Después de meses esperando ese ansiado descanso, llega el primer día de vacaciones… y también la fiebre, el dolor de cabeza o la congestión. Lo que parecía ser una escapada perfecta se convierte, de repente, en una estancia forzada entre sábanas. Este fenómeno, tan común como frustrante, no es casual: tiene explicación científica y está relacionado con el estrés, la inmunidad y la forma en que nuestro cuerpo responde a los cambios de rutina.
Este patrón se conoce como síndrome del ocio o enfermedad del tiempo libre. El término fue acuñado por primera vez en los años noventa por el psicólogo holandés Ad Vingerhoets, quien observó que muchas personas desarrollaban síntomas físicos como fiebre, náuseas, migrañas o resfriados justo al comenzar sus vacaciones o durante los fines de semana. Según Vingerhoets, este fenómeno afecta principalmente a personas con altos niveles de estrés laboral que, al liberar esa presión repentinamente, experimentan una especie de “descompresión” fisiológica.
El estrés como escudo temporal
Durante los periodos de trabajo intensos, el cuerpo activa el sistema nervioso simpático, también conocido como “modo lucha o huida”. Esta activación provoca un aumento de cortisol y adrenalina, dos hormonas que permiten mantenernos alerta, concentrados y resistentes al dolor o a los síntomas de enfermedad. Es, en cierto modo, una respuesta evolutiva de supervivencia.
Sin embargo, una vez que cesa el estrés —por ejemplo, al comenzar las vacaciones— ese escudo se desactiva. El sistema inmune, debilitado por semanas o meses de tensión continua, se encuentra de pronto sin protección extra. Es entonces cuando emergen virus que ya estaban presentes en el cuerpo, o se produce una bajada general de defensas que facilita contagios.
“Es como si el cuerpo aguantara en modo piloto automático hasta que ve una oportunidad de parar. Y cuando llega el momento de descansar, simplemente colapsa”, explica la doctora Elena Martínez, médica de familia y experta en estrés laboral.
No solo es gripe: también agotamiento
Aunque los síntomas más visibles suelen ser resfriados, fiebre o problemas digestivos, también hay manifestaciones menos evidentes pero igualmente incapacitantes: fatiga extrema, ansiedad o insomnio. Muchas personas relatan sentirse “vacías” o “agotadas” nada más comenzar las vacaciones, incapaces de disfrutar de ese tiempo libre tan esperado.
Este agotamiento emocional puede estar relacionado con el llamado síndrome del burnout, una condición reconocida por la OMS que se produce por la acumulación de estrés crónico en el entorno laboral. Al quitar la carga externa, el cuerpo simplemente se detiene para intentar recuperar lo perdido.
Cómo evitar que el cuerpo colapse al empezar las vacaciones
Para prevenir que las vacaciones se conviertan en un periodo de enfermedad, los expertos recomiendan una transición más gradual entre la rutina laboral y el descanso. Algunas estrategias incluyen:
- Reducir progresivamente el ritmo de trabajo unos días antes de las vacaciones.
- Evitar sobrecargar el primer día libre con viajes, tareas o planes exigentes.
- Dormir bien y mantener una alimentación equilibrada antes y durante las vacaciones.
- Incluir momentos de desconexión mental durante la semana, como pausas, ejercicio o respiración consciente.
Además, es clave no idealizar las vacaciones como un momento de productividad personal. “No pasa nada si los primeros días uno solo quiere dormir o no hacer nada. Es el cuerpo recuperándose. Hay que escucharlo”, añade la doctora Martínez.