Misa funeral

Último adiós al Papa Francisco con una plaza repleta y un mensaje de fraternidad: “Nadie se salva solo”

El Papa Francisco fue recordado este sábado en la homilía de su funeral celebrado en la plaza de San Pedro por "no cesar de alzar su voz implorando la paz" y por dedicarse a "los últimos de la Tierra" como los pobres y los migrantes

Sale el sol por la Via della Conciliazione. Son apenas las 5:30 de la mañana cuando hordas de fieles acuden a la plaza de San Pedro para dar su último adiós al Papa Francisco. Los dos brazos de las columnatas, que abrazan la plaza en un símbolo del abrazo de la Iglesia al mundo, soportan a los cientos de periodistas que, llegados de todos los rincones del mundo, informan al minuto de lo que sucede en le Sede Vacante.

La ceremonia ha congregado a unas 200.000 personas, además de a decenas de autoridades internacionales. Sin embargo, la plaza no aparecía llena, ni siquiera cuando a las 9:20 h. comenzaba el santo rosario para orar por el eterno descanso de Bergoglio, que tuvo siempre una gran devoción mariana. Símbolo de ello es que ha querido ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, junto a la imagen de la Virgen de la Salud, rompiendo la tradición de los Sumos Pontífices de ser enterrados en San Pedro.

Vista general de la Plaza de San Pedro durante la Misa funeral por el Papa Francisco en la Ciudad del Vaticano, el 26 de abril de 2025.
EFE/EPA/DAREK DELMANOWICZ POLAND OUT

Para el funeral, que ha congregado a delegaciones de 148 países y territorios (incluidos Palestina y Kosovo), incluidos diez reyes y diez organismos internacionales, se ha repartido un misal traducido del latín al italiano y al inglés. Los altavoces de la plaza anunciaban desde primera hora la invitación a “vivir el funeral con recogimiento, sin mostrar carteles ni banderas”: “La procesión de entrada nos introducirá en la celebración de la santa misa. Dispongámonos a participar con fe y recogimiento”.

El cardenal Giovanni Battista Re, actual decano del Colegio Cardenalicio, era el encargado de dar comienzo a la misa funeral, en latín y cantada, como requieren los actos de la Santa Sede. El imponente desfile de los cardenales en el acceso al altar, saliendo del interior de la basílica, antes de que los 14 portadores, miembros del personal Vaticano, bajaran los escalones de la explanada con el sencillo ataúd que contiene los restos mortales del Papa Francisco, sumió la explanada en un silencio respetuoso.

Hasta el atrio de la basílica, frente al altar, ha llegado el féretro del Papa que ha sido depositado en el suelo, simplemente sobre una alfombra, mirando hacia los fieles, con el libro de los Evangelios abierto sobre él y el cirio pascual a su lado. El cardenal Giovanni Battista Re ha sido el encargado de presidir una celebración en la que han concelebrado 224 cardenales, 756 obispos y 4.000 sacerdotes creando una atmósfera blanca y roja –color litúrgico del luto papal–.

Más allá de lo institucional, con delegaciones internacionales venidas de todos los rincones del mundo, los representantes religiosos no católicos han incluido los patriarcados de Constantinopla –con Bartolomé a la cabeza–, Alejandría, Antioquía, Jerusalén, Moscú, Serbia, Rumanía, Bulgaria, Georgia, Chipre, Grecia, Albania, Chequia y 10 Iglesias más. La Iglesia anglicana ha enviado una nutrida representación. También hay diferentes grupos de evangélicos, metodistas, valdenses o del Ejército de Salvación. De otras religiones hay una delegación oficial de budistas, hinduistas, de la religión sij, del jainismo y del zoroastrismo.

“Simón Pedro, ¿tú me amas? Apacienta mis ovejas”

La primera lectura fue leída en inglés por una joven periodista de Vatican News que estudió en la universidad vaticana. Los Hechos de los Apóstoles relatan cómo san Pedro dijo que Dios no es parcial, no muestra preferencia por unos ni otros, sino que “acoge a quien lo teme y practica la justicia”. El salmo, cantado, hace referencia al guía de la Iglesia: “El Señor es mi pastor, nada me falta”. Y la segunda lectura, leída en español, ha sido la carta del apóstol san Pablo a los filipenses, que cierra con la alegría tan característica de Francisco: “Hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos”.

Los portadores llevan el ataúd que contiene el cuerpo del Papa Francisco durante el funeral del pontífice en la Plaza de San Pedro, en el atrio de la Basílica de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, el 26 de abril de 2025.
EFE/EPA/ETTORE FERRARI

Tras el evangelio, perfecto para un Pontífice, pues es en el que Jesús le pregunta al apóstol Pedro si le ama y, tras su triple confirmación, le pide que apaciente sus ovejas (es decir, que pastoree a su Iglesia), ha tenido lugar la homilía, en la que el Papa ha sido recordado por “no cesar de alzar su voz implorando la paz” y por dedicarse a “los últimos de la Tierra”, como los pobres y los migrantes.

“Las manifestaciones de afecto que todos hemos visto tras su paso por esta tierra a la eternidad nos habla de cómo el pontificado del Papa Francisco ha tocado nuestras mentes y nuestros corazones. Su última imagen, que permanecerá para siempre con nosotros, es la del Domingo de Pascua, cuando el Papa, a pesar de sus problemas de salud, ha querido dar la bendición y bajar a la plaza para saludar desde el papamóvil descubierto a toda la gente que había venido a la misa pascual”. Así ha comenzado el cardenal Re su homilía, una de las más bonitas que se recuerdan en un funeral papal.

