Sex o no sex

Infidelidad: la fórmula que te dice cuándo poner fin (o cambiar de amante)

Mantener una aventura en el tiempo exige una creatividad cada vez más difícil e incluso insufrible

Felipe de Edimburgo junto a Lady Penny. EFE

Una retirada a tiempo es sabiduría y, si hablamos de infidelidad, se vuelve inexcusable. Es verdad que las mujeres, según indica cualquier encuesta que tomemos, practican la infidelidad con mayor astucia e idean mejores armarios para esconder al amante, pero ¿son igualmente hábiles para saber cuándo la relación toca a su fin?

No olvidemos esa gran frase del poeta británico Alexander Pope que dice que quien dice una mentira deberá inventar veinte más para sostener la certeza de la primera. La tarea parece tan agotadora que vamos a confiar en la fórmula del coach de la infidelidad Albert Arnaiz, autor de Shicret. Cómo ser infiel sin que te pillen.

Ha leído bien: coach de infidelidad. Hasta tal punto ha llegado esta forma de terapia del éxito que permite el triunfo de profesionales del adulterio. Y así se reconoce este coach catalán, cuarentón reiteradamente infiel, que pasea por los platós y medios de comunicación de medio mundo su particular biblia para no ser cazado en el engaño.

Hay que adelantar que sus tretas no siempre son aplaudidas por el personal que las escucha, pero mantiene el tipo exponiendo lo que él considera una certeza absoluta: “Una buena parte de la gente engañaría si estuviera segura de no ser descubierta”.

¿Y qué dice en cuanto a dar puerta al amante? Arnaiz ha compartido con nosotros una teoría que es muy simple, pero eficaz, según dice. “Toda aventura tiene un límite y cuanto mayor es su intensidad, antes debería terminar. Si el sexo con el amante se practica una vez por semana, la relación no debería ir más allá de los tres meses. A diario, la fecha de caducidad suele ser casi inmediata. Un año es el máximo cuando los encuentros tienen lugar una vez por mes”.

No olvidemos que la infidelidad, a pesar del torrente de adrenalina que produce, conlleva un riesgo y por eso ha for.mulado su particular ecuación para reducir las posibilidades de ser descubierto.

Gleeden, una conocida plataforma virtual de encuentros extraconyugales, confirma en sus sondeos que una canita al aire alegra la vida y permite a quien se decide un sentimiento de libertad hasta entonces desconocido. Un tercio de sus usuarios reconoce que fortalece el matrimonio o lo salva de una mala racha.

Pero mantener una aventura en el tiempo exige una creatividad cada vez más difícil e incluso insufrible. Cualquier táctica, como discreción, calma, eliminación de pistas digitales o el obligado silencio, se vuelve cada vez más compleja y a menudo el infiel acaba colapsando.

Arnaiz ha contenido en la palabra shicret, que da título a su libro, la inicial de los siete pasos que componen su atrevido método para engañar con éxito: secreto, escuchar, intimar, cohabitar con la mentira, reiterar, evadir y terminar. Cada una de estas estrategias merece atención, pero, de momento, nos quedamos con la última: poner fin a la traición. En esto, como en tantas otras cosas, la mentira piadosa, con la que tratamos de salir airosos de algunas situaciones, es demasiado ingenua como para confiar en ella.

Lo sabe el 70 por ciento de los usuarios de esas páginas de internet que propician los encuentros extraconyugales. De acuerdo con sus respuestas en diferentes encuestas, optan por cambiar de amante antes cuando intuyen que se está creando hábito o enganche emocional por parte de cualquiera de los dos. Estos infieles reincidentes y, por tanto, lumbreras en esto de la mentira, arrojan un plazo aún más breve en sus relaciones extramaritales: tres meses.

Rendirnos a la idea de que la infidelidad llega con fecha de caducidad echa por tierra esa otra posibilidad más romántica que cantó El Cigala, exponiendo su situación. Una era la compañera de su vida, esposa y madre a la vez. “El amor sagrado”. La otra, “el amor vivido, complemento del alma” al que no renunciaría. Y la música podría ser la banda sonora de tantos funerales en los que los viudos y viudas oficiales tienen que llorar junto al amor infiel a la persona fallecida.

Si nos ponemos chismosos, podemos citar al príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II de Inglaterra, que selló la selecta lista de asistentes a su funeral con el nombre de Lady Penny, también conocida como condesa Mountbatten de Birmania.

Ni su indiscreta íntima relación ni los continuos rumores rompieron un matrimonio que duró hasta la muerte del duque de Edimburgo, en 2021, a punto de cumplir 100 años de vida. Épica fue también la atracción lacerante y sin final que sintieron Katharine Hepburn y Spencer Tracy, salvando cualquiera de sus demonios internos, que eran muchos.

Son casos excepcionales y lo habitual es, una vez cruzado el límite, terminar antes de quedar atrapado en una aventura que, más pronto que tarde, traerá consecuencias dolorosas. El cuándo parece claro, el cómo será motivo de uno o varios capítulos aparte.

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