminado Sánchez.
Pero Sánchez quiere salir de ese callejón volando. Ya el pasado miércoles Feijóo empezó a olerse la tostada: «Por mucho que se esconda y se aleje, usted ha perdido el control y por eso no va a salir victorioso», le espetó al presidente. Varios barones del PP creen que esta pulsión por subirse al Falcon y salir de España es una evidencia del rumbo errático de la legislatura.
El equipo de Sánchez concibe las últimas giras protagonizadas por el presidente como todo lo contrario. En Moncloa creen que la cruzada por el reconocimiento de Palestina engordará la saca electoral socialista y alejará el debate “de los sumideros a los que quiere llevarlo el PP”. El presidente y los suyos ya han ridiculizado el escaso salero internacional que a su juicio tiene Feijóo y las dificultades que afronta cada vez que desembarca en Bruselas.
Es por eso que van a tratar de seguir salando esa herida. Con un tablero geoestratégico desquiciado por las guerras de Ucrania y Gaza Sánchez tiene la excusa para subirse al avión casi cada semana y evidenciar el poco dominio de la cuestión que tienen ahora mismo en el acorazado popular. De todas formas, avisan fuentes de la cúpula “también plantaremos cara en la arena nacional y si el PP quiere guerra en las comisiones, la tendrá porque tenemos artillería y nos defenderemos”.
Crecer desde la defensa es ahora una máxima. Sabedores de que en este momento lo que queda de su poder reside en Moncloa y asumido que casi todo el mapa nacional aparece teñido azul genovés, el PSOE y su líder tienen claro que el oxígeno para mantener vivo el mandato pasa por capear el chaparrón con la fórmula de Palestina + Ucrania + Economía. Por eso y a la espera de lo que digan las urnas Sánchez buscará el remanso de la legislatura guardándola junto al pasaporte en su mochila.