El Papa Francisco, el buen Pastor

“Con nuestra oración queremos entregarle el alma del Sumo Pontífice a Dios, para que lo acoja en su inmenso amor. Nos guían e iluminan las palabras de Cristo, que le pregunta a Simón Pedro: ‘¿Tú me amas?’. Cuando a la tercera vez le dice que sí, él le pide: ‘Apacienta mis ovejas'”. El cardenal Re ha recordado que esta era la misión del Papa Francisco, que ha seguido las órdenes de “su Señor, el Buen Pastor, que ha cuidado a sus ovejas incluso hasta dar la vida por ellas”.

Cuando el cardenal Bergoglio fue escogido en 2013 llevaba a las espaldas su camino en la Compañía de Jesús, como ha recordado en su homilía el celebrante. Entonces escogió el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís, a quien siguió en su camino pastoral, instaurando un contacto directo con las personas, deseoso de estar “cerca de todos”, con atención especial a las personas en dificultad, a los pobres, marginados y olvidados, entregándose a ellos. “Ha sido un Papa abierto a la gente, atento a las novedades que emergían en la sociedad”, ha procedido Re.

Los cardenales asisten a la misa funeral del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro en la Ciudad del Vaticano, el 26 de abril de 2025.
EFE/EPA/GIUSEPPE LAMI

El primado de la evangelización ha sido la guía de su pontificado, difundiendo, con una clara impronta misionera, la alegría del Evangelio, que fue su primera exhortación evangélica, como ha recordado el cardenal Re. “El hilo conductor de su misión ha sido la convicción de que la Iglesia es una casa para todos, con las puertas siempre abiertas: como un hospital de campaña después de una batalla con muchos muertos”. En este momento, la plaza de San Pedro ha prorrumpido en aplausos: es el signo de un pueblo que se siente abrazado, incluido, amado y guiado.

El cardenal Re ha recordado su viaje a Lampedusa, “el drama de la emergencia migratoria, con miles de personas ahogadas en el mar”. Aplausos de nuevo. La homilía ha continuado repasando cada uno de sus viajes y las heridas que ha cerrado con ellos: a Lesbos, a México, la puerta santa de Irak, Oceanía… “Dios no se cansa de perdonar. Él nos perdona sin importar la situación. Quien pide perdón y vuelve al camino, es perdonado. Por eso estableció el Jubileo de la Misericordia: porque es la alegría del Evangelio. Misericordia y alegría son dos palabras claves de su pontificado”, ha recordado el oficiante.

La cultura del encuentro

Frente a la cultura del descarte, el Papa Francisco destacó siempre la cultura del encuentro: la fraternidad, la compañía, la amistad. “Ninguno se salva solo”, ha recordado Re que repetía Bergoglio, también destacando su lucha por la paz, la benevolencia y su empeño siempre constante contra la guerra, “que es sólo muerte de personas, destrucciones de hospitales y de escuelas” y “deja siempre el mundo peor de lo que era antes”. Su capacidad de destruir muros y construir puentes ha arrancado de nuevo numerosos aplausos en el Vaticano: “Todo, al servicio del hombre, en todas sus dimensiones, en unión espiritual con toda la cristiandad”.

“Como él mismo nos pidió que rezáramos por él… ahora te pedimos que reces por nosotros, y te pedimos que desde el Cielo bendigas a la Iglesia, a Roma, al mundo entero, como hiciste el domingo pasado desde el balcón de esta basílica, en un último abrazo con todo el pueblo de Dios, pero idealmente, con la humanidad entera: una humanidad que busca la verdad con corazón sincero y con esperanza”, ha finalizado, entre aplausos y más de una lágrima, la sentida homilía.

El ataúd del Papa Francisco durante la Misa funeral del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro en la Ciudad del Vaticano, el 26 de abril de 2025.
EFE/EPA/ALESSANDRO DI MEO

Un ritual con tres despedidas

La misa tiene los elementos propios de un funeral de cualquier obispo –incluso cualquier cristiano– en cualquier parroquia del mundo: ha sido un funeral sencillo, con misa de apenas hora y media. Sin embargo, lo específico de las exequias papales llega en el último momento, tras la oración final de la misa cuando se hace el rito de la ‘Ultima Comendatio et Valedictio’, el último adiós.

Y es que, para reflejar la universalidad de la Iglesia, se realizan tres despedidas distintas. La primera con el canto de las letanías de los santos motivada por el cardenal vicario para la diócesis de Roma, Baldassare Reina. La segunda es la de los patriarcas, arzobispos mayores y los metropolitanos de las Iglesias orientales, cantan la ‘Panikhida’ en griego –con la ayuda de un coro de diez personas–, tomada del oficio de Difuntos de la Liturgia Bizantina. Y la tercera la motiva el decano que rocía con agua bendita e inciensa el féretro mientras se canta el responso ‘In Paradisum’, antes de los sediarios lleven el féretro al lugar del entierro.

Mientras el féretro del Papa Francisco desaparecía en el interior de la basílica, bajo los cánticos del In Paradisum, la plaza de San Pedro parecía contener la respiración. Atrás quedaba el pontificado de un pastor que quiso una Iglesia abierta, misericordiosa y valiente. Su último gesto, un sencillo adiós desde el balcón apenas una semana antes, sigue resonando en el corazón de millones: un llamado humilde a la fe, a la fraternidad y a la esperanza.

 

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