La batalla de Erica contra su ex: “Si no me indultan, no veré a mis hijas”

Es la última situación límite a la que se enfrenta tras años de sufrir un proceso de divorcio demoledor. Pese a tener la custodia exclusiva y a que sus hijas sólo quieren vivir con ella, vive ahora una situación rocambolesca

“Nunca me maltrató, pero todo era un chantaje”. Es lo primero que aclara Erica Ruiz al adentrarse en una historia rocambolesca, la de su propia vida durante los últimos seis años en la que hay quien ha visto reminiscencias del caso de Juana Rivas. Y aunque Erica aclare lo contrario, que su ex nunca la maltrató y nunca le puso una mano encima, tampoco evita verbalizar lo que sigue: “Su intención ha sido la de anularme como persona, en todos los ámbitos”. Sin que ella motivase siquiera el punto de inflexión, cuando todo hizo crash. “Lo pillé siéndome infiel y me lo negó hasta lo innegable”, pese a que seis meses después de su ruptura él hizo pública su nueva relación. Atrás quedaban dos décadas juntos en las que habían tenido dos hijas, dos perros y un negocio familiar.

A partir de ese momento, Erica empezó a perder. “Él quería todo y me ha dejado sin nada, hasta sin mis perros, que eran de una camada de mis padres”, revela una mujer que ha tenido que recomponerse emocional y económicamente. En cambio, se enfrenta ahora a su única línea roja, lo que no está dispuesta a traspasar ni perder, lo más valioso: “Mis hijas es lo único que salvo de mi matrimonio”. Sin embargo, el riesgo a perderlas también es real. El pasado 8 de septiembre, Erica fue condenada a dos años de prisión y cuatro de inhabilitación para ejercer la patria potestad por cometer un delito de sustracción de menores para el que no cabe recurso. “Hizo mal”, zanja su abogado Javier Benito, del bufete Vosseler Abogados, ciñéndose a la letra de la ley. Con un pero: “Aquí la pena no es sólo para la madre, que claro que sí, sino para las mismas niñas que no quieren vivir con su padre”.

“No sin mis hijas”

“Él no fue a recogerlas al colegio, y fui yo”, resume Erica en una frase. Ese acto fue el principio del fin. Esa recogida fallida terminó por convertirse en una trampa judicial. Su ex la grabó llevándose a las niñas del colegio cuando le habría correspondido hacerlo a él. Y no pasó una vez, sino varias, incluso con mediación de los Mossos d’Esquadra. Detrás, siempre, el rechazo frontal de unas hijas a irse con su padre. También la tesitura a la que se vio abocada Erica: ¿las dejaba con él o las socorría hasta donde creía posible? Una línea que se volvió demasiado fina a ojos de la justicia. 

En estos seis años de batalla judicial, por un enfangado proceso de divorcio, las menores han llegado a verbalizar ante el juez su negativa a vivir con su padre. Ahora lo expresan con 13 y 16 años, pero en los inicios tenían 7 y 10. Para su madre, que ha tenido que correr unilateralmente con los gastos de la pensión hasta un reciente embargo, el camino nunca ha sido fácil. Han asistido a terapias de familia, que terminaron haciéndose de forma individual y sirvieron para descartar que ella estuviese influyendo en sus hijas  cuando él deslizó la posibilidad de un síndrome de alineación parental. Igual que a día de hoy residen con sus abuelos maternos desde que Erica fue condenada en firme por sustracción de menores, sin que él haya reclamado otra opción. “No tengo una orden de alejamiento, pero no puedo convivir con ellas”, replica por contra Erica con la voz a punto de romperse. Nada le gustaría más a ella que poder recuperarlas por completo: “Él incumple y no pasa nada. Lo hago yo y me meten en la cárcel”.

Erica asegura que, con tal de hacerle daño, su ex enjauló tres años a su perra sin querer devolvérsela
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Un indulto “por ellas”

Su mayor temor es dar cualquier paso en falso que empeore aún más la situación. La experiencia le dice que todo es posible: “Vivo con miedo. Él siempre está maquinando lo siguiente que me pueda hacer. Cómo debe ser levantarte cada día pensando en cómo puedes dañar a tu exmujer”, se pregunta sin ocultar la sorna en sus palabras. Después de todo, ella es esa exmujer. De nada le valió a Erica al ser condenada por sustracción de menores todo el recorrido de estos años por la vía civil. De nada le valieron los informes favorables ni las evaluaciones  psicológicas presentadas en el juzgado que avalaban el reclamo de sus hijas de estar con ella. De nada le valió lo sufrido y lo demostrado. Tras años de acoso y derribo, la ruina final pasa ahora por esa posibilidad de no poder compartir con ellas el día a día durante los próximos años, sino hace nada por evitarlo. 

Su última baza es el indulto, parcial o total. La segunda opción es el objetivo, que le concedan la absolución total. “Pero por sus hijas está dispuesta a renunciar a su trabajo y a su libertad”, verbaliza su abogado, y ella lo secunda. De hecho, Erica está dando pasos en esa dirección: acaba de renunciar al puesto que ocupaba como concejala en el ayuntamiento de Sant Sadurní d’Anoi (Barcelona) debido a la enorme exposición que supone un caso como el suyo: “Vivimos en un pueblo pequeño, donde nos conocen, y mi ex iba diciendo que yo me había quedado con las niñas y no las devolvía”. Hasta hace unas semanas, nunca había corrigió esa versión. “Antes, cuando me lo cruzaba, agachaba la cabeza. Ahora lo miro: ‘Hasta aquí’, me digo. Porque yo no he hecho nada. Mi abogado me recuerda que me han juzgado, sí, pero todo lo ha provocado él para perjudicarme. Lo que quiere es que las niñas no estén conmigo”, pese al expreso deseo de ellas.

El goteo de pérdidas 

En 2022, el juez de lo civil llegó a fijar la custodia exclusiva para ella, para la madre, con la intención de que vencido ese período pudieran restablecer en cierta medida la custodia compartida. Pero no fue así y en 2023 le otorgaron la exclusividad definitiva a Erica, con unas horas de visitas semanales para que el padre pudiese ver a sus hijas en un punto de encuentro. Y ya. En ese interín, se sucedieron las complicadas recogidas escolares que derivaron en la situación actual, sumado al conflicto por desacuerdos económicos aún pendientes de pleito. “Al principio, el juez me dijo que fuéramos por partes. Por un lado, la custodia de las niñas, y por otro, el reparto de bienes”. Ya era tarde cuando Erica se dio cuenta de que el gimnasio que ella puso en marcha él lo puso después sólo a su nombre, dejándola fuera del negocio y sin trabajo. Otra más de las pérdidas que sufrió, como el vaciado de las cuentas.

Con su matrimonio roto y en pleno shock emocional, el golpe económico la remató. “Hasta mi padre me decía: ‘Erica, espabila, que te va a pisar'”. Incluso la azuzó al verla muy demacrada; había perdido mucho peso. Otra pérdida más. Llegó a pensar que su ex buscaba que perdiera la cabeza: “Entregué en el juzgado partes psiquiátricos para demostrar que no estaba loca, sin que me los pidieran siquiera”. Una y otra vez se recompuso. Montó otro negocio, entró en el ayuntamiento y llegó a pensar que no le quedaban más retos por superar. Hasta ahora. Confía en que el Ministerio de Justicia revise su situación en los próximos meses y el Consejo de Ministros le conceda el indulto. Para ello, necesita que mientras tanto paralicen la ejecución del ingreso en prisión, con la esperanza de que sea sine die y de poder recuperar al fin a sus hijas.

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