3 películas imprescindibles para entender el origen de John Wick

La saga de John Wick regresa con Ana de Armas en 'Ballerina', pero ¿conoces cuál es su origen? ¿Qué películas permitieron su desarrollo?

John Wick - Cultura
Una de las imágenes más emblemáticas de la saga de John Wick
Lionsgate

El fenómeno de John Wick no irrumpió en la cultura pop como un accidente. Fue el resultado de una alquimia minuciosa entre tradición y modernidad, entre el pulso del cine de acción clásico y la elegancia estilizada de las nuevas corrientes visuales. Desde su estreno en 2014, la saga ha crecido hasta convertirse en una franquicia con identidad propia, reconocible por su coreografía impecable, su mundo secreto de asesinos y su melancolía feroz.

Pero, para comprender verdaderamente de dónde surge John Wick, hay que mirar atrás. Tres películas, en particular, permiten rastrear su ADN estético, narrativo y filosófico. A continuación, con motivo del estreno de Ballerina, trazamos una genealogía cinematográfica que revela las raíces de la gran franquicia de Keanu Reeves, sus deudas con el pasado y el modo en que esas influencias se transmutan en una de las franquicias más icónicas del cine contemporáneo.

‘El silencio de un hombre’ (Jean-Pierre Melville, 1967)

Si hay una silueta arquetípica que flota sobre John Wick, es la de Jef Costello, el asesino a sueldo interpretado por Alain Delon en El silencio de un hombre. Este thriller francés de culto no solo inspiró el comportamiento metódico y ritualista de Wick, sino que cimentó toda una estética del asesino como figura de código y silencio, más próximo a un monje o a un samurái que a un criminal convencional.

John Wick hereda de El silencio de un hombre la atmósfera contenida, la precisión casi ceremonial del movimiento y el misterio que rodea al protagonista. El cine de Melville es minimalista en apariencia, pero cargado de tensión interior. Delon no necesita hablar para hacer temblar la pantalla. Su mirada basta. Lo mismo ocurre con Keanu Reeves, cuya interpretación se sostiene en gestos contenidos y un dolor que nunca se verbaliza del todo.

Además, el universo simbólico de El silencio de un hombredonde la lealtad, la traición y el código de honor lo son todo— encuentra un eco directo en el universo oculto de John Wick. Con su propio reglamento, sus monedas de oro, sus normas sagradas y su red de hoteles para sicarios. Melville sembró la semilla del asesino con alma. Y Chad Stahelski la hizo florecer a puñetazos gracias a Keanu Reeves.

‘The Killer’ (John Woo, 1989)

La deuda que John Wick tiene con el cine de acción asiático es vasta. Pero, si hay un título que destaca por encima del resto, ese es The Killer, obra maestra del director hongkonés John Woo. En esta cinta, un asesino profesional (interpretado por Chow Yun-fat) busca redención tras un acto violento que deja ciega a una cantante. Lo que sigue es una ópera de violencia estilizada, donde cada tiroteo es una coreografía lírica y cada plano es una declaración estética.

En John Wick, la acción no es una simple sucesión de disparos: es una danza de muerte. Esa concepción coreográfica de la violencia —heredera directa de The Killer— marca la diferencia entre una cinta de acción convencional y una película como John Wick, donde el tiroteo se convierte en arte. Stahelski, antiguo especialista y coreógrafo, transforma la lucha en lenguaje, del mismo modo que Woo convirtió el ‘gun fu’ en poesía balística.

Pero The Killer no solo aporta estilo. Su protagonista, atrapado entre el deber y la redención, resuena profundamente en la construcción emocional de John Wick. Ambos matan como forma de vida, pero lo que les empuja es el amor, la pérdida y la promesa de una salida que siempre parece inalcanzable.

‘A quemarropa’ (John Boorman, 1967)

Mientras El silencio de un hombre aporta el código moral y The Killer el ballet de la violencia, A quemarropa ofrece a John Wick su arquitectura narrativa. Esa arquitectura es la del hombre que lo ha perdido todo y decide arrasar con el mundo que lo traicionó. Protagonizada por Lee Marvin, esta película neo-noir cuenta la historia de un criminal dado por muerto que regresa, implacable, para vengarse y recuperar lo que le pertenece.

La figura del vengador imperturbable, que atraviesa una ciudad espectral donde nada es lo que parece, encaja perfectamente con el camino de John Wick. En ambos casos, la historia se mueve a golpe de motivación emocional mínima, pero devastadora. El robo de una suma de dinero en A quemarropa, el asesinato de un cachorro en John Wick. La sencillez de la premisa permite que toda la atención se centre en el estilo, el ritmo y la metamorfosis del protagonista.

Además, Boorman introduce una narrativa fragmentada, casi onírica, que disloca la percepción del tiempo y el espacio. Ese mismo efecto se percibe en la saga John Wick. Especialmente, a medida que avanza y su universo se expande hacia lo simbólico, lo mitológico, lo casi irreal. No se trata solo de matar, sino de habitar un mundo donde la venganza es ley y la violencia, una forma de lenguaje sagrado.

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