Cuando caes en las garras de un pederasta y se convierte en tu “novio”

Una víctima de abusos sexuales en la infancia narra a Artículo14 cómo cayó en las garras de un pedófilo cuando tenía 12 años

Una imagen de Laura Strego con un lobo aullando

Laura Strego fue víctima de un depredador durante cinco años KiloyCuarto

A veces los villanos se calzan un disfraz. Es muy difícil diferenciarlos de los demás, de los que no destrozan personas y amputan periodos enteros de vida. A Laura Strego le visitó un monstruo cuando tenía 12 años, lo hizo en forma de amigo de su hermano, que tenía 20. Y como llevaba máscara lo que todos veían era a un tipo encantador, detallista, bueno, un ángel.

Pero era un pederasta. Uno, que la llevaba al cine a ver películas de Disney y le regalaba peluches al mismo tiempo que le enseñaba pornografía y abusaba de ella. Un desalmado que le decía que si lloraba tras los ataques era porque no le quería lo suficiente, porque no era buena novia. Novia. Una palabra que a Laura “le cayó encima” y que la atrapó en sus fauces. “Mientras mis compañeras estaban preocupadas por sacar adelante los exámenes, yo lo estaba por si me había quedado embarazada, por si seguiría teniendo sangre en la orina, o qué me iban a decir si me veían los moratones que tenía en el cuello y cosas así”, recuerda.

Lolita contra el lobo

¿Cómo no saltó ninguna alarma? Una niña de 13 años que tenía un novio de 20, casi 21. Strego lo achaca a la aceptación velada de ciertas conductas. “A la sociedad básicamente le gustaba más ver a una Lolita que responsabilizarse de que de que eso era un fracaso social en en todos los aspectos“. Del personaje de Nabovok sacó esta joven el título del libro donde se vació: Lolita contra el lobo, coescrito junto a la periodista Nuria Coronado.

En él explica como este lobo con piel de cordero empezó a alejarla de su entorno. Hay que recordar que Laura era una niña, inocente y manipulable. Por eso cuando escuchaba que sus padres no la querían porque su trabajo apenas les dejaba tiempo para ella y aún así no buscaban otro,  que su hermano les tenía envidia o que la gente de su edad la odiaba porque era demasiado madura, ella se lo creía. Y así la fue dejando sola, a su merced.

Sin embargo, no era feliz y no entendía por qué. Quizá porque este depredador que la educaba con pornografía hentai (género del manga y el anime de contenido pornográfico) le decía que veía esas imágenes de unas crías dibujadas “porque se parecían a ella y así no se ponía celosa”.

Códigos pedófilos

Cuando Laura tenía apenas 15 años este pedófilo la drogó, la violó, la grabó y lo subió a una página pornográfica. Se enteró después por una amiga que la llamó para contárselo. El vídeo estaba titulado algo así como “pelirroja de 18 años hace no sé qué”. Tampoco ese vídeo hizo saltar ninguna alarma. “La gente prefiere creer en lo que pone encima del vídeo que en sus propios ojos”, creer que no están viendo  una agresión sexual a una niña, sino una ficción con una mayor de edad.

Strego estaba atrapada en las manos de un pederasta y hasta la marcó. Le regalo un colgante de un corazón con otro dentro. Uno de los códigos de los pedófilos que señalan así a sus víctimas. Porque ella compartía tiempo y espacio con otros abusadores. Los “amigos” de su carcelero tenían también otras víctimas como supuestas “parejas” que también eran muy jóvenes, “pero muy maduras”. Se acostumbró a estar con ellos y a que su abusador buscase cualquier cosa en la internet profunda o deep web “porque era mucho mejor que Google“. Estuvo en manos de un hombre muy peligroso durante cinco años, hasta que cumplió los 17, toda su adolescencia. Una noche “transformadora” en una playa con gente de su edad cambiaron el rumbo de esta historia, el instinto le dijo que algo no estaba bien y se soltó.

Cuando por fin se libró de su abusador, Strego no sabía ni entendía lo que le había pasado. Siguió con su vida, se mudó a Madrid, conoció a un hombre del que estaba enamoradísima y tuvo una niña sana, preciosa. Estaba en el mejor momento de su vida, no obstante, algo pasaba, algo no funcionaba y la realidad la vino a golpear en forma de depresión post parto. Sentía que era una mala influencia para su recién nacida, para su familia, que su pequeña iba a estar mejor sin ella, que todos estarían más seguros sin ella. Empezó a caer y caer y decidió ponerle fin a todo.

Un intento de suicidio muy feo la obligó a afrontar un examen psiquiátrico tras salvar la vida. Y en esa charla con el médico estando ingresada encendieron la luz y alumbraron lo que llevaba tanto tiempo escondido en lo más profundo de su ser. ¿Te das cuenta de que eres una niña abusada sexualmente?, le espetó el psiquiatra. Strego se enfadó muchísimo y esa rabia y la habilidad del médico derribaron la coraza que Laura se había construido, la mentira que se había estado contando a sí misma, que aquello que no la dejaba avanzar había sido un simple patinazo en su vida, pero no era así.

Ansiedad y autoboicot

Fue mucho más y le afectó de una manera más compleja. Los cinco años de abusos siendo una niña le trajeron consecuencias físicas y psicológicas. Problemas de salud y miedos que a día de hoy persisten. Es uno de los peajes de ser una superviviente, aprender a convivir con la ansiedad, con complicaciones en forma de ataques de epilepsia, pero que que realidad son convulsiones disociativas, problemas estomacales, terror y todo lo que el trauma provocó en ella.

Por ejemplo, esa costumbre de autoboicotearse. No cobrar una factura porque no la mandas y no entiendes por qué o esperar a que la infección de una caries para ir al dentista. “No conozco a ninguna víctima de abusos que no tenga muchísimos problemas de salud”, cuenta Strego. Por supuesto todo lo relacionado con su vida sexual fue una montaña a escalar y el miedo. Un miedo irracional que la lleva a obligar a su hija, que hoy tiene 12 años, a llevar siempre con ella un spray pimienta por si tiene la misma mala suerte que tuvo su madre. Aunque es consciente y se afana en no transmitir esas ideas de inseguridad es muy complicado dejar de sentir peligro en cada esquina. Ella misma lleva una autodefensa por lo que pueda pasar.

La mente es un misterio, pero no hay que ser investigador para entender que a Laura la rompieron. El vecino de su abusador tenía un perro que ladraba a cualquier persona que pasaba por allí, y todavía hoy en día cuando Strego escucha ladrar un perro tiene taquicardias. Ha conseguido acariciarlos, pero sus  ladridos la desestabilizan y es sencillo cruzarse con un can que ladre en nuestro día a día. Hasta ese punto le sigue afectando.

Sin embargo, Laura es mucho más que su trauma. Es ilustradora, una madre feliz y todo ese dolor lo ha transformado en activismo. Lucha contra la pederastia y da herramientas y consejos a quien los necesite. Contar su historia, revivir aquello, abrir la herida no es sencillo, pero ella está convencida de que también le sana dar voz a un problema grave con no apenas visibilidad. Por si alguien que esté o haya estado en su misma situación la escucha o la lee. “No estáis solos”, parece decir. Y con ella lo están un poco menos.

